Abril 06, 2004

Lucía

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Lucía


Podía sentir los latidos en su sien.
Toda la superficie de su cuerpo
se mezclaba con el horizonte de las sábanas.
Sus piernas comenzaban un contacto entre ellas
que se perdía en las yemas de los dedos de los pies.
Su pelo largo tapaba marginalmente
unos ojos cerrados y una boca entreabierta,
de la que nacía una niebla
con periodos simultáneos al roce de su dedo.
La luna se dejó ver en su ventana,
empapando las sábanas de luz,
mientras la niebla aparecía
cada vez con más frecuencia.

Estaba sola.

Cuando escuchó que toda su alma
se transmitía por el aire,
sintió como si su cuerpo se paralizara.
Pero no emitió ningún gemido.
No se oyó ningún susurro.
Fue el aliento lo único que cayó en ese instante,
condensándose en los labios
y enfriándose según bajaba por sus senos.
Para finalmente congelarse
en esa pequeña cavidad
a un palmo de la entrepierna.

Era tristemente feliz.

Y una lágrima salió en busca de su vida,
fundiendo el aliento,
que goteaba ya en el ombligo.
Esa noche subieron las mareas.
Pero no fue la luna.
Y esa que entonces era una niña,
que quiso ver el sol y no pudo verlo,
miró a la luna y dejo de serlo.

Era cada vez más solitaria y aún menos feliz.

Y entre jadeos y melancolía
que sólo la luna pudo entender,
vi como una niña sin compañía,
se convertía en una mujer.


Taciturno no olvida, pero perdona... A la que fuese mi amiga Lucía...

Escrito por taciturno a las Abril 6, 2004 03:50 AM
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