Jugar a la vida

Después de hacer las afirmaciones pertinentes, descubres que esta mierda, es tu hogar. Eres feliz, ahí dentro, porque no estas sólo. Pero eso es consuelo de bastardos gilipollas. Tu eres único. Tu eres el rey de este pestilente mundo.
Tu no deberías de vestir así. ¿Dónde quedó tu elegancia?.
Cuando llenar de pasta de dientes el lavabo era lo peor que te podía pasar.
¿Dónde quedó tu corazón?
¿Dónde lo dejaste olvidado?
Mira que te aconsejé que no te enamorases, que el amor no era un juego.
Pero tu, te empeñabas en jugar. En arriesgar tu vida. Y con tu vida -te dije- no se juega.

El amor era un truco. Es un invento que te despierta el alma. Pero tu alma, amigo, esta tan apagada como el día de hoy, en el que no existe más sol, que la bombilla polvorienta de esta habitación pérdida de la mano de Dios.
Y hubiese querido ayudarte. Decirte: Oye, estoy aquí, te regalo mi corazón para que tires el tuyo, que se ha roto de tanto jugar con él.
Pero sé, que no lo habrías aceptado.
Yo puedo vivir sin corazón. Te hubiese prestado el mío.

Pero cuando fui en tu busca ya era tarde. No sólo te habías cargado ese corazón que sangraba por las esquinas, si no que, además, habías perdido la razón.
Y yo de eso no podía darte, porque no tengo.
Desde que mi madre me abandonó perdí la razón, porque no entendí que yo hubiese salido de aquel chocho para luego ser abandonad@ sin más, en medio de una sociedad violadora y destructiva.

Mi razón esta pérdida, no puedo prestártela.
Pero si puedo darte un consejo. Huye. Si la amas ve a por ella, y si no déjala que marche. Que se vaya. Que se busque otro cuerpo que la arrope por las noches.
Una huida a tiempo es lo más acertado.
Has perdido el corazón, no esperes a perderte tú.
Ell@ no lo haría.