Marzo 09, 2004

Es lo mismo

Esta noche he discutido de política con los tres españoles del piso. L. y J. son hijos de empresario, mientras que de A. sin saber a qué se dedica su padre me basta saber que su curso de piloto comercial cuesta 20.000 euros (dinero recibido de su padre). Los tres tienen una visión caricaturesca de lo que significa ser de izquierdas, casi en la línea de lo que uno encuentra en LibeloDigital.

Es más o menos fácil discutir con un neoliberal militante. Se cree de verdad lo que dice. Se cree que la reducción del gasto público, la privatización de la sanidad y la educación o que dejar el empleo en manos de las leyes del mercado realmente beneficia a la gente. Naomi Klein, autora del muy recomendable No Logo (Paidós, varias reimpresiones) se encontró frente a frente en un debate con Sameena Ahmad, redactora de la revista liberal The Economist. Como Naomi Klein sabía que los datos que usara en el debate serían refutados con un simple "esas fuentes me parecen discutibles" basó sus argumentos en informaciones publicadas por la propia The Economist. La redactora de The Economist debió sentirse tan avasallada que escribió un artículo en su revista titulado "Por qué Naomi Klein debe madurar". [Esta historia contada por Naomi Klein en su página web sirve además para comprobar que es un camelo eso de que la globalización está aumentando la prosperidad y reduciendo la pobreza en el mundo].

Sin embargo mis compañeros de piso partían de un esquema totalmente diferente contra los que me resulta imposible discutir: El cinismo y la mezquindad. Por un lado hace gracia. A. se pasó toda la noche en su papel de facha provocándome con comentarios racistas. Pero por otro lado inquieta. ¿Cómo puedo uno esperar construir una sociedad mejor si el mensaje de "sálvese el que pueda" ha calado?

En sus casos, no hay que extrañarse. Lo que sería preocupante es que un hijo de trabajador poco cualificado estuviera en contra de la redistribución de la riqueza o del gasto social. Pero para uno como yo que orbita en el mundo de lo moral a veces resulta preocupante aterrizar y encontrar gente que ordena su mundo a partir del principio del egoísmo. Y ante principios pocas razones valen.

...

Diferente fue el caso de mi discusión el jueves por la noche en Internet mediante el MSN Messenger con R., una compañera de clase. Ella procede de un país latinoamericano con el 35% de la renta per cápita española donde estudió en una universidad high level y trabaja para el gobierno de ls EE.UU. (!) Podría hacer sangre contando su background (me horripila las muletillas en inglés que suelta en la conversación). Nuestra conversación yendo por otros derroteros me pareció muy representativa de los tiempos pos-lo-que-sea en que vivimos.

Todo empezó hablano de mi e-mail reflejando mi hartazgo por cosas sucedidas en el máster a raíz de mi encontronazo dialéctico con dos profesores (del que hablé el jueves 5 de marzo en Ciencia y Revolución. R. es de esas chicas que creen (como muchas que conozco) estar especialmente dotadas para la psicología de andar por casa. Según ella todo esto se debía a mi ego herido, y que en la vida todo al fin y al cabo es cuestión de puntos de vista e interpretaciones.

Hay algo preocupante que no sabría a quién atribuir pero es la creencia de que todas las opiniones valen y que ninguna es mejor que otra. Uno alude a hechos constrastados, a fuentes, libros y datos, y da igual. La gente sospecha de toda afirmación que sospecha política. Así que en el debate de la TV sobre historia sentamos a un lado a una víctima del Holocausto, y al otro lado a un simpático viejecito alemán residente desde 1945 en Argentina: "Señores, tiene cada uno 10 minutos para explicar su punto de vista".

Incluso las cosas que la gente acepta con su sentido común parece que no afectan a nadie. Al final da igual todo, la gente asiente con la cabeza pero sigue su camino. Es como si se hubiera perdido la capacidad de escandalizarse. Y pienso en la guerra de Irak, el Prestige y otras tantas cosas.

Pero la discusión con R. llegó a otros derroteros, que me llegaron a recordar un capítulo de los Simpsons, un especial de Halloween, en el que Homer compraba en Marruecos una mano de mono mágica que al cerrar cada uno de sus dedos concedía un deseo. Lisa Simpson pedía que desaparecieran todas las armas del planeta, a lo que Homer reaccionaba quitándole la mano de mano y diciendo "¡Cómo puedes ser tan egoísta!". R. no entendía mi cerrazón en determinados temas, que para mí son cuestiones éticas y morales. Ella caracterizaba mi forma de ver las cosas como propia de alguien poco flexible, poco razonable y casi fanático. Pretender ser fiel a unos valores es un acto de egoísmo. Uno no cierra a los demás. Se aferra a su idea o su moral y no es dialogante y flexible: "¡Niño deja de hacer el tonto, sal de tu habitación y baja inmediatamente a saludar al Sr. Pinochet!".

El rechazar relacionarse con alguien por sus ideas políticas o morales queda transformado en otro acto funesto. Nos estamos cerrando a la amplia y rica variedad de la humanidad, donde todos tienen algo que aportarnos. Incluidos, claro está, el Sr. Pinochet.

Y todo esto, claro producto de razones psicológicas profundas. No sé dónde oí o leí, no estoy seguro que fuera una película, serie o artículo, de alguien que ridiculizaba a los militantes de izquierda diciendo que las personas que no tenían hijos, tenían animales y los que no tenían nada de lo anterior, tenían causas. R. venía a decir algo así. Tener valores era producto de una pobre vida personal. Al fin y al cabo si uno se preocupa por las condiciones de trabajo de los inmigrantes, los derechos humanos en países lejanos o la degradación del medio ambiente, es porque se aburre. Y toda esa energía, toda esa pasión y todo ese tiempo empleado en luchar por algo mejor lo dedicamos a algo productivo, a los demás que están a nuestro alrededor ("Niño, acércale unas pastas al Sr. Pinochet") y en aprender valores positivos chachi-guays como la tolerencia.

Y es que es lo mismo ser que estar
Es lo mismo estar que quedarse, ¡que sí!
también quedarse es igual que parar
es lo mismo.
Será que somos, y estamos
y nos pensamos quedar
pero es igual conformarse o pelear
es parecido... es lo mismo.

Es lo mismo vasta o bastar
es lo mismo, decir, opinar, imponer o mandar
Las listas negras, las manos blancas... verás
es lo mismo.
Gana el que tiene más ganas...

No sé si me explico, ¿no?

Escrito por Lobo a las Marzo 9, 2004 04:36 AM