Abril 01, 2004

Hoy como ayer

Ya estamos... llegando a casa a las tantas.

¿Qué se puede hacer cuando no tienes tiempo de hacer las cosas que más te apetece hacer? ¿No hacerlas? ¿Anestesiar la mente?...

Mucha gente (“mucho” no significa “la mayoría de”) opta por recuperar esos minutos que su trabajo, sus responsabilidades, obligaciones y demás le han ido robando a lo largo del día... yo soy uno de ellos... de esos que al llegar a casa, con apenas ocho horas para dormir y volver a salir bien despejadito de nuevo por la mañana, deciden dedicarse a ellos mismos una... dos horas... a veces tres... e incluso, si la ocasión lo merece, algunas más.
Todo esto repetido varias veces por semana, todas las semanas por mes y así sucesivamente acaba reduciendo drásticamente las horas de sueño... claro está... mejora notablemente la calidad del mismo. Aunque creo que en esto no es aplicable aquello de “lo bueno si breve, dos veces bueno”.

Es sorprendente la capacidad de autoengaño que se tiene a la hora de despertar... “No vuelvo a hacerlo”... “Luego me echaré una siestecita (¿¿dónde??)”... “Ya descansaré el fin de semana”... en fin, frases sensatas que deja caer el cuerpo con la esperanza de que la mente se compadezca de su dolor. Lo malo es que a lo largo del día, a medida que descubrimos que el cuerpo podía haber dado un poquito más de sí, la mente acaba mandando a tomar viento fresco a su querido protector... y heme aquí, escribiendo felizmente agotado...

Tampoco quiero defender a ultranza esta filosofía de maltrato a la salud... si se hace, se debe hacer por alguna razón... y el intentar evitar volverse loco presa de una rutina anodina me parece una muy buena...

Y con esto y un bizcocho... eemm... dejo de escribir y ya veré cuándo me acuesto...

Escrito por Juan Estu a las Abril 1, 2004 01:31 AM
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