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Junio 06, 2003

Paseos inconclusos.

¿Alguna vez han visto a una tipeja con vestido de flores de cuando sus abuelas no se teñían caminando por la calle con gesto vacuno y enfurruñado? ¿Una tipeja que fumaba sin parar y que miraba a todo el mundo con expresión despectivo-agria-desconfiada? No era yo posiblemente. Pero estoy convencida de que se trataba de una mujer extremadamente interesante y con una gran personalidad por su leve y lejano parecido conmigo.
Hoy la insigne ciudad de Málaga ha tenido de nuevo el privilegio de verme perdida por sus calles. Enfadada y nerviosa, le di el toque asalvajado a ese extraño lugar poblado por horizontales anónimos y quinceañeras vestidas como si fueran madres de gente indeseable. Pero en realidad disfruté mucho; me encontré con una antigua conocida que se comportó como mis primas en las bodas. "Este es mi novio"-dijo. Y añadió:"¿Tienes novio?". Supongo que lo preguntó porque, como toda mente bienpensante e inocente, prefirió achacar mis ojeras de película muda a demasiadas noches movidas y jubilosas en vez de intentar recordar con quién estaba hablando y darse cuenta de que la razón de mi degenerado aspecto era que no había cambiado demasiado desde la última vez que nos encontramos, aquel remoto día en que dormí en la estación de Fuengirola porque la mozuela no me podía ofrecer una cama ni una esterilla en el suelo del amplio chalet que compartía con su mater y un par de perros.
Gracias a este agradable encuentro, que me proporcionó unos breves pero intensos minutos de reflexión jocunda sobre mi patética e insoportable juventud, llegué tarde al supuesto encuentro vertical que la noche en principio me reservaba. Luego la noche cambió de parecer;no vi a los verticales. En vez de eso se me pegó un borracho mientras volvía al redil, un tipo que se llamaba Juan o Julián y que me planteó todas las cuestiones que catalogo como "Frases típicas para iniciar conversaciones en paradas de autobús". Interesantes y agudas preguntas como "¿Tienes hora?", "¿Me das fuego?", "¿Llevas algo debajo del vestido?" y similares.
Acabé el inolvidable paseo donde siempre (en la gasolinera). Allí compré una botella de Coca-cola y un paquete de tabaco. Repetí todas las preguntas que me había hecho el borracho, por hablar con alguien. El tipo detrás de la ventanilla me miró pausadamente. Volvió la cabeza como si estuviera preparándose para escupir en el cristal y demostrarme así su simpatía, según el ritual de demostrarse simpatía del puercoespín canadiense. Pero no. Me preguntó si tenía diez céntimos sueltos, y luego se puso a desordenar estantes para volver a ordenarlos y hacerme ver que, a pesar de que le encantaría departir conmigo sobre una amplia gama de temas, en ese momento tenía mucho trabajo.
Ahora ya estoy demasiado cansada para salir otra vez. Me tomaré un nutritivo vaso de Coca-Cola con Mistol y después, si me animo, me llegaré a la estación. Seguro que allí encontraré alguien con quien hablar. Incluso con quien dormir. No tengo más que llevarme mis propios cartones.
Such a perfect night...


Junio 6, 2003 11:44 PM