Enero 12, 2004

Sesión doble

Cuando yo era pequeñito, en El Ejido el único cine que había era el municipal, que se proyectaba en el teatro. Sólo había sesiones sábados y domingos. Una película a media tarde y otra por la noche. Y, por si alguien lo dudaba, las películas no eran precisamente "estrenos". El criterio que siguieran para traer unas y no otras, así como por qué seguían usando un proyector de esos en los que solo cabía media película y tenían que hacer descanso son misterios insondables cuya verdad jamás conoceremos.

Como era barato, me pillaba al lado de la floristería y la mayoría de los fines de semana yo tenía poco mejor que hacer que leer o ver películas casposas (que las había incluso antes de Parada) en la tele con mi abuela, pues me daba el paseo y me veía la menos mala de las dos, cuando no ambas, si es que las dos eran muy malas. Al principio me costaba no ir acompañado, siempre había alguien dispuesto a echar unas risas (Babe el cerdito valiente no era tan buena como creí, en realidad me reí muchísimo por la de imbecilidades que nos dió por hacer aquél día en el cine a David y a mí). En aquél teatro (cine), como en la biblioteca, ya hasta les sonaría mi cara. Es lo malo de la vecindad, aparte de que los encargados fuesen los mismos. Mientras con otros se ponían quisquillosos, a mí me dejaban, por ejemplo, pasar a ver tranquilamente las películas que no debiera (vaya usted a saber según quién) hasta 9 u 8 años antes de que me tocara. A veces, quedándome a ver las dos pelis, conseguí batir verdaderos records. De aguante, de tragaderas, de culo recio. El más sonado fue el fin de semana en que aquellos insensatos programadores decidieron que pondrían Wyatt Earp por la noche y El pequeño Buda por la tarde. Echad la cuenta: casi 8 horas de cine en un mismo día. Aquella noche sólo tenía ganas de ponerme una túnica azafrán y disparar a los cuatreros.

Luego crecí, empecé a encontrar cosas mejores que hacer los fines de semana, las películas se fueron haciendo peores y, finalmente, dejaron de poner películas, sencillamente. Unos años más tarde, abrieron en el Copo (celebérrimo centro comercial ejidense) unos multicines, de lo más modernos y cómodos. Pero no era lo mismo. Estaban más lejos, eran más caros, las películas eran aún peores... no sé, en realidad solo habré ido 4 o 5 veces allí, y la mayoría hasta a desgana. No me quedó ninguna costumbre por ir al cine. Me reduje a ese sibarita que se alquilaba las peores películas que iba encontrando con Jose Miguel en los distintos videoclubs. Hasta en eso él es mejor, yo aún no he visto El pollo jurásico.

Aquí en Madrid, lo de ir al cine ha sido también bastante casual la mayoría de las veces. Pocas intencionado y, encima, la mayoría para películas frikis. No es que no quisiera ver alguna buena que otra, pero normalmente no encartaba o, más habitualmente aún, se me olvidaba (que existía tal película e incluso que quería haberla visto). Las que he visto en la facultad no cuentan, porque esas me las ponían muy a huevo. Y también había de todo, lo mismo te ponían genialidades como Sang Woo y su abuela (¿Aún no la habéis visto? ¡¡¡Herejes!!!) o Bowling for Columbine (Idem) que te cascaban un From Hell, directamente infumable.

Hoy, por dos necesidades bastante distintas, he rememorado aquellas tardes de fin de semana (ahora que mis domingos son vuestros lunes) en que me tragaba dos películas. Lo bueno que tiene Madrid es que si necesitas ver La flaqueza del bolchevique un lunes a las cuatro de la tarde, puedes. Y no solo eso, también puede resultar una de las sesiones más cómodas de habitar (junto a determinadas golfas). La película estupenda. En comparación con el libro, cuyas dos últimas páginas iba leyendo con los trailers de fondo, me ha sabido a poco. Porque el personaje del libro es más cafre, más cabrón, menos humano (ñoño) que el de la película. De hecho en el libro es bastante manifiesto que el tío no se ha comido un colín en años y en la película liga a las primeras de cambio. Diferencias de ese tipo, o no mucho peores, aparte la adaptación está bastante bien llevada. Lo malo es que ciertos detalles de la película suscitaron mil recuerdos al humor privado, y Jona y yo nos hemos reído de lo lindo con algunos pasajes de lo más anodino (como que quedaran en Callao a las siete, o que el tipo hiciese llamadas jadeantes a una tal Sonsoles) para los demás, las personas normales. Otro de los grandes descubrimientos que hemos hecho es el llamado "Plano ejidense" (el director es paisano). Es ese plano en el que el personaje (normalmente la chica de quince años) se marcha caminando, dando la espalda a la cámara. Yo sostengo que su uso está plenamente justificado, que es un plano que insufla una gran melancolía a la película, por aquello de las personas queridas que se alejan. Jona, que pensaba menos en la semiótica, aduce que en realidad es todo una excusa para sacar el culo de la niña, que viene a suponer (y en esto sí lleva algo de razón) como el 45 % de toda la cinta.

Eso en Princesa. Al terminar, hablando de culos bonitos, me he ido a Plaza de Castilla, a esperar a Irenita con quien había quedado para ver (¡Por fin!) una película "de las suyas". De las suyas porque a ella le gustara, que la he obligado, pobrecilla, a ver cosas como La liga de los hombres extraordinarios, o peores. Hoy tocaba Love Actually, encarecidamente recomendada por algunos, explícitamente obligada por otros y que, después de verla, superaba con creces las espectativas. Realmente ha merecido la pena, quizá por complementar el toque trágico de la otra película con esta tan cómica. Quizá por lo bonita. Quizá por lo inteligente y divertida. Irenita tenía razón, esta película había que verla en pareja. Nos compadecíamos de las otras dos señoras (cada una en una punta, no os vayáis a pensar) que habían ido a verla solas. Nos compadecíamos (yo al menos), porque nosotros no dejábamos de largar, rajar y comentar en toda la puñetera película. Muy buena también, ¿lo había dicho ya?. La verdad es que la tarde ha sido bien aprovechada, sí señor.

Después, la niebla se ha tragado a Irenita en autobús. Y a mí el Metro. Y cuando he llegado a casa, no sé en qué mala hora, ha sido cuando mi cuerpo ha recordado que estaba griposo, mi cerebro que tenía unos trabajillos pendientes y yo, tampoco tengo muy claro el por qué, que hacía mucho tiempo que no iba a ver dos películas al cine la misma tarde.

Posted by germanmj at Enero 12, 2004 11:59 PM
Comments

¡Yo quiero ver La Flaqueza! ¿Quién me lleva?

Y de paso, la de Woody Allen con la Ricci...

Posted by: Eme A on Enero 13, 2004 08:31 AM

¡Eme A, no desesperes, yo te llevo!

¡En cuanto llegue a Atocha te llamo!

Posted by: efe on Enero 13, 2004 02:28 PM

Si ya sabía yo que, igual que cambiaban a Judas Priest por Extremoduro, debían haber cambiado "bolchevique" por "baturrico"... :P

Posted by: Germán on Enero 13, 2004 04:35 PM

Yo recuerdo alguna sesión doble con 3 descansos, porque una de las pelis que daban, era Los diez mandamientos (no se si es muy larga, pero lo recuerdo así). Como entonces no fumaba, compraba reservas de chuches.

Posted by: haditjé on Enero 13, 2004 05:38 PM
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