Existe un hombre que lo tiene todo, o eso parece.
En su cartera no faltan billetes de 50 Euros, ni décimos de lotería.
En los bares invita a todo el mundo, de este modo todo el mundo le conoce, y siempre le saludan, por la calle, en los bares...
Tiene dos grandes coches, un A6, y un Mercedes, pero siempre va con un Renault Clio de color granate, porque dice, que así, le es más fácil estacionar el coche: en realidad no usa esos grandes coches porque el sólo dentro de ellos se siente como una hormiga en un desierto.
Este hombre siempre tiene una puta a la que pagar para que le ofrezca sus servicios. El sexo no le falta. Paga y recibe.
No tiene problemas de ningún tipo: tiene dinero: tiene el poder.
Pero este hombre, cuando llega a su casa, solo tiene silencio. Nada más.
Cuando este hombre está en su casa, nadie intenta llamar su atención, como cuando está en los bares, que todo el mundo se acerca a él para que le invite a tomar algo.
En su casa queda sólo, como tu y como yo. Y el dinero, ahí, no ayuda.
Sino que le quema. Porque el dinero no le da calor, no le abraza.
Este hombre se tumba encima de la cama, y recuerda que la última vez que una mujer posó su cuerpo desnudo sobre esa cama, no lo hizo con el, lo hizo con el dinero. Con su dinero. Esa mujer le hizo el amor a sus billetes de 50 Euros. No a él. Si no hubiese tenido dinero, esa mujer, quizá, no habría estado desnuda en su cama. Y de haberlo estado, hubiese sido con él: solamente con el.
El hombre se siente triste. ¿De que vale tener dinero, si no tienes a nadie a quién abrazar por las noches?.
El amor no se puede comprar, si se pudiese, ese hombre hoy lo daría todo por tener un poquito de amor. Por sentir un poquito de calor humano.
Pero no hay mujeres que se fijen en él, y cuando lo hacen se fijan en su dinero, en la cartera que siempre lleva llena, para que nunca falte nada.
El hombre se siente traicionado por su propio dinero.
Piensa: Si yo no tuviese nada de dinero, si fuese un mendigo y durmiese cada noche en un portal diferente , o en una acera diferente, habría mujeres que se fijarían en mi, e incluso algunas sentirían pena por mi.
Pero como tiene dinero, nadie le tiene pena: Ese viejo rico y solo.
Y morirá rico y sólo. Porque nunca nadie le podrá amar a él. No al menos, hasta que el dinero sea una segunda parte en la relación.
Porque ese dinero le hace de máscara a la hora de acercarse a una mujer.
Porque su dinero ciega a cualquier mujer que se precie en acercarse a su corazón. Porque su dinero es lo que se clava en el corazón de esas mujeres, y no su amor por ellas.
El dinero nos hace ricos, pero a veces, nos empobrece el corazón.