Cuando estás triste y tienes tiempo libre, no hay nada mejor que lanzarte a la calle, a caminar. Si hace frío te vas bajo el sol. Creo que una de las cosas más placenteras de estar vivos es sentir como te calienta el sol en un día frío de invierno.
Sentarte en un parque, con gafas de sol. Y mirar a la gente que pasa.
Cada persona es un mundo, es una historia.
A veces quisieras ser participe de sus vidas, gritarles que no están tan solos como creen.
Por la calle camina todo el mundo, como es obvio. Desde el que no tiene nada, hasta el que lo tiene todo. Y a veces, cuando ves a ese hombre trajeado y con corbata apretada, te preguntas ¿será tan feliz como parece?.
Ja. No lo sabes. No lo sabes porque no puedes preguntarle, y aunque lo hicieses él te mentiría porque ni siquiera el sabe si es feliz o no.
El mendigo, pide dinero para comer, en la puerta de una Iglesia, algunos no tienen piernas o brazos, pero les sigue latiendo el corazón: siguen luchando.
Las Rumanas con sus faldas largas hechas con telas viejas y no tan viejas, te intentan robar el bolso o alguna bolsa con la compra dentro.
Ellos subsisten de esta manera. Esto es la vida. Vivir, sin más.
Si te paras un momento y miras a un mendigo y a un hombre trajeado podrías comprobar que solamente hay una pequeña diferencia entre ellos dos: "el dinero".
Nada más. Porque los dos son personas: viven y respiran. Y también lloran. Y también mean, y sueñan.

Lo mejor o lo peor, es que todos necesitamos alguien con quien compartir nuestra vida, alguien con quien compartir nuestros sueños.
Pero poca gente lo encuentra, y mucha gente lo encuentra y lo pierde.
Por eso pienso, que somos personas con carencias, siempre en busca de la felicidad de forma consciente e inconsciente.
Que buscan una palabra de ánimo, una mirada sincera, un abrazo, una caricia, un beso, en alguien que anhela y busca lo mismo, en alguien que que se siente lo mismo que tú.