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    Magdalenas en llamas

    Que la magdalena es un manjar, es irrefutable.

    Sesudos estudios han constatado que este dulce desayuno o merienda, crea una situación de bienestar inmediato comparable únicamente al de determinados opiáceos y alguna sustancia, más bien ilegal, sintetizada en algún laboratorio holandés. ¿Quién no se ha levantado alguna vez de mejor ánimo ante la promesa del sabor de un delicado manjar como es éste? ¿Quién no ha sentido regocijo al ver beber con nosotros el café con leche o el Cola cao a semejante compañera?. Este placer denostado por toda dieta macrobiótica, hipocalórica o disociada, que advierten de su poder adictivo, incluso aunque sólo sea el pensamiento, nos hace siempre estar como en casa. Recuerden si no esa gran canción de Don Juanito (en paz descanse), "Cuando salí de mi tierra / volví la cara llorando / porque lo que más quería / atrás me lo iba dejando", y después "Yo soy un pobre emigrante / y traigo a esta tierra extraña / y en mi pecho un estandarte", en clara alusión a la reconfortante sensación de una magdalena empapada en un buen café caliente rodando por el gaznate, tan difícil de encontrar allende los Pirineos. Las cosas sencillas son las que más emocionan y las que más se echan en falta cuando no se pueden tener.

    Las bondades de la magdalena, sus efectos beneficiosos para el estado de ánimo, (que, dicho sea de paso, son reales, no como los pretendidos por otros desayunos norteamericanos a los que le falta un trozo y no necesitan de un papel para evitar el exceso de absorcion de endorfinas vía tópica), ha sido más que estudiado por filósofos, escritores, sabios y hombres de estado de todas las épocas. La referencia más antigua de como un objeto de deseo como este puede llegar a cambiar la vida de alguien, la tenemos en Séneca, exiliado a Córcega por su negativa a dar la receta al Emperador y por repartir esta pitanza gratuítamente entre los habitantes de la Hesperia, haciendo que éstos estuvieran siempre de buen humor, excepto a los "granaínos", por cuestiones que no vienen al caso (fama que ha llegado hasta nuestros días, tanto la del buen humor andaluz como la de la mal follá granaína). En sus escritos habla, desde su retiro forzoso en aquella isla, del embrutecimiento de sus habitantes por la falta del preciado manjar: "Con el fuego se prueba el oro. Con las desgracias, los grandes corazones". En su habitual tono melodramático, nos indica el gran calado moral de los sufridos corsos que, pese a no poseer el conocimiento para hornear las doradas viandas, luchaban estoicamente contra los elementos y se sobreponían a la adversidad.

    San Juan de la Cruz, en su "Subida al Monte Carmelo", habla de su desesperación por encontrar en aquel páramo alejado del mundanal ruido, aquello de lo que estaba huyendo, y que no era otra cosa que nuestra amada e incomprendida magdalena. Su obsesión le llevó a tener pseudoapreciaciones olfativas "En el olfato sienten a veces olores suavísimos sensiblemente, sin saber de dónde proceden" o "También en el gusto acaece sentir muy suave sabor, y en el tacto grande deleite, y a veces tanto, que parece que todas las médulas y huesos gozan y florecen y se bañan en deleite; cual suele ser la que llaman unción del espíritu, que procede de él a los miembros de las limpias almas." Nunca agradeceremos suficiente a la magdalena el bien que ha hecho al pensamiento filosófico de todos los tiempos. Una huída de una obsesión hizo que San Juan de la Cruz articulara un sistema complejo de pensamiento moral y teoría de la fe que sigue vigente, en su mayoría, en la actualidad.

    Hemingway, Sartre, Hess... muchos son los extranjeros que una vez probada una magdalena, soñaron eternamente con volver a probarla, con desigual suerte. Pero es quizá el caso de Kirkegaard el que más nos llama la atención. Por medio de una asistenta de Lugo que contrató en los últimos años de su existencia, saboreó con deleite, una tras otra, tres docenas de magdalenas, ante el estupor de la pobre señora. En aquel momento tuvo una visión general de la historia y de la naturaleza humana, sintió cosas que nunca antes hubiera pensado y fue entonces cuando desarrolló su teoría general y acuñó la frase que le autodefine: "Es un hombre desgraciado que oculta profundas penas en el corazón, pero cuyos labios estás hechos de tal suerte que los gemidos y los gritos, al exhalarse, suenan como una hermosa música". Maruxa, que así se llamaba su aya, nunca pudo volver a España por cuestiones ideológicas, por lo que Soren no pudo volver a probar el jugoso fruto del trigo. Como dice Maruxa en sus memorias: "Paresió como si un can le ubiese trampado a cabeciña non entendí la relasión con las madalena hasta que vin que se las zampou todas en una sentada"(sic). Vivió el resto de su vida torturado por el irremediable sentimiento de contraste entre la verdad y la belleza, la religiosidad mística y la alegría de vivir comiendo magdalenas. Aquel placer no podía ser más que un placer de Dios, y él como teólogo, sufrió cada día con la disyuntiva de desayunar aquel maná que Maruxa le había dado a probar o unas sucias judías con tomate sobre una sosa tostada de pan negro.

    ¿Por qué esta oda a la magdalena? ¿Este riguroso estudio de la historia y la influencia intercultural de este tan apreciado, a la par que sabroso y nutritivo alimento? Pues porque estamos nominados a los Fire Blogs Awards, "los premios más absurdos" según reconocen los promotores de los premios, y es este sensual y jugoso bollo (sin ánimo de ofender) la imagen del concurso. Tenemos quince días para elegir a los mejores blogs de cada categoría, y su voto puede ser fundamental, a la vez que puede ayudar a su blog (o al nuestro) a tener más visitas. Pierda dos minutos más de su valioso tiempo viendo las bitácoras seleccionadas y vote, vote, haga uso de su derecho constitucional, del voto (in)útil, de la disciplina en el voto y todas esas patrañas. Estaríamos muy, pero que muy agradecidos.

    fba

    Escrito por Moet

    17 de Mayo 2004 a las 12:59 PM

    | TrackBacks [0]
    Comentarios

    Estas bellísimas palabras sólo se merecen...¡una fantástica bolsa de madalenas (lo siento, soy de la grafía cañí) del pueblo del Cutty! (en próximas fechas, pasaré a entregarlas)

    Escrito por Cutty a las 17 de Mayo 2004 a las 05:14 PM

    doylo por hecho.

    Escrito por Moet a las 17 de Mayo 2004 a las 07:16 PM

    Querido compañero de blog, me parece que necesitas desayunar algo más consistente por las mañanas para no caer en este delirio magdalenero.

    Escrito por Chatunga a las 17 de Mayo 2004 a las 07:23 PM

    La verdad es que yo siempre me las he comido sin mas, básicamente porque a las horas matinales que ingiero delicado manjar, no he conseguido despertar más que algunas de mis funciones básicas, dentro de las cuales no está incluida la de reflexionar sobre tal acontecimiento como es éste.
    Aunque a partir de ahora creo que desayunaré más despierto, bueno, o igual me paso a las rosquillas que me resultará más fácil.
    Enhorabuena por ello, oye. Un saludo.

    Escrito por facsulas a las 18 de Mayo 2004 a las 10:33 AM

    ¿Rosquillas? Las aceptamos exclusivamente si es usted residente en Madrid y por la cercanía de San Isidro en los almanaques

    Escrito por Moet a las 18 de Mayo 2004 a las 10:43 AM
    Quítese el veneno









    ¿Volverá por estos lares ?