Septiembre 19, 2005

Cuento I (1ª parte)

La suave brisa acariciaba sus rostros, enrojeciendo sus mejillas, mientras enfriaba lentamente sus cuerpos. Aquella tarde de otoño todo parecía estar en su sitio. Las hojas de los árboles iban cayendo poco a poco, amarillas, sin vida, cubriendo el suelo donde hacía escasas semanas se hubiera podido ver nítidamente una vereda que corría junto al arroyo ya casi seco entonces. A ratos la brisa aumentaba su fuerza y se convertía en una ráfaga de viento helador que les calaba hasta los huesos.

La pareja había parado el coche más o menos a un kilómetro de donde se encontraban, siguiendo el antiguo sendero y había decidido pasear por aquel viejo bosque. Ambos caminaban cogidos de la mano, sonriendo, felices de tenerse el uno al otro, felices de estar juntos en uno de los parajes más bellos y desconocidos de aquella localidad. Como todo el mundo, habían oído las historias que se contaban acerca de los misterios del bosque, de sus fantasmas, brujas, animales salvajes desconocidos y un sinfín de absurdos cuentos claramente inventados para asustar a los más niños del entorno. Lo cierto es que el paisaje podía llegar a ser tenebroso a la par que bello, pero ¿acaso algún bosque no lo parece?

De todas las historias, la que más les había llamado la atención fue la del supuesto espíritu que habitaba en su interior. Se trataba, al parecer, de un alma inmortal que se había adueñado del bosque y de todo cuanto en él habitaba. Se decía que gobernaba los destinos de todo ser vivo que penetrara en su interior, incluso de las personas que trataban de visitarlo. Lo más curioso de todo es que en el pueblo cercano al bosque, no habían sido capaces de encontrar a nadie que les guiara a través de sus sendas, y no porque la suma de dinero que la pareja había ofrecía fuera pequeña, sino porque decían no conocer ninguna de ellas.

Ambos sintieron que se trataba de unas gentes muy extrañas. Era imposible pensar que en toda la población, ni una persona conociera algunas de sus sendas. De cualquier manera nada iba a quitarles la ilusión de pasear junto a aquellos ancestrales árboles, y eso es lo que estaban haciendo. Las vistas eran, sin duda, dignas de ser recordadas durante toda la vida. Continuaron avanzando, lentamente, siguiendo la vereda. El ruido de las ramas mecidas por el viento comenzaba a hacerse cada vez más fuerte. El tiempo empezaba empeorar, y sintieron que la temperatura descendía bruscamente en cuanto cruzaron aquel riachuelo. Lo hicieron atravesando un puente de madera que parecía demasiado bien conservado como para que nadie lo hubiera reparado en, al menos, un par de años. “La gente del pueblo nos mintió, esta es la prueba.” dijo él señalando el puente una vez hubieron cruzado.

Al cabo de poco rato ambos empezaron a sentir demasiado frío, y unas negras nubes ocultaron el Sol. La luz decayó. Él oyó el castañeo de dientes de ella, y se giró para abrazarla y sostenerla entre sus brazos con el fin de darla calor. Cuando la miró, se dio cuenta algo terrorífico. Ella no estaba tiritando, ni eran sus dientes los que sonaban. Cruzaron las miradas, asustados. Miraron a su alrededor con miedo. Entonces ella emitió un angustioso grito al que siguió un pequeño balbuceo mientras señalaba en la dirección de donde provenían. Él, atónito, no pudo dejar de mirar el camino, o mejor dicho, donde antes estaba el camino. Allí no había nada. La senda parecía comenzar justo debajo de sus pies, y continuar adelante, sólo adelante.

El instinto les hizo girarse mirando hacia el lado opuesto... hacia todas partes... el camino sólo tenía una dirección. Era imposible. Ellos habían venido desde la carretera, donde habían aparcado el coche, hacía tan sólo algo más de 20 minutos... y allí ahora sólo había bosque, un frondoso bosque cerrado. La temperatura seguía descendiendo. El castañeo de dientes fue sustituido por un agonizante jadeo que parecía provenir desde detrás de unos matorrales junto a la senda, a pocos metros por delante de donde se encontraban. Avanzaron despacio. Dieron un par de pasos. Se giraron para mirar atrás y volvieron a quedarse paralizados cuando vieron que, nuevamente, el camino comenzaba bajo sus pies. El bosque parecía cerrarse a medida que avanzaban... estaban cerca de los matorrales... entre el jadeo se oyeron unos lamentos y un llanto. El miedo paralizaba sus músculos. El viento sopló con más fuerza. El llanto se acentuó. Ambos se cogieron de la mano y comenzaron a rodear el arbusto, buscando el origen del sonido. A lo lejos retumbó un trueno, que ocultó durante unos segundos el sonido del llanto, que cada vez era más angustioso. Ambos se apretaron las manos con fuerza y continuaron buscando con la vista. Ella, de repente, lanzó una exclamación y él siguió su mirada, hasta que quedó paralizado, perplejo. Allí estaba el origen del llanto. Una niña, era una niña. Por su aspecto podría tener unos once o doce años, y estaba allí, sola, en mitad del bosque... pero, ¿cómo había llegado hasta allí? ¿quién era ella?
La niña les miró, sollozando. La mujer se acercó, hablándola con un tono dulce para tranquilizarla. La pequeña abrió los brazos y rodeó el cuello de la mujer en un largo abrazo. Después, con mucha tranquilidad, la soltó, y se dirigió hacia el hombre. Le besó en la mejilla, le cogió de la mano, una mano fría como el hielo, y con una sonrisa que les congeló la sangre a los dos, les dijo: “seguidme... creo que habéis perdido el camino... quizás pueda ayudaros...”.

Escrito por Juanjo Escribano a las Septiembre 19, 2005 11:07 PM
Comentarios

Pediste una opinion y aqui está...Me ha gustado el cuento, muy al estilo sudamericano del realismo fantastico...sigue haciendonos disfrutar con unas letritas...

Escrito por durden a las Septiembre 29, 2005 11:35 AM

Como no pones ningun post en Octubre y fijate en las fechas que estamos :P seré yo el que pregone a los 4 bits, digo vientos que te gané al frontón, bueno no, te humillé!! y que espero el siguiente enfrentamiento con ansia para saborear esa cervecita fria y rica cuyo sabor es más agradable con el sabor de la victoria.... :P

Escrito por durden a las Octubre 19, 2005 01:23 PM
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