Enero 23, 2005

Caracas o el drama de no ser cosmopolita

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Escrito por: Newton

He llegado a pensar que Caracas no tiene espacios de ningún tipo. En la época de la Colonia lo público se interpretaba como el conjunto de calles alrededor de un vacío llamado plaza, basado en una geometría netamente cartesiana donde las manzanas eran de una perfecta simetría cuadrada (muy parecida a la actitud actual de los políticos de no reconocer sus errores en materia de urbanismo, lo digo por lo cuadrado)
Los espacios han sido comidos literalmente por el comercio informal (buhonería como lo llaman los expertos), cosa que no debe alarmar a nadie pues la informalidad existe en nuestra ciudad desde la colonia y es probable que se convierta en el modo de vida del planeta en general, si el capitalismo triunfante sigue triturando a la gente. Es así como el cruce genético en este trópico tan generoso, es quizás el detonante que dio forma al gentilicio venezolano.
Las plazas en caracas fueron concebidas (en casi toda Latinoamérica) como espacios cuadrados en su proporción espacial, vacías en su percepción y religiosas en su concepto pues la mayoría de ellas se formaron alrededor de las iglesias, asumiendo funciones variadas: mercado, corridas de toros, proclamas de reyes y príncipes, ejecuciones en donde la clase dominante (realeza y burguesía) les era dado un sitial privilegiado con forma de tarimas octogonales, entendiéndose aquí un claro significado místico-religioso. La plaza era la escala que propiciaba un radio de acción homeostático entre las calles y su centro.
Este concepto de gravitar sobre dogmas religiosos dio origen a las procesiones o paraduras, las cuales atraían a diversas clases sociales divididas en jerarquías étnicas, llenando los espacios públicos de muchos potenciales clientes y sus consecuentes mercaderes. Se puede decir que la procesión es el antecedente secular de las marchas políticas en la actualidad (solo que mas destructivas y llenas de graffitis)
Es aquí donde nacen los primeros indicios peculiares de una cultura signada por la improvisación donde los comerciantes de víveres y baratijas asumieron el quitasol como una exclusividad no solo funcional (protegerse de las inclemencias del sol tropical) sino también de status social dentro de la clase buhoneril. Esto hace pensar en un tipo de sociabilidad propia de la región tropical: acercamiento, roce, chisme y los primeros actos de pillaje como el robo de las velas de cebo de los faroles, las cuales eran colocadas para evitar “ofensas” (actos sexuales) a su majestad divina.
Es solo a partir de 1805 que las plazas empiezan a convertirse en “plazas de reunión”, algunos dicen que con fines recreacionales, quizás eran con fines “conspirativos” (gesta libertadora). En esa época el mercado y la plaza de toros desaparecen del centro de la plaza para ubicarse hacia las calles periféricas o fuera de ella, las quebradas (pequeños riachuelos) son redescubiertos como sitios públicos informales de recreación lujuriosa y la implantación de los primeros centros específicos de recreación como los frontones de pelota vasca (“la muralla de caracas” actualmente desde 2 pilitas hasta las fuerzas armadas, aprox. En la Esq. De la pelota) introducido por los primeros vascos llegados al país a través de la Compañía Guipuzcoana, son el antepasado primigenio del popular juego llamado “pelotita de goma” (muy popular en los barrios de excluidos)
Por supuesto, el recogimiento privado tenía sus espacios con forma de billares (terratenientes), galleras (peones) y loterías (indios y negros esclavos). El teatro, máxima diversión burguesa, solo era para los privilegiados. Tanto que Humbolt refiere en sus crónicas que el techo del teatro de Caracas era la bóveda celeste (pues no había la tecnología suficiente para construirlo, por eso no tenia techo). Es cómico pensar que todavía estas siguen siendo las mismas diversiones en la actualidad…
Es así como hacia finales de 1800, el viajero extranjero ante el espíritu carnavalesco y lúdico del venezolano “pueblerino”, se convierte en un cronista de las fantasías expresadas por sus antecesores, los aventureros. Ante este empuje comercial (el que se originaba por el turismo) es cuando la burguesía criolla decide darle, a través del poder político, una nueva dimensión a la ciudad construyendo paseos, ramblas y bulevares, pre-dimensionando lo que seria la ciudad metropolitana del siglo XX. En esta época, caracas seria llamada “la pequeña Londres” (1880 - 1935) por su clima y “la ciudad de los techos rojos” por su morfología arquitectónica. Solapadamente, la construcción de estructuras militares logró espacios públicos con pocos recursos arquitectónicos asociados a la capacidad de movilidad que debía tener un ejército moderno. Así encontramos la creación de la Av. Los Ilustres, rambla que se extiende desde la Universidad Central de Venezuela (plaza las tres gracias) hasta el fuerte militar Tiuna, en la que dos 2 monolitos con los nombres de todos los próceres, están orientados espacialmente hacia un punto en el parque nacional el Ávila conocido como la Silla de Caracas. Toda esa intencionalidad se ha extraviado del camino…
Caracas actualmente parece ser una ciudad vanguardista poblada de centros comerciales llenos de tiendas-ancla, en donde los espacios públicos son privados, que son vistos desde afuera pero solo apreciados desde adentro. Vouyerismo de vitrina, párrales (pérgolas) protegidos con plástico, donde la terraza para tomarse un trago o un café esta montada sobre una masa monolítica despegada del transito peatonal, sin conexión con lo cotidiano, con la cultura de la congestión metropolitana. Es aquí donde entran las mafias de mercaderes del espacio público, convirtiendo una antigua tradición coherente de apropiarse de las calles, en un negocio lucrativo de robos a mano armada y calles llenas de basura sin intención de reciclarla. Del otro lado, los políticos como siempre, aportan su nota de ser ineptos en la recuperación de la ciudad, aunado a la escasa educación civil del uso y abuso de los espacios públicos, cada vez mas anulados por la mercadería llamada seguridad personal que proporciona el centro comercial-ancla, distribuidos por todos los extremos de la ciudad, haciendo del automóvil contaminante un icono de status dentro de las masas ignorantes por necesidad y vulnerables por la coacción de la publicidad egocentrista del culto a lo efímero.
La ciudad no es un ente inmutable, es un espacio global dentro de lo local que debe ser susceptible a las transformaciones tecnológicas (artificialmente homeostáticas) que conserven una escala de lo potencialmente humano y de lo globalmente funcional. Quizás el drama de las clases poderosas que promueven esta actitud (la desarticulación de la ciudad), sea el saber que una tragicomedia llena de ranchos es lo mejor para sus abultadas billeteras, quizás es parte del plan de un “nuevo” orden mundial…
A veces pienso que es mejor viajar en el anonimato del subterráneo…

Escrito por Parafrenia a las Enero 23, 2005 05:03 PM
Comentarios

El ágora griego o el foro romano, o la medina árabe (que de todo eso hemos tenido en mi país) se asemeja a ese concepto de plaza pública, como espacio de usos múltiples y variados, dinámicos con el tiempo.
Un saludo

Escrito por odyseo a las Enero 27, 2005 06:41 PM
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