Diciembre 21, 2005

EL VIAJE

Excelente relato escrito por uno de mis humoristas venezolanos favoritos

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Escrito por: Otrova Gomas

Creo que fue a fines de los años sesenta cuando conocía a Estufio Valbuena. Ya pare esa época se había iniciado en la droga y prácticamente estaba bajo su completa dependencia. Esto no habría tenido nada de particular si Estufio Valbuena hubiera sido un drogadicto cualquiera, un adicto a la marihuana, a la coca o a cualquiera de los materiales duros. Pero lamentablemente estaba enviciado con el más mortífero y peligroso de los estupefacientes: la electricidad. Sí, la electricidad, Estufio se había iniciado al mundo de las drogas masticando pilas cuando era niño, luego siguió con las baterías de carro y finalmente se la suministraba con los enchufes de ciento diez voltios.

Recuerdo que siempre estaba nervioso. Miraba a los lados y cuando creía que nadie lo miraba, desenroscaba los bombillos metía los dedos en el sócate y luego pasaba el interruptor. Su rostro se transformaba. El éxtasis se reflejaba en la blancura de su cara iluminada y los ojos le brillaban como dos faros. Al principio duraba un minuto enchufado, mas tarde supe que a veces permanecía hasta dos horas conectado a una lámpara.

La última vez que lo vi antes de que lo hospitalizaran ya solo sentía placer con las descargas de 220 voltios. Dadas sus escasas posibilidades económicas que le impedían pagar los excesos de luz, se empleó en un taller que trabajaba con alto voltaje. Aprovechando las horas e descanso del personal se metía los cables pelados en el ombligo y en las encías. Después del impacto quedaba azul y bamboleándose. Las orejas lo delataban como un enfermo, y su jefe, al darse cuenta de donde venían los altos recibos por electricidad optó por despedirlo. Fue muy impresionante para aquél hombre ducho en el manejo del personal cuando Estufio le pidió que le pagara sus prestaciones en corriente de 220 voltios.

También supe mas tarde que lo habían botado de la clínica en donde lo internaron para desintoxicarlo, ya que no podían impedir que se robara la luz, y al final, para sentir placer tenía que estar mojado antes de agarrar el enchufe produciendo a cada momento un apagón. Ya harto el director del hospital lo echó a patadas una mañana cuando disfrazado de otro paciente trató de suplantarlo en la sección de electrochoque.

Vuelto una piltrafa humana, Estufio correteaba por las calles de la ciudad tratando de conseguir la costosa droga, pero incapaz de trabajar, recurría a subirse a los postes del alumbrado y como un desesperado desgarraba con los dientes y las uñas los cables de alta tensión. Lanzaba al piso algo para hacer tierra y se guindaba de ellos hasta caer completamente exhausto víctima de la sobrecarga energética.

Lamentablemente, como ocurre con todos los drogadictos, que siempre quieren algo mas fuerte, en los últimos tiempos Estufio no se conformaba con dos mil kilovatios; y en las noches de tormenta eléctrica se le vía solo, caminando como un zombi por los campos abiertos con una enorme vara metálica para atraer los rayos. Seis veces lo agarraron. Me dicen que en aquel viaje quedaba como fulminado batiéndose en un paroxismo delirante y revolcándose de placer mientras tomaba los colores del firmamento. Según cuentan los que han tenido viajes con drogas duras debía coger una nota increíble y sentirse como un iluminado dueño de toda la fuerza cósmica del universo.

Hoy, a doce años de haberlo conocido siento una honda preocupación, porque solo díos sabe cual será el próximo paso de mi desdichado amigo en la mortífera escalada de la droga.

Escrito por Parafrenia a las Diciembre 21, 2005 09:27 PM | TrackBack
Comentarios

Jajajajajaja. Q buen relato. Coño lo deberiamos hacer en corto. Si va?. Mira estoy en la ciudad de la luz. Cual será??? Por ahora las sesiones de fines de semana se detienen, pero seguirán. Espero que las proximas sean mejores. Un abrazo desde el mas aca.
Edgar moreno.

Escrito por edgar hermago a las Diciembre 26, 2005 12:06 PM
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