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12 de Octubre 2004

Cuando dejemos de odiar a Bush

Tuve oportunidad de encontrarme con Male unos minutos en su visita a la ciudad de México. Alcanzó a comentarme que tuvo un debate en Mérida con algunos amigos, a propósito de Fahrenheit 9/11, la película de Michael Moore.
Esta anécdota y la lectura de un artículo me llevan a las presentes reflexiones.

El artículo se titula Fahrenheit 9/11. La película, es firmado por Martha Bátiz Z. y viene en el más reciente número de la prestigiosa revista mexicana Metapolítica. Dicho artículo me ha sorprendido por su desafortunado contenido y lo tomo como ejemplo porque a mi juicio ilustra muy bien el otro lado de la moneda en esta historia de antipatías: La fácil e irreflexiva complacencia actual con todo lo que sea “anti-bush”.

Pero me gustaría comenzar con un par de aclaraciones:

Primero: La mayoría de nosotros estamos de acuerdo en esto: No nos simpatiza George W. Bush, y no nos gustaría que ganase las elecciones de noviembre en los Estados Unidos.

Segundo: Han aparecido algunos artículos criticando y desacreditando el trabajo fílmico más reciente de Moore. Es común caer en el error de minimizar los “ataques” a todas aquellas personas que nos simpatizan. Más común es creer que los “ataques” son hacia la persona y no hacia sus opiniones. En el caso de los críticos de Moore (Hitchens, el más destacado), éstos han sido a su vez descalificados dadas sus filiaciones ideológicas. En todo caso, antes de la descalificación a la persona, cabe escuchar (o leer) lo que dice. Tanto Moore como Hitchens pueden ser personas bastante desagrables, o ambos bastante simpáticos, pero eso es independiente de sus afirmaciones y métodos, que pueden ser correctos o incorrectos y susceptibles a crítica.

Una vez aclarados estos puntos procedo a partir del artículo de Metapolítica:

El texto de la señora Bátiz expresa un agradecimiento a Moore por lo siguiente:

“Gracias, porque con este documental se ponen en evidencia, con una bravura y un desenfado fuera de serie, los vínculos entre los Bush y los Bin Ladens que Moore ya había denunciado en su libro Dude, Where Is My Country?.”

¿Evidenciar los “vínculos” entre los Bush y los Bin Laden? Cualquier persona medianamente informada conoce de sobra la historia Afganistán-USA-CIA-Bin Laden. Esta “aportación” de Moore realmente no es novedosa en lo absoluto.

“Gracias, porque demuestra que la guerra de Irak fue sólo una fachada para hacer un jugoso negocio.”

Nuevamente: ¿Pero esto no era más que evidente desde un principio?

“Gracias, porque expone imágenes que él mismo recibió o consiguió y que de otra forma no habríamos visto.”

Tal vez Moore nos haya enseñado cosas que de otra manera no pudiésemos haber visto (aunque muy probablemente nos hubiésemos imaginado). Pero, ¿cómo son usadas estas imágenes? ¿Son evidencia absoluta e irrefutable de algo? ¿Cuál es el objetivo de que nosotros veamos dichas imágenes (niños mutilados, madres llorando por sus hijos muertos)? ¿Acaso no son objetivos muy similares a aquéllos que criticamos en los noticieros "sensacionalistas"?

“Gracias, porque después de ver esta película nadie puede seguir creyendo en nada de lo que George W. Bush, o su padre, o sus allegados políticos, digan.”

¿Pero es que alguna vez se le ha creído algo a Bush? ¿Y se puede creer entonces a otros políticos por el simple hecho de no ser George W. Bush? ¿Le voy a creer a Kerry entonces?

El párrafo que más sorpresa me ha causado:

“Fahrenheit 9/11 es una película larga, que muestra la reacción de George W. Bush cuando, en medio de un grupo de niños de primaria, le avisan que las Torres Gemelas de Nueva York acaban de ser atacadas con aviones. Cuentan que una imagen dice más que mil palabras: su mirada vacía, atónita, de absoluta imbecilidad, desnudándose a través de sus simiescos ojos, es impresionante. Su pasividad, aterradora.”

La señora Bátiz (al igual que Moore) logran desnudar el "alma" del presidente norteamericano mediante la “mirada vacía, atónita”. ¿”Pasividad aterradora”? Bueno, el señor ha demostrado para mal de todos que no es nada “pasivo”. Tal vez se deseaba que en aquel preciso instante, a la centésima de segundo de recibir la noticia del ataque a las torres el presidente de los Estados Unidos saltara como impulsado por un resorte y diera órdenes a mansalva, sin detenerse a meditar la situación. Escenario que, por supuesto, también hubiese sido criticado y evidenciado como prueba de la “absoluta imbecilidad” de Bush.
En los epítetos está el error. ¿”Simiescos ojos”? El ataque a las acciones de un ser humano deviene en ataque al ser humano per se y se desvirtúa, tal como se sigue demostrando en el siguiente párrafo:

“En manos de este hombre irresponsable —que de excelente fuente sé que cada fin de semana se iba a emborrachar a Matamoros cuando su padre era Gobernador de Texas, que no fue capaz de tener éxito en ningún negocio propio, y que no es más que un “hijito de papi”— han estado las vidas de miles de personas que han muerto en una guerra sin sentido ni razón.”

¿Bush hijo es un borracho? Parece que Sir Winston Churchill también lo era. Dicen que Hitler era una persona bastante decente en su trato personal, y persona modelo en su relación de pareja. ¿Y?

¿Si Bush no fuese “hijito de papi” sería una mejor persona? También hay un error en afirmar que “las vidas de miles de personas” han estado en sus manos. A pesar de que en su calidad de presidente de Estados Unidos él toma la decisión final sobre muchas cuestiones cruciales, no podemos fincarle “toda” la responsabilidad sin caer en los simplismos. Y la “guerra sin sentido ni razón” no es tal: Tiene razones, no es un acto de locos. Mucha gente se beneficia, criminalmente, con ella.

Hay otra afirmación grave, siguiendo con el texto de la señora:

“Fahrenheit 9/11 no es propaganda política ni un panfleto lacrimógeno: es un espejo en el que los estadounidenses podrán ver reflejado lo que han hecho desde que permitieron que Bush usurpara las elecciones del 2000”.

El subrayado es mío. En esta parte del artículo la culpa y responsabilidad se transfiere a los ciudadanos estadounidenses por haber “permitido” que Bush llegara dudosamente al poder. Siguiendo esa “lógica” hasta el extremo para evidenciar lo ridículo, entonces yo me preguntaría qué tan responsables somos los demás ciudadanos del mundo por “permitir” que los norteamericanos sean tan tontos y estén tan desinformados.

“Esta es una película cuya intención es incendiaria, ciertamente: quemar la reputación de Bush y su familia, de todo su equipo, y abrir los ojos hacia aquella parte oculta de la historia.”

Éste es el meollo del asunto: Parece que la cinta de Moore no busca despertar una reflexión inteligente, para que su espectador al final saque sus propias conclusiones. Busca desacreditar directamente a una persona o grupo de personas; busca influir en el comportamiento de los individuos evocando reacciones viscerales y no cerebrales, no profundamente razonadas. Irónicamente, casi el mismo método usado por la administración Bush para buscar apoyo ciudadano a su guerra: La emoción antes que la razón.

Los dos peores momentos de Fahrenheit 9/11 a mi juicio lo son por burdos: La escena donde el director nos muestra a niños jugando en la calles de Bagdad, volando papalotes; tomas de ancianos tomando café, sonriendo y platicando apaciblemente, para hacer un corte inmediato a misiles despedazando la ciudad por la noche. Es decir, parece que todo era felicidad en Iraq antes de que los malditos gringos viniesen a echarlo todo a perder.
Y otra: Moore afirma textualmente que nunca antes ningún iraquí había matado o atentado contra la vida de ningún estadounidense. Seguramente ante esta afirmación tan categórica como evidentemente falsa, más de uno se habrá sentido ofendido en su inteligencia (yo no me ofendí porque carezco de ella, gracias a los dioses).

“Esta película se merece los aplausos que recibe al final. Y sí, si se puede criticar entonces hay que decir que no es objetiva. Pero su objetividad no es la meta. La meta es quemar a Bush como a un Judas en día de fiesta mexicana. Y si lo logra, yo me voy a tomar un tequila a la salud de Michael Moore.”

Ninguna opinión puede tener como meta la objetividad, y la debilidad de una opinión no puede establecerse a partir de su falta de objetividad. La “subjetividad” de Moore no es susceptible de crítica porque no podemos escapar de ella cuando damos nuestra versión de los hechos. Pero lo que sí es criticable es que Michael Moore utilice deliberadamente los métodos que tanto critica; métodos que él bien sabe no llevan más que a mantener una visión maniquea de asuntos tan complejos.

Resumiendo: El objetivo de la película de Michael Moore, expresado claramente por él mismo, es hacer una aportación directa para impedir la reelección de George W. Bush. La pregunta que se plantea es el clásico dilema ético: ¿El fin justifica los medios? Porque me parece que los “medios” usados por Moore no fueron los más apropiados. Pudo haber sido más honesto.

Sé que el sentimiento anti-estadounidense que circula por el planeta no es gratuito ni mucho menos. Pero también estoy convencido que a cualquier nivel la batalla última es por hacer que la racionalidad prevalezca.

Publicado por Pável 12 de Octubre 2004 a las 11:59 PM