Mayo 03, 2004

De mano ajena 5

Pascual Serrano presentación, fragmento, del libro de Marcos Roitman titulado: "El pensamiento sistemico. Los origenes del social-conformismo"

¿Por qué la opinión pública internacional acepta silenciosamente el desmantelamiento de la legislación internacional en la invasión de Iraq, la violación del derecho humanitario en Guantánamo o el final de la legitimidad de las Naciones Unidas?. Como será el nivel el grado de aceptación de la opinión pública internacional, que para evitar que se repitan críticas como las de Guantánamo, EEUU ha hecho desaparecer a miles de presos iraquíes. Nadie pregunta dónde están, en qué condiciones de encarcelamiento, bajo que jurisdicción, con qué acusaciones y con qué defensa jurídica. Y cuando digo nadie, incluyo con el silencio de la sociedad, de las Naciones Unidas, de los gobiernos aliados de EEUU o de las organizaciones de derechos humanos. No existe ningún comunicado ni de Amnistía Internacional ni de Human Rights.

A todas estas preguntas intenta responder el libro de Marcos Roitman. Por que estos ejemplos nos dibujan el paisaje de sumisión y conformismo que se divisa entre la población. Durante siglos los pueblos han luchado por mejorar sus condiciones de vida, en la búsqueda de una sociedad más justa y desigual. En esa causa, millones de seres humanos dieron su vida enfrentándose a crueles dictaduras. Hoy, sin necesidad de esa represión, en los países desarrollados se asume la pérdida de derechos sociales conquistados y no se atisba un movimiento crítico de contestación a los atropellos de los poderosos.

Eso es lo que analiza el sociólogo Marcos Roitman explicando lo que denomina el "pensamiento sistémico" o “social-conformismo”. Asistimos a "un rechazo hacia cualquier tipo de actitud que conlleve enfrentamiento o contradicción con el poder legalmente constituido". La guerra, la explotación y la competitividad, elementos todos ellos aberrantes de cualquier modelo de convivencia, son aceptados masivamente.

Como ha escrito otro buen amigo mío, Vicente Romano, resulta lacerante cómo “los trabajadores y empleados de las empresas de multimillonarios famosos leen encandilados cómo éstos dilapidan en los casinos o les regulan a sus amantes el dinero que ellos han producido”. Es escandaloso cómo han conseguido que la ciudadanía asuma el insultante status quo de las clases altas a su costa. Fíjense en esta anécdota. Una de las críticas que se hacen al sistema cubano, por ejemplo, es que los pescadores de langostas no se las pueden quedar, puesto que son comercializadas por el Estado, lo que interpretan como un ejemplo más del yugo comunista. No importa que esas langostas se comercialicen para turistas con el objetivo de conseguir divisas con las que pagar, por ejemplo, la gasolina que necesita un autobús escolar. Esas mismas personas indignadas ven normal que tampoco en nuestros países, el conserje del Palace nunca pueda alojarse en ese hotel, ni el albañil que hace chalets en el barrio residencial de La Moraleja pueda nunca vivir en las viviendas que construye, ni el camarero de la marisquería Corinto podrá invitar a su mujer a ese restaurante. Eso está aceptado. Las limitaciones y las desigualdades, por lacerantes que sean, consecuencia de las diferentes poderes adquisitivos están felizmente asumidas. Y lo que es más extraño, es que sean mínimos los trabajos y estudios que, como éste, se ocupen de este fenómeno.

Escrito por Francisco Bonal a las Mayo 3, 2004 09:28 PM
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