Octubre 17, 2004

EL ANDÉN

Mis ojos acaban de abrirse. Pestañeo con fuerza con la intención de llegar alguna vez a acostumbrarme a tanta luz. Mi cuerpo está tendido sobre la cama. Tengo la cabeza apoyada sobre la almohada y con suavidad muevo mi cuerpo intentado sacar fuerzas para poder levantarme. Después de un leve instante en que noto como la gravedad pretende atraparme en la cama consigo ponerme sobre mis pies descalzos. Tras desperezarme, me dirijo hacia mi mesa para ver si el móvil tiene algún mensaje - que pena – pienso para mis adentros - Necesitaba noticias de su sonrisa-.

Después de desayunar atrapado por el eco de una voz amiga en la pantalla, para no sentirme tan tristemente solo, titubeante me dirijo al baño. Me apoyo en cada pared que encuentro en el camino. Necesito una ducha.
Las gotas caen sobre mi cuerpo curando heridas que no puede sanar el tiempo. Acariciando cada rincón como antes lo hicieran las yemas de tus dedos. Apoyado sobre mi brazo el agua está vistiendo mi cuerpo desnudo. Mis pupilas cerradas notan las caricias de las gotas que me llevan navegando a sueños inalcanzables.
Las gotas de agua hace mucho que han arrugado mi piel. El tiempo parece haberse parado. Mi organismo tirita de frío. Torpemente logro salir de la bañera. Una vez fuera rodeo mi cintura con la toalla y con el rostro empapado me quedo observando mi reflejo en el espejo. Parece que he palidecido un poco en las últimas semanas. No duermo apenas y mi insomnio cada día torna en más preocupante.
Tras vestirme lerdamente, sin querer me he puesto la camiseta del revés, salgo a la calle. Rumbo a… De eso aún no estoy del todo seguro.
En un leve pestañeo aparezco en un oscuro andén donde la gente parece ordenarse en filas, caras sin nombres que se reflejan en el cruel espejo del tren que me devuelve a mi nueva realidad. Aún no ha amanecido y mi cara parece emitir un gemido silencioso - ¿Donde voy? – pienso en voz baja. Sobre mi hombro una mochila azul y negra en la que es difícil diferencial cada parte. – Supongo que tengo clase – me contesto en un intento de parecer responsable.
Mi brazo se eleva cansado y sin fuerzas aprieto el duro botón de apertura de puertas del tren. Inmóvil espero a que se abran e impaciente busco el momento de entrar en el vagón. Es extraño, creo que el tren se ha partido en dos o… ¿ha sido mi alma? En mis pensamientos bulle la misma pregunta. - ¿Cuántas lágrimas habrá visto caer aquel solitario andén? - . Nunca me había parado a pensarlo. La incógnita se va haciendo cada vez mayor y comienzo a fijarme en todas las caras impregnadas de sueño que hay conmigo en el vagón.
En mi pequeña aventura por las caras que hay a mí alrededor me detengo en la de una chica joven, creo que más o menos tiene mi edad. Desde el primer momento me parece la niña más guapa que jamás he visto, bueno, tal vez no la más guapa, la verdad es que remontándome al pasado dudo al elegir ese adjetivo entre ella o la chica que una vez amé. Supongo que da igual. La verdad es que delante de mí hay una chica bellísima de rasgos redondeados, unos preciosos ojos marrones, y una sonrisa inconfundible con su dentadura casi perfecta. Un pequeño diente rebelde que parece esconder le da un aspecto pícaro y juguetón al mismo tiempo. Su pequeña nariz se arruga al elevar las comisuras de los labios otorgándole un destello de juventud y de inocencia bastante exóticos. Su piel oscura parece fundirse en perfecta armonía con el cabello ondulado que cae sobre sus hombros con ligeros destellos ocres. Va ataviada con una cazadora vaquera rota a la altura de los codos y unos pantalones del mismo estilo. Bajo la cazadora una camiseta blanca con letras rojas en la que se puede leer “KISS ME “. Al verlo mi fantasía comienza a ir de un rincón a otro de mi cabeza y me veo soñando con un amanecer entre sus sábanas, con su calido abrazo cubriéndome y su delicado pelo balanceándose lentamente sobre mi cara mientras besa lentamente mis labios. Tiene a sus pies un macuto de viaje azul y negro, con las correas rotas y un poco deshilachadas. En su cara el reflejo de una lágrima me llama la atención. Es curioso, me siento identificado con ella. De repente una especie de complicidad parece surgir y mis ojos se convierten en gemelos de los suyos pues el llanto parece comenzar a asomarse hacia el abismo insalvable de mi cara.
En ese preciso instante me doy cuenta de que me está mirando. Mi nerviosismo incrementa, no se si ha sido queriendo o simplemente echaba un vistazo a ver si alguien había oído aquella lágrima que había explotado contra el suelo de aquel silencioso tren al caer. Poco a poco noto como se va acercando. Como si todo fuera un juego, me intenta seducir con miradas que duran apenas segundos que como si de un rayo de frío se tratase erizan toda mi piel acabando todo en un leve escalofrío que me recorre el espinazo.
De repente el tren para en seco entre dos paradas, por la ventana solo se ven árboles poco frondosos y una débil estepa que da la impresión que vaya a empezar a arder con el primer rayo de sol de la mañana. El paisaje desalentador que veo al otro lado del cristal me lleva en un segundo a volver la vista hacia el interior del vagón. Algo raro está ocurriendo. Todos se han ido y me encuentro totalmente solo - ¿Dónde están todos? – digo en una especie de grito ahogado en aquel incomodo silencio. Tras unos segundos, una voz responde a aquella pregunta. – Es tu propio sueño – me contesta en un delicado acento andaluz aquella niña de rasgos redondeados con la que había estado fantaseando. Esta sentada frente a mí. Tiene la cabeza sujeta entre las manos y una peculiar mirada acuosa, como si sus ojos estuviesen conteniendo un tremendo secreto.
En silencio me quedo observando a aquella chica de labios provocadores y sonrisa de deslumbrantes perlas. Pero poco a poco noto como su imagen comienza a distorsionarse. Su pelo antes castaño comienza a crecer largo y moreno acabando por anudarse en una especie de coleta que enmarca su cara. Un rostro que poco a poco comienza a formase, la frente se ensancha unos centímetros y sus ojos y sus cejas se oscurecen agitanando todos sus rasgos que ahora dan la impresión de ser aún más delicados. Su nariz se ha vuelto algo respingona y su boca asoma una sonrisa perfecta que asemeja el brillo de mil estrellas y me resulta familiar. - Es ella – repite mi cabeza. La niña dueña de mis deseos. La protagonista de los únicos pensamientos alegres que consigo tener cada mañana está frente a mí.
Mi cuerpo comienza a temblar y mi corazón no cesa de bombear sangre a un ritmo que roza la taquicardia. – ¿Porque nunca me llamaste? – me pregunta la niña de boquita de princesa. No soy capaz de encontrar la respuesta. Sólo puedo recordar nuestra despedida sobre aquel frío andén donde la gente parecía ordenarse en filas y que estaba lleno de rostros sin nombre que nos miraban. – Te juro que al final nos volveremos a encontrar – le repetía una y otra vez al oído. Mientras apretaba con fuerza su cabeza contra mi pecho, que parecía estar amoldado a ella, notaba como todo su cuerpo temblaba y nuestras lágrimas acompasaban su ritmo como si fueran gemelas. En el suelo de aquella solitaria estación, donde vuelvo todas las noches para subir contigo en aquel tren y saber definitivamente porque nunca seré capaz de llamarte, mi alma optó por dividirse en dos. Una mitad se montó contigo en aquel tren y la otra aún sueña con hacerlo.

No dejeis nunca escapar una oportunidad. Perdonad si es muy largo pero me apetecía mucho escribir. Un abrazo a todos.

Escrito por DUDO a las Octubre 17, 2004 02:32 AM
Comentarios

Impresionante

Escrito por nacho a las Octubre 18, 2004 12:10 AM

Es un relato simplemente espectacular un tango escrito con el alma y una melancolia que encara una parte de cadaser humano, felicito al escritor por semejante relato y espero ver mas algun dia..

Escrito por oscar a las Julio 16, 2005 01:45 AM
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