Parafrenia

El arte de la desaparicion citadina

Escrito por: Newton

Es como si todas las condiciones estuviesen dispuestas para el acto mágico. El sitio incorrecto, el clima nublado…
Los temas han dejado de venir a la imaginación por no usarlos, las personas ríen porque ya no tienen motivos para sentirlo, las sensaciones se repiten una y otra vez como un rizo que se alberga a si mismo y, por supuesto, desaparecer se convierte en lo único soñado a lo que se aspira…
No tiene gracia sino reapareces pero pierdes energía. En cada viaje se deja un pedazo de tecnología orgánica en el universo, pequeño o inmenso, no se aprende y no se actúa (no-acción), convirtiéndose a lo largo del tiempo e un amplio remolino que termina por absorber la materia, sin importar si la apatía era una variable o una respuesta.
La receta ideal se compone de varias etapas:

- Cambio radical de la existencia miserable y material
- Adaptación al nuevo y tonto sistema espacio-tiempo
- Rescribir los nuevos e inexistentes códigos (programación simbólica)

Al desaparecer la existencia previa, el cuerpo físico no tiene donde “colgarse”. Debe uno adaptarse a la nueva frecuencia y eso requiere una nueva simbología del universo redescubierto. Lo físico tiene memoria y esta se compone de sueños y recuerdos de haber soñado.
Son esas imágenes que nos hacen pensar en la vida como algo que hay que vivirse en el momento preciso porque sino nada tendría sentido. Vana y divertida ilusión…
El sentido es la ubicación en el espacio-tiempo, con todas sus singularidades, las que crean la carrera por la conquista de la existencia: el flash, el roce, el lenguetazo en la planta del pie o en el genital. Se olvida la trascendencia hacia un “vacío perfecto” y se llena a través del materialismo perfecto. Paradojas de quien desea lo propio para si mismo y viceversa…
Degustar cada placer se convierte en una aproximación hacia un supuesto infinito de la inmortalidad terrestre, el espacio se agiganta en un deterioro del universo-naturaleza, aumenta la proporción del espiral y el desastre no siempre tarda en llegar…
El lamento es la sonrisa del demonio, se coquetea con el mas saludable pesimismo y se juega con la ilusión de que todo, mañana o pasado, volverá a su natural equilibrio.
Para cualquiera de esos momentos, los artistas del desvanecimiento se regodean en su excelsa capacidad de no estar ahí mas que para reírse de lo que ellos no participan. La palabra divina junto al lenguaje lucen agotados sin haber siquiera aparecido en la escena, las canciones se tornan enredaderas de bajo presupuesto y las imágenes en lacayos de ellas. Desaparecen los recursos tecnológicos bajo el manto de lo cotidiano: lo útil ya no se vende, se desmorona… Se enfría la cerveza, se apaga el cigarrillo, se coloca la boca en otra mas suave, se rueda sin destino en vehículos con rostro de cine, se compra todo en función de la diversión…
Vivir en una ciudad extraña es cómodo si sabes vestir del mismo tono que ella te condiciona. Guarda uno el pequeño escozor de saber lo que pasa sin ser visto, unas pocas monedas para un buen espectáculo, para una bebida o simplemente para una larga caminata…
Los magos del acto imposible ya no tienen empleo pero si mucho trabajo: perfeccionar la técnica los lleva a descubrir caminos peligrosos bajo faroles intermitentes, plagados de hexágonos, pantallas planas, teorías espectrales, leyendas urbanas, fiestas inconclusas…