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Septiembre 04, 2003

Segunda parte del primer extracto espatulándrico.

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Tras el marabuntal rugido de bienvenida Tulio, chonabón y agladiolado,
se dirige de nuevo a la Ohminiosa, que en astúrgico callar se autoestudia los nudillos.
“¡Desmelénate, Espatulandra, deposita en tierra tus bellezas varias, variopintas y traperas!
Despotrica y baja del potro pétrea, y deja que eche una córnea sobre ésas tus orejuelas
que al viento transparéntanse, firibulosas. Yo te saludo chidoso y aseguro a todo riesgo
que nunca lució tu homóplato tan bello y ectocrático como hoy (heme aquí que curiosete) yo lo admiro”.

espatulio.jpg

Subtimidácea y troquelada la doncella sólo muestra los dientes en amago, negro y rey, de sonreír;
Otro amor recastoso y mocetil avala sus tragilíneos aconteceres.
“Se venden jamones por piezas”_musita arrinconante Espatulandra con sus memorias,
y deja a Tulio Ropero y le da la espalda
excusándose en loor de sanidad y encoquetada misantropía.

No es ni será Tulio el que hace de su inocente corazonzuelo nada menos que un churrasco.
No un Ropero de Torpes, no un energúmeno tiquismiquis, sino otro,
aquel cuyo mirar refulge cual secreción bucal bajo el sol de la mañana.
Oh, amorruscante cascabeleo interráneo, voluptuoso dellegar de los sentidos,
repiqueteo flirteante y saleroso llevado a cabo allá por los rebujillos campiñeros,
cuando en adolecer de dolencia adolescente ramploneaban observando
triscanillas reflungosas en la noche, acoquinando
melodías escandinavas con un gozo infantilero y reblandillo.
Oh sirenaico doncel, oh estuche de monerías, oh imberberechuelo adonis,
cuyo nombre de Espatulandra no oseznan las cuerdas vocales armonizar.



Septiembre 4, 2003 06:04 PM