Julio 17, 2003

Constructing Time Again

Introducción

Cumming Back

Haces como que te duermes al salir de Madrid, con las cajas llenas de libros, supuestamente para leer este verano, y un ordenador que funcionar, lo justo, y cuyas veleidades por el minimalismo laboral son, en gran medida, culpables de que no haya podido postear nada últimamente. Bueno, eso y que yo estuve demasiado ocupado al acabar los exámenes haciendo un par de trabajitos (que me han supuesto unos respectivos Sobresaliente y Matrícula de Honor en Tecnología de los Medios Audiovisuales y Teoría General de la Información, ¡Toma ya!), ya imaginaríais que lo de ver Amelie 14 veces seguidas no era una nueva y aberrante parafilia de esas. El viaje continúa, hablas lo justo, en parte como reproche a tu padre por llevar en el coche algo que sabe que no debería (mira que quedaría mucho más práctico un perrito de esos que menean la cabeza). Haces como que te despiertas, un par de veces, para compartir con él que tu tripa está cantando por bulerías y que un bocata de lomo sería un buen remedio contra la implosión gastrointestinal. Aguantas estoicamente que coja a posta el camino largo, porque al fin y al cabo, ¿qué es una hora de más después de 4 meses? Llegas a El Ejido, algo cansadillo y revuelto porque el camino largo incluía eso que siempre te hizo odiar los viajes por carretera: puertos de montaña repletitos de curvas. Entras en casa, bajas las cajas y maletas y notas algún tipo de fluctuación en la fuerza...

Yo, al teléfono: Mamá, ya he llegado...
Mi madre, al suyo: Ah, vente para la casa de la abuela, que estamos sacando los muebles...
Yo, anonadado: Vale...

¡GLUPS!

Parte I

I like the moving moving

El traslado de TODO aquello que hubiese o hubiera en casa de mi abuela a la casa vacía de una vecina que en paz descansa iba viento en popa cuando llegué y me explicaron, así rapidamente, que había que vaciar la casa de TODO aquello que hubiese o hubiera porque íbamos (un peligroso plural de la primera persona, así a botepronto) a echar los techos. Claro, eso significaba llevarse TODO aquello que hubiese o hubiera en casa de mi abuela a la citada casa, algo que se llevó como hasta la 1 o así de la madrugada del domingo. Al llegar a casa, por poner algo en orden, coloqué la tele, los libros y el ordenador de mi padre, el cual formateé para instalarle el Windows 98. Y lo hubiera hecho, si no fuese porque al intentarlo se me bloqueaba una y otra vez. Estupendo. Apagué las luces y me puse a pelear desde la cama con el calor por su cuota de ventana. Porque el asunto también significaba madrugar al día siguiente, como un campeón, para irse a echar una mano en el derribo de los tabiques y picado de las paredes (Amén del higiénico desescombro, siempre tan edificante y fortaleciente, en cuanto nos trajeran el contenedor. Pero no vamos a adelantar acontecimientos...).

Derribar esos tabiques tenía un nosequé, que qué se yo, que yo que sé. Es una de estas cosas que te dicen, de vez en cuando: "Eh, gilipollas, el tiempo existe. Y no has comido el suficiente tocino como para apelar a Einstein". YO CONSTRUÍ ESOS TABIQUES. Bueno, no exactamente, pero en gran medida sí que se me debe su correcta verticalidad y perpendicularidad con respecto al suelo. Yo tendría, así a ojo, unos 11 o 12 años. Por aquél entonces, vivía en aquella casa, con mi mamá, mi tía, mi abuela, y otras hierbas. Mi abuela decidió que ese verano, con unos ahorrillos, iba a reformar un poco su vieja (pero estupenda) casa. Así que contrató a un viejo albañil, amigo de la familia (mi abuelo fue albañil) y conocido en el barrio, tanto por su buen hacer como por su afición al pimple. Agustín El Caliche le llamaban. Se que es extraño, pero por aquél entonces yo no sabía qué significaba el palabro, de hecho hace bien poco que me enteré (podéis consultar el DRAE, lo recoge) de que es una expresión que se usa por beber a morro (al menos por aquí). Qué lástima que el día que murió de cirrosis yo no poseyera una información tan interesante para hacer buenos chistes. Lo que si sabía es que mientras le ponía los tabiques a mi abuela tenía que ir yo muy pendiente del nivel, por eludir influencias de Gaudí o J. García Carrión, más que nada. Y tres cuartas de lo mismo con el enlosado granadino, cuyo diseño era bastante facilito de seguir, geométrico, y, a pesar de ello, el tipo se empeñaba en aspirar a Miró cuando lo colocaba.

Y yo, con un marro, igual que ayudé en su día a colocarlas, las derribé. Supongo que será una metáfora, o algo así, sobre el ser humano y las connotaciones intrínsecas de eso, de ser humano. Pero es demasiado tarde y llevo 4 días disfrazado de rudo albañil de provincias, con el pseudo intelectual pedante de mí, aún doblado y arrugado en la maleta; así que pasaré por alto todo hecho trascendente al mero aporrear o acarrear, sean ladrillos o ciáticas, a pleno sol de la mañana. O a altas horas de la madrugada, que en mi familia también gusta.

Parte II

Under Constrcuction

La cosa cundía, el lunes por la noche ya estaban las dos naves de la casa tan diáfanas como culo de mandril y el martes por la mañana empezó Juan, el marido de mi madre, a derribar el techo con un martillo neumático. Él solía trabajar con un compresor, haciendo pozos. Pero tuvo un accidente, algo exótico, que acabó con un tractor bocabajo encima de su pierna derecha y una prohibición expresa de los doctores a hacer determinado tipo de trabajos, dando gracias a que hubiera sobrevivido. Por supuesto, después de aquello él ha seguido trabajando con su compresor, haciendo pozos). Poco podía hacer yo hasta que él acabara, aparte de labores de apoyo logístico, algo que incluía, por supuesto, tareas tan gratas como triscar por los muros destechados, intentando acordarme si yo lo que no tenía era vértigo o vergüenza. También recoger toda la maraña de cables que atravesaban la fachada de la casa.

En esas estaba, tumbado en el tejado con medio cuerpo colgando sobre la acera, soplandome en las gafas para que no se les ocurriera bajar ni un poquito más de la cuenta al resbalar por mi nariz, cuando me levanté para preguntar algo y vi poco más de medio cuerpo de Juan que se desplazaba vertiginosamente a través del agujero en el techo hacia el lecho de escombros y vigas, que yo recordaba bastante duro e inhóspito hacia la gravedad, a unos 3 metros debajo de él. Por supuesto, con el ruido del compresor en marcha no pude oir "¡Me cago en Dios!" ni nada de eso, así que me asomé a la polvareda que subía y pregunté, lleno de ánimo esclarecedor: "Juan, ¿Te has caído?" (que es como mi boca tradujo el "Juan, ¿Estás bien?" que tan bien había preparado mi mente. Básicamente, como estaba en caliente, sí, estaba bien, e incluso subió al techo de nuevo y quitó algo más de él. Pero en cuanto bajó un rato y se enfrió, el bien se convirtió en un esguince de tobillo galopante, con pierna vendada hasta la rodilla, muletas, y diez días de reposo. ¡Hay que joderse!

La cosa pintaba bien, total, mi labor de desescombro podía realizarse perfectamente mientras hubiese un contenedor en la puerta destinado a tal fin. Y como mis condiciones laborales, que vienen a ser las mismas de las que tanto se ha quejado Joaquín, sin aire acondicionado ni Internet, pero con una estupenda pala y una nube de polvo constante que, a veces, parecía no estar respirando. Así, vuestro humilde servidor (yo), comenzó su andadura en el peligroso mundo de las armas de construcción masiva, iniciandose en el noble arte de la albañilería del que, hasta ahora, solo había participado, y poquito, en la riqueza de su poesía. Yo, que no cojo apuntes por mi mala letra y porque el boli, con lo que pesa, me hace callos, me veo al otro lado de una pala vengativa y traicionera a media mañana, y con un jefe de obra accidentado. Sumémosle que probablemente tenga algún tipo de alergia al cemento y se están empezando a manifestar sus síntomas más cutáneos. El resultado son unas estupendas heriditas estratégicamente distribuídas por mis manos que, doler no duelen, pero escocer las hijas de puta lo que no está escrito.

Parte III

Like a virgin, touch for the very first time

Derrengao, riendome al pensar que hace apenas un mes Álex quería convencerme de que nos apuntásemos a un gimnasio, riendome por no llorar, claro, porque el gimnasio por lo menos no tendría duchas de agua fría, como las que me tengo que dar aquí cuando no está mi abuela para encenderme el calentador, me duché con agua fría. Me puse la ropa limpia y me fui a la casa que ahora habita mi abuela a descansar un poco hasta que viniese, como todas las tardes, el profesor de la autoescuela a recogerme para hacer esas prácticas que, se supone, me permitirán aprobar mañana de una puñetera vez y tener, dentro de 15 días y previa liquidación con la autoescuela, un cartoncito rosa que me permitirá obviar cuanto llevo aprendido en esas dichas prácticas.

Quise buscar un papel y un boli, por ir esbozando lo que debía ser este post si hubiese hecho un borrador en lugar de ir improvisando, y me topé con eso que siempre te topas cuando rebuscas en un sitio donde has llevado TODO lo que hubiera o hubiese en la casa de tu abuela: cosas. De momento, las cosas que más llamaron mi atención fueron carpetas. Una muy ochentera, forradita de pegatinas de Michael J. Fox, Kirk Cameron, A-Ha, Kylie Minogue..., otra con cosas mías del colegio: un trabajo sobre Espronceda, un cuento que tuve que escribir como castigo de un profesor (vale, "de" y "a") por haberme metido con su camisa de color naranja butano. Otra, pequeñita y de cartón azul, que me dio la gran sorpresa, por lo insólita. Contenía un lazo de raso blanco, tres cartas y un fajo de billetes (desde unas 100 pesetas del 70 hasta una emisión provisional de 1 peseta por la República en el 37). Fascinado por el tesoro los miré, remiré, olí y acabé guardando de nuevo en la carpeta para escanearlos (probablemente cuando lo consiga los postée por aquí, como curiosidad más que nada). También fueron increíbles las cartas. Increíbles por lo horroroso de la cantidad de faltas contra la ortografía, la gramática o la sintáctica que puede cometer uno cuando escribe a un viejo amigo mientras se está en el servicio militar. Probablemente cuando consiga transcribir alguna sin que me detenga la risa, también la postearé por aquí. Por aquello de mandar a tomar por culo la intimidad de alguien que, por otra parte, no tengo ni puñetera idea de quién puede ser.

Parte IV

Mighty Chest and his fabulous cheerleaders

Manolo es sordo. Sordomudo. Manolo es pescador. Manolo vive ahora en una casita que tiene mi abuela en el patio para alquilar y volvió el martes de la mar. Manolo nos trajo sardinas riquísimas. Y Manolo es un cabrón cuando se pone a trabajar, al menos desde la perspectiva de alguien que se lo toma con la debida tranquilidad. Manolo es "El sordo cabrón" (homenaje, homenaje). Además, sospecho que sí que entiende lo que se le dice, lo que pasa es que prefiere ir a su bola y, comunicativamente hablando, jugar a lo que más le gusta: la descodificación aberrante. Consiste, más o menos, en entender lo que te sale de la punta del pijo cuando interpretas un mensaje. Un ejemplo: yo le miro, con mis ojillos de corderillo degollao, y flexiono los brazos con las palmas de las manos dirigidas hacia el suelo, varias veces. Yo creía que en el "Idioma universal de los que no tienen ni idea de cómo hacerse entender" ese gesto siempre había significado "Sedatio et tranquilitas" (Calma y tranquilidad). Sin embargo, yo debía estar equivocado, o eso, o el cabrón de Manolo se empeña en interpretarlo como "Eh, ¿Por qué no me colmas un poco más los cedazos, les añades alguno que otro de esos loscos con granito que pincha y, de paso, me echas algo de arenilla en los ojos con el vigor de tus paladas, que me ha dao por ahí?".

Cuando Manolo se agarró al tajo llegaba yo de la ferretería, que había ido a comprarme unos guantes apropiados a las "Labores de redistribución de material de construcción irreciclable" que mis manos desnudas y heridas. La verdad es que eran unos guantes de puta madre, subvencionados por mi abuela, que solo me costaron 1,05 Euros. Se los enseñé a Manolo y le pregunté, en ese idioma que ya os imagináis, si quería unos iguales para él. Él dijo que sí. Que sí, en "ese idioma" me pilló por sorpresa, con un Manolo satisfecho y sonriente calzándose mis novísimos guantes y conmigo volviendo a la tienda a por otro par para mí. No os molestéis en sugerirlo, ya lo he intentado, pero comunicarse con él a través de notitas es imposible: no sabe leer y escribir muy poquito. ¡Hay que joderse!

Eso sí, es un gran tipo el sordo cabrón. Y bastante listo. Estabamos allí con nuestras paletadas de escombro y de pronto paró, cogió una de las puertas jubiladas y la usó para tapar una ventana. Había observado cómo los transeuntes, sobre todo los oriundos del Magreb (toma corrección política), miraban demasiado a través de toda la casa vacía hasta el patio, donde frente a la ventana de par en par de la pared opuesta a la puerta, se ven divinamente las dos matas de marihuana (una macho y una hembra), que tiene mi abuela plantadas en el patio. No, tampoco hace falta que me preguntéis por qué mi abuela tiene dos plantas de marihuana más altas que yo en su patio, yo tampoco lo sé. Y no, nadie fuma en casa. Estas cosas suceden en mi familia, ya me conocéis: son cosas extrañas que, sin venir a cuento, simplemente suceden.

Parte V

To be continued...

En unas horas me examinaré (otra vez) del práctico, ya lo he dicho. Eso me libra del tajo por la mañana, aunque sin lugar a dudas algo me caerá por la tarde. Pero, al fin y al cabo, es una labor que asumo con gusto. Trabajar para mi abuela a cambio de comida acaba siempre bien pagado. Aparte de lo que me ahorro en dietas y pamplinas para conseguir ese fantabuloso cuerpo de obrero que tanta ilusión (espero) le hará a Irenita cuando vuelva a Madrid y me vea.

Pensaré mañana en qué hacer si resulta que no le gusto con cuerpazo, siempre puedo meterme a marine, dejar de pensar, y fugarme por ahí como una menor, como mi amigo Eme ... digo ... como el tipo ese de las noticias, al que, en mi humilde opinión, los padres de la niña debieran estarle muy agradecidos. He visto la foto de la niña y, de verdad, que le pongan un piso al tipo. O no la casarán en la puta vida...

Posted by germanmj at Julio 17, 2003 11:25 PM
Comments


Enhorabuena por la Matrícula de honor. Me he divertido mucho con tu inicio de "vacaciones" :D...en cuánto a la niña, yo también considero que da mucho más miedo que el marine, a su lado el hombre parece un cacho pan y hasta un poco osito.

Posted by: Xisca on Julio 18, 2003 06:05 AM


Y felicidades por el Carnet de Conducir. Lo he sabido esta mañana cuando mi Aseguradora ha subido repentinamente la póliza.

Por ciertro, viendo que metiste mano en esa construcción... empiezo a pensar que ya sé de dónde sacaron a Jodido Estúpido Johnson.

Un abrazo,
J.

Posted by: Jónatan on Julio 18, 2003 10:08 AM

Pues te advierto que con sólo quitarme el vino con casera, el pan y la cocacola ya he perdido tres kilines.
Y esta tarde voy a recoger la bici.
Espero que te esté cundiendo, porque en Octubre nos apuntamos a kung-fu. Sí, he dicho "nos", ve mentalizándote, croqueta humana.

Posted by: Somófrates on Julio 18, 2003 11:32 AM

Bien, menos mal que ya con conexión, iremos a post por día.

Ya nos contarás que tal el carnet. Curiosidad mal sana ¿Cuantas veces te has examinadao?

Posted by: fatalidad on Julio 18, 2003 11:38 AM

Don German, make my day: dígame que en Tecnología de los Medios Audiovisuales ha tenido de profesor a Manuel Siguero Guerra.

Posted by: P. on Julio 18, 2003 04:39 PM

Gracias por las felicitaciones. Lo del post por día está por ver (menos mal que mientras los australianos sigan investigando yo tendré temas de los que hablar).

Me he examinado 3 veces del práctico, las dos primeras con bastante menos suerte que hoy, como comprenderéis... :D

Señor P., sintiendolo mucho le comunico que mi profe de TMA no era ese, más bien uno clavadito (en mi opinión) a Jason Lee con barba, cuyo nombre es Ramón Galiano.

*Germán relee el comment de somo y se pregunta dónde coño estará el pequeño saltamontes...

Posted by: Germán on Julio 19, 2003 01:11 AM

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Posted by: link- on Septiembre 1, 2004 02:15 AM

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