Escrito por: Manuel de Sousa (granolo75@yahoo.com)
Me dirigía a casa de una amiga. Como cualquier persona normal, me detuve en el portal a tocar el intercomunicador. Para mi extrañada impresión, sentí la mirada pesada de una mujer fea, divorciada por regla laboral, curiosa hasta la tumba de su bisabuela e indiscreta.
Era la encargada de la portería. Su trabajo: saber quien viene, quien se va, quien fue, quien era, quien dijo, quien estuvo, quien sabe, quien llegó, quien se mudó, quien es, quien era, quien soy.
Un signo de decadencia laboral, oportunidades para mujeres desdichadas, hambrientas de darle sentido a sus vidas, a costa de la intimidad de otros. Su indiscreción remueve los tuétanos del más taciturno individuo. Una cuestión de seguridad quizá, un barrio semi-burgués, el terror de las noticias, amas de casa ociosas, principios de una jubilación aburrida y reposo médico.
La mujer miraba y remiraba, incluso hacía comentarios a un hombre que le hacía compañía en su vigilia diurna. Mi amiga no estaba en casa, fue lo mejor que pudo pasar.
No quisiera caer en la verborrea chismosa de esta miserable cristiana, en su indigna labor inquisitiva, ni mucho menos en su faena impaciente.
Artimañas del sistema social, mejor que esta doña chismee antes de enviarla al paro. Algunas hacen crucigramas y limpieza, como la gentil Silvia, encargada de la portería del inmueble donde resido. Intenta pulir su dignidad y lo hace bien, lee mucho, saluda y se despide amablemente.
Toma sus vacaciones y es sustituida por una señora de origen asiático, descarada en su mirada curiosa, aunque simpática a cuenta gotas. Parece tomar en serio su trabajo, hasta preguntas hace cuando lo considera necesario.
La figura de la portería y su impacto socio-vecinal implica la creación de una asociación o sindicato: el SIMUEP, Sindicato de Mujeres Empleadas de Portería. Silvia sería la presidenta si el mundo fuera verdaderamente justo.
Intentaré visitar a mi amiga en horas de la noche, para ahorrarme ese sinsabor cotidiano de ser observado por esta señora y su pecaminosa manera de ganarse el pan.