Resquicios del pasado en el centro de Madrid.

El miércoles pasado tuve un deja-vú que me hizo comprender el título del blog de Jasp: “el tiempo pasa irremediablemente” y añadiría:”para unos mejor que para otros”. Sin comerlo ni beberlo, me ví envuelto en la inauguración de una de esas terrazas de verano que en Madrid proliferan por estas fechas como champiñones, para cerrar en octubre y pasar al olvido, en el mejor de los casos, o a la ruina, en muchos de ellos. Es en estos sitios donde mi educación carabanchelera me hace sentirme, cuanto menos, raro. Siempre he pensado que lo de salir a tomar una copa no era solamente eso, salir a tomarme una copa, sino que llevaba implícito una serie de alicientes que convertían la salida en entretenida, divertida o, en ocasiones, en un despiporre. Vamos, que para beber me quedo en mi casa en calzoncillos (perdonen la imagen a estas horas), que me sale más barato y luego no apesto a humo. Soy de esa especie extraña a quien le gusta hablar mientras se paladea un sabroso ron, tranquilamente, hacer como que bailamos, aunque no tengamos edad, tararear las canciones o, si se tercia, cantarlas voz en grito, agarrados de los hombros como hooligans borrachos. Esa es mi idea de salir por la noche. Sin embargo, por segunda semana consecutiva, el miércoles fuimos a una de estas terrazas que comentaba al principio. La pasada semana, como era una fiesta motera (ejem…) y tal, pues como que no me entretuve demasiado en hacer un estudio sociológico de la gente que revoloteaba por allí, estaba más entretenido mirando aquellas bellas máquinas, sin embargo, el señor x, que es muy largo, me hizo notar su incomodidad en sitios en los que la gente es tan sumamente fashion que hace que nuestro ego se sienta desplazado. Este miércoles, en aquella “terraza”, noté como la gente era, efectivamente, de lo más “cool”. Allí no se hablaba demasiado, a lo sumo se saludaban, eso sí, muy efusivamente, como si hiciera siglos que no se veían, aunque fueran vecinos de toda la vida o compañeros habituales de padel, para pasar de nuevo al juego por el que todos estaban allí: ver y dejarse ver. Recuerdo cuando empezábamos a salir, con el miedo a lo nuevo, un mini de cerveza para diez y un cigarro para seis, cuando por miedo a quedar como lo que éramos (pringadillos), hablábamos poco y mirábamos mucho, haciendo un arte lo de las miraditas para intentar tener una ración de “petting” que nos hiciera llegar con el consabido calentón a casa. Sin embargo, años después se pierde la vergüenza y se rompe a hablar, demostrando lo que todos ya sabían (que no éramos pringadillos, sino unos pringados de tomo y lomo), ligando lo mismo (cero), pero divirtiéndonos mucho más. Pues bien, sobre la caterva de mudos-bebedores-por-el-morro-arreglaos-pero-informales que puebla las terrazas de Madrid sólo caben las siguientes opciones:
-Son mudos ocasionales. Viven de su voz y tienen que cuidarla. Son pregoneros, cantantes de saetas, plañideras, increpadores de árbitros de fútbol profesionales, pescaderos, cantamañanas, charlatanes de feria o aspirantes a participantes en la OTI.
-La endogamia de sus familias, contrariamente a lo que se puede pensar, ha llevado su cerebro a un estadio más evolucionado, dónde la telepatía es su forma común de comunicación.
-Tienen una rica vida interior, y en esperan a la noche para desarrollar una teoría universal sobre el movimiento cinético, o repasando mentalmente las teorías de Wittgestein y Kirkegaard sobre el yo y el otro. Este extremo es el más probable.
-Venían de una boda y, por aprovechar el modelazo que les ha costado tan caro y en vista de que los novios no se estiran más en la barra libre, van a lucirlo a otro lado.
-Son insomnes, camellos, despedidos, ociosos, amantes de la canción del verano, famosillos de medio pelo que viven de esto, gorrones, vouyeaurs, camorristas, coolhunters, camareros o vagabundos. En cualquier otro caso, no es justificable que estén en un sitio como ese, aburriéndose y esperando su momento, a saber: que le entre el sueño, un cliente, nada, que pinchen la canción del verano, un fotógrafo, alguien con copas gratis, una teta, un pringao, su jefe, que su compañero salga de trabajar y que todos se vayan para intentar dormir caliente (esta última opción, también sirve para los ligones ocasionales, amateurs y profesionales, que también abundan)

Concluyendo: Que me estoy haciendo mayor, que no estoy para estas tonterías ya y que no soporto salir por salir. Pero sobre todo y ante todo, no me gustan los sitios en que el que más habla soy yo…