El día que Ana Caína soñó con ser la dueña, señora y limpiadora (para ahorrar y dejar sin trabajo a cientos de maris pobres con hijos yonkis) de un pantagruélico trust de empresas, donde se asegurase el escarnio y fastidio total y absoluto del trabajador.
Bienvenidos al mundo real o algo similar donde además pasan cosas raras, como que un vejete se te siente al lado en el autobús y te hable de una tal Encarna dando por supuesto que la conoces de toda la vida.