Esta palabra nace del latín occultus lo cuál significa "escondido" y "secreto”. Si bien el término concreto fue creado en 1856 en la escuela francesa de Eliphas Lévi, siempre ha existido esta corriente, y para efectos simplificadores utilizaremos esta palabra para designar a la misma. Sirve para referirse, pues, a la creencia en fuerzas ocultas y en la práctica de las “ciencias” ocultas (magia, astrología, mancias, alquimia, espiritismo, medicinas ocultas, etc.)
texto: Newton
Esta palabra nace del latín occultus lo cuál significa "escondido" y "secreto”. Si bien el término concreto fue creado en 1856 en la escuela francesa de Eliphas Lévi, siempre ha existido esta corriente, y para efectos simplificadores utilizaremos esta palabra para designar a la misma. Sirve para referirse, pues, a la creencia en fuerzas ocultas y en la práctica de las “ciencias” ocultas (magia, astrología, mancias, alquimia, espiritismo, medicinas ocultas, etc.).
Los ocultistas dicen que ocultismo y esoterismo son sinónimos, y aunque estos últimos en algunos casos lo niegan, podríamos decir que en su núcleo las diferencias se vuelven insustanciales frente a los fines que “ambos” (si pueden distinguirse realmente) buscan. La realidad es que los esotéricos, basados en un conjunto de doctrinas pseudo-religiosas, pseudo-científicas o pseudo-filosóficas, buscan encontrar un conocimiento cuya transmisión se reserva a un círculo de iniciados. Es decir que ambos, ocultistas y esotéricos, pretenden alcanzar un fin similar, con algunas variaciones, más o menos acentuadas - según la “escuela” - en los medios.
En los egipcios tenemos un primer ejemplo. Amuletos y amenazas protegían a las momias contra los malos espíritus. En una tumba encontramos la siguiente inscripción: “Soy el Kher-Heb (el sacerdote mago) realizado, conozco todos los secretos mágicos”.
El sacerdote recibía un fluido mágico por medio de pases magnéticos sobre la nuca y la espalda, que hacía el sacerdote supremo, que, a su vez, lo había recibido de su predecesor. El faraón, hijo de Ra, el sol, lo recibía de su padre y lo transmitía a los elegidos.
La venta de amuletos era para los magos un importante devengo. Existían collares, brazaletes, a los cuales el hechicero había comunicado el “sa” (fluido mágico) por unos conjuros magnéticos. En algunos de estos objetos se grababan fórmulas encantadoras. Otros talismanes tienen forma de signos jeroglíficos que representaban lo que el poseedor del objeto deseaba: la juventud del cuerpo y del espíritu (simbolizada por una hoja de lechuga), la estabilidad (imagen de cuatro columnas), el poder (el cetro). También entraban en juego los materiales, los colores, y los ritos con que se hacía cada uno.
Por otro lado, los hechiceros egipcios hacían un frecuente uso de hierbas. Fabricaban filtros de amor, venenos sutiles, medicamentos y se servían de ellos para leer el espacio y el tiempo. En general era un niño quien servía de vidente en este caso.
Amuletos y talismanes parecen haber sido reemplazados en la época griega – al menos en la clase acomodada – por gemas, piedras finas sobre las que se grababan figurillas de dioses a veces híbridos, palabras misteriosas, y que se llevaban generalmente en el dedo.
Hacían sacrificios rituales para ofrecer a los dioses, practicaban la nigromancia, tenían una jerarquía antinatural y exagerada en un rey-dios, los sacerdotes “elegidos” y unos súbditos en su mayoría insignificantes.
En Mesopotamia era precisamente entre los caldeos donde se reclutaba la clase de los doctores, sacerdotes, magos y adivinos. Pronto el nombre de su pueblo llegó a designar prácticamente la función que llevaban. Caldeo llegó a ser sinónimo de mago.
Los magos consultaban a los astros y redactaban los libros sabios, reservados sólo a quienes seguían el mismo camino. Diodoro dice de su principal actividad, la astrología: “Por haber observado los astros un gran número de años, conocen con más exactitud que el resto de los hombres su curso y sus influencias, y predicen con seguridad muchas cosas del porvenir”.
Pero además de su fascinio por la bóveda celeste, los caldeos descifraban el porvenir a través de todos los medios imaginables: entrañas de asnos o mulas, hidromancia, filomancia, o adivinación a través de hojas de árbol, los reflejos de los diamantes, etc.
Al lado de las prácticas que tenían como fin conocer el porvenir, estaba reservado un gran espacio al conjuro de los malos espíritus por talismanes o fórmulas.
Si bien los griegos tomaron mucho de Egipto y Caldea en materia de superstición, hay algunos aspectos que les son particulares. Los oráculos, por ejemplo, ocupan el primer lugar en la ciencia oculta de Grecia.
El principio del oráculo (que significa respuesta) es una conversación entre el sacerdote y el dios. Para hacer posible esta conversación, los griegos instituyeron a las pitonisas. Eran, en general, mujeres simples que guardaban el templo y a ellas el “dios” poseía y hacía hablar. Esto es, por cierto, la base del espiritismo moderno, y lo que los cristianos llamamos posesión diabólica.
La historia de los oráculos es toda la historia de la antigua Grecia: “Nada existe que no haya sido predicho”, dice Plutarco.
También hacían adivinación por medio de pájaros desde tiempos muy antiguos.
La astrología ingresa en Grecia por mano de los caldeos, con gran éxito por las revelaciones que ésta trae. Y es instituido, por primera vez con tanta claridad, el sistema de grados o escalones que tienen que ir ascendiendo los adeptos hasta alcanzar el “Conocimiento” liberador. Esto son las escuelas iniciáticas, cuna de las ciencias herméticas destinadas a unos pocos consagrados.
A la labor evangelizadora de explicación y conversiones que lleva a cabo la Iglesia, se suma la lucha interna con herejías como la gnóstica, que viene a proclamar que Yahvé es el malo y el demiurgo el bueno, y agregan como sus amigos griegos que la salvación está en el conocimiento de nuestra propia divinidad.
Pero en el Próximo Oriente se alza la voz del profeta, de Mahoma, que transmite al mundo árabe sus mensajes.
Los árabes, ante él, creían en lo maravilloso, en los djinns, en los buenos o malos genios que hablan a los humanos.
Los talismanes estaban muy extendidos, letras cabalísticas, cuadrados mágicos, sellos de Salomón, manos de Fátima de origen solar. En la literatura árabe se encuentran toda una serie de indicaciones y de recetas (algunos de estos antiquísimos libros son leídos aún por los hermetistas). Creían en el poder de los signos, e Ibn Kaldun enseñó que contemplando algunos de ellos, ciertos individuos deberían poder sustraerse a las condiciones físicas corrientes, entrar en una especie de estado psíquico en el que se encontrarían en comunicación con el más allá. Nunca han cesado de practicar la geomancia (adivinación por figuras trazadas en la arena).
Surge entonces la verdadera fuerza de la alquimia. Según varios ocultistas, procede de Grecia y fue codificada en una de las obras de Hermes Trismegisto, el padre del Hermetismo. La meta que persigue es el descubrimiento del Conocimiento, nuevamente, esta vez bajo la forma de piedra filosofal, que borra los pecados y otorga la sabiduría perfecta.