Abril 06, 2004

Confieso que he vivido...

Lucky Luke y Jolly Jumper eran solo una silueta negra hundiéndose en el horizonte y hasta podía oir, (extradiegéticamente, claro) por influencias subliminales de la televisión, al vaquero silbar la tonadilla famosa. Entonces cerraba el tebeo. Cerraba los ojos fuerte, para devolverlos al mundo real. Salía del estante donde había estado tumbado toda la tarde y colocaba todos los libros y tebeos que pudiera haberme leído. Entonces me percataba de que habían apagado las luces de la biblioteca. Recogía mi mochila tranquilamente y cuando estaba listo me ponía a aporrear la puerta de cristales y a chillar para que el conserje viniera a abrirme. Esto no pasaba siempre. A veces los bibliotecarios llamaban a mi madre para preguntarle si yo estaba en la floristería y ellos podían cerrar la biblioteca tranquilamente. Otras veces mi mochila dormía allí porque yo a media tarde me había ido a jugar al fútbol y se me había olvidado ir a por ella.

Otras veces dónde me la dejaba era en la furgoneta. Normalmente no pasaba nada, era una puñetera mochila de esas que las ves por fuera y dices "Mira, este niño ha matado a dos compañeros y los lleva ahí descuartizados" y que luego cuando la intentabas levantar corroborabas que estabas en lo cierto. A la mañana siguiente la encontraba allí como si nada (sí, lo habéis descubierto, yo no hice nunca los deberes). Pero claro, no siempre la encontraba allí como si nada. Hoy que sé cosas de la vida comprendo que cuando uno tiene el mono y anda desesperado no duda en pillar aunque sea una mochila escolar. Entonces a mí no me entraba en la cabeza qué podía esperar un pobre yonki encontrar que le sirviera en mi mochila, en el fondo tampoco me hubiese molestado si no fuese porque el robo suponía tener que ir a buscar luego todos mis libros y libretas desparramados por un parque que había cerca. Bueno, eso la segunda y la tercera vez, la primera nos costó un poco más saber dónde estarían. Por suerte, nunca rompieron las ventanillas. ¿Para qué? Mi madre dejaba la furgoneta abierta, no había nada que robar. Tanto era así que una vez entró uno por la noche, todo sigiloso, desde la parte de atrás hasta la radio, que hacía un par de años que no funcionaba. Empezó a desmontarla y a la de tres piezas quitadas se cagó en los muertos de quien fuese, dejó mil duros en la guantera para comprar una nueva y se largó. Mi madre a la mañana siguiente se ahorró los mil duros, porque recolocó como pudo las piezas (¡Al revés!) y la radio volvió a funcionar.

No fue el último que salió escaldado al intentar robar la furgoneta (No os vayais a creer: era una Nissan Vanette con un montón de años y un par de Cattleyas rosas pintadas en las puertas). En otra ocasión, también entró por la parte de atrás un tipo con presumibles intenciones aviesas. Y con el ruido que hizo al abrir la puerta mi madre le oyó y desde la ventana pudo ver todas las evoluciones que iba haciendo dentro del vehículo el pobre desgraciado. Decía que entró por el maletero, donde llevábamos un par de troncos enormes y (esto es importantes) lo suficientemente oscuros como para que en la noche el tío no los distinguiera y tuviera que descubrirlos primero dando una patada de esas dolorosísimas a uno y luego tropezándose malditamente contra el otro. Saltó hasta el asiento de enmedio, donde creo recordar que llevábamos el gato, enorme y traicionero, por un lado. Por el otro había una bandeja de cactus. Fuese lo que fuese con lo que topara, se lo clavó y le hizo levantarse y llevarse el subsiguiente coscorrón que le correspondía en virtud de su estatura superior al metro setenta. Gemía y gruñía, aquello tuvo que ser peor que lo de los ladrones de Solo en Casa. Por fin llegó a la parte del conductor. Apenas había tenido tiempo de comprobar que la radio era una mierda (la misma de la anécdota anterior, pero unos años después, años en los que había vuelto a dejar de funcionar) cuando uno de los enormes brazos de Juan le cogió del cuello y le arrastró afuera. Aunque es delgado, Juan, el segundo marido de mi madre, lleva muchos años trabajando en el campo. Además tiene un compresor y se dedica a cavar zanjas y pozos negros. Imaginad sus brazos. Añadidle también que salía en calzoncillos, y mostrando esa pierna derecha a la que le faltan unos cuantos músculos por culpa de un accidente y que, lo reconozco, cuando no estás acostumbrado da bastante grima. El tipo salió dispuesto a encararse, con todo, pero al cerrar la puerta de la furgoneta (¿Por qué coño la querría cerrar?) se pilló la mano. Creo que ese fue el detonante. Ahí se derrumbó, literalmente, a los pies de Juan. Abrazado a su pierna izquierda lloraba y suplicaba que no le pegase. Una penita de hombre.

Aquí en Madrid no es que no pasen cosas divertidas, hay un tipo que todas las madrugadas la emprende a patadas con los contenedores en las esquinas, hay mil chiflados por la calle, hay diversión, sin duda, pero quizá el que no es el mismo soy yo. Y mi memoria es peor.

Posted by germanmj at Abril 6, 2004 10:00 AM
Comments

Como siempre, me he tenido que quedar a leerlo hasta el final!

Posted by: carmen on Abril 6, 2004 10:16 AM

Pobre hombre, cuantas humillaciones en un momento. Historias de cuando la radio del coche era un lujo a sustraer.

Posted by: Mostaza de Canela on Abril 6, 2004 12:20 PM

¡Has vuelto al CONTENIDO!

¡Yupi!

Posted by: Adrián on Abril 6, 2004 02:51 PM

ITACA
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Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencias, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones ni a Cíclopes,
ni a fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante tí los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Itaca te enriquezca.

Itaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.

Aunque pobre la encuentres, no te engañará Itaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Itacas.


(Konstantino Kavafis)

Posted by: J on Abril 6, 2004 03:16 PM

jejeje Pos si que pasan cosas si... Y la verdad locos habelos hailos en todos lados...
Besitos mode cashondeito ON

Posted by: Kaperucita Negra on Abril 6, 2004 03:51 PM

A mi ya me ha dado penita desde lo de los troncos :P

(genial again)

Posted by: haditjé on Abril 7, 2004 07:39 PM
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