Noviembre 20, 2004

Phillip

Aun es el borrador------------------------------------------------


El dinero no entiende de arte, no conoce el hambre, ni el frío. El dinero no siente la falsa sensación de calor que Phillip experimentaba a las doce; la hora en la que él consideraba prudente abrir su termo de café.
El sabor dejó de ser importante desde hace tiempo en función de lo reconfortante de sentir sólo el aroma. Ya no recordaba si era la sexta vez que los mismos posos, que descansaban en una pequeña cacerola de su cocina, habían creado esa simulación de café. A veces, los mejores días, podía echarle algo de café autentico a la mezcla, retiraba previamente parte de los afianzados restos logrando un casi café, pero Phillip lo agradecía saboreando esa noche el contenido del termo con lentitud. No así hoy. Hoy el contenido ya había sido hervido 6 veces. Quizás más.

Pasaba las noches en su pequeño ritual, enamorado eternamente de la noche, sentado en el mismo banco mientras memoriza el paisaje. Creer que ver la misma ciudad de noche una y otra vez es conocerla, es frivolizar sobre el arte de Phillip. El miraba el horizonte plagado de luces, maravillado, sabiendo que el paisaje cambiaba, que a lo lejos, durante el día, las historias individuales de cada ser se habían sucedido en las pocas horas en las que el sol brilla en invierno, y que ahora, incluso otras se darían lugar. Él no ignoraba esa riqueza, esas sombras, ese paisaje tan volátil, miraba, se preguntaba, y luego pintaba.

Phillip empezó a pintar hace apenas dos años, pero sus visitas a ese pequeño mirador se sucedían desde mucho antes. Hubo un tiempo en el cual compartía la soledad de la ciudad con un ser bohemio que pintaba el paisaje, pero las palabras de Phillip sobre la riqueza de lo que contemplaba hicieron que el personaje desistiese. Cuando desapareció solo dejó sus pinturas con la esperanza de poder ver algún día todo ese maravilloso mundo de los ojos de Phillip en un cuadro.

Cuidaba su caro material como un tesoro. Con sus pinceles, y ahora solo con grises, tejía en la tela del lienzo una trampa de la cual la realidad no escapaba bajo su mirada.

Escrito por Entrari a las 05:34 PM | Comentarios (2)

Agosto 26, 2004

Café y ciudad

Sin duda el tiempo pasa lentamente delante de un café. Era tarde, casi de noche, pero eso no dejaba de maravillar a Martín, hace unos meses, a estas horas, todavía estaba brillando el sol.
- La noche tiene algo misterioso - pensaba él mientras miraba a la calle, la gente caminaba cambiando el paisaje urbano atrapado al otro lado del cristal, eran peces inquietos dentro de una jaula transparente, una pecera en la que ya debía de hacer frío y podría verse la luna. Dentro, entre las paredes de la cafetería Colombia, se mezclaban los aromas de distintos cafés junto al olor a viejo del suelo de madera, aquel particular aroma que uno cree que mana de las sillas de forja y mesas de mármol, así como el fuerte aroma a tabaco de pipa de un señor que leía el periódico a esas horas. Fue entonces, cuando Martín cavilaba sobre el puzzle que eran los olores de aquel lugar, cuando ella entró.
Él al principio no reparó en su presencia, no hasta que se acercó a su mesa, dejó su taza y se sentó. – Te he estado buscando dos meses, desapareciste una vez de mi vida, pero por fin te encuentro y quiero que vuelvas a ella – Dijo clavándole fijamente a los ojos, él no le devolvió la mirada pero la intuyó, uno siempre siente cuando le miran de esa manera.
Martín no dejó que sus ojos abandonasen la fascinante vista de la ciudad, algunas luces empezaban a poblar las calles uniéndose a la armonía de farolas y focos que a lo lejos dibujaban serpientes sobre la oscuridad.
- Cuanta gente crees que habrá ahí afuera – dijo en tono casual, bajando su mano a donde recordaba que aún seguía su café y se lo llevó a los labios.
- ¿Perdona? – Ella no comprendió la pregunta
- Digo que cuánta gente crees que puede haber en esta ciudad… dos millones, tres, quizás cuatro…, ¿cuánta? – El café ya no estaba caliente, así que se lo acabó de un trago al terminar de hablar.
- Tres millones, quizás cuatro, no sé, pero mucha gente.- Esta vez la mirada de ella se posó sobre la gente que caminaba por la calle al otro lado del cristal. Pasó un breve lapso de silencio entre ambos mirando a ese infinito. Martín empezó a levantarse, colocó su silla y se fue hacía el mostrador. Buscó unas monedas que dejó en la barra e hizo un gesto indicando dos personas señalándola. Cuando acabó, caminó en dirección a la mesa.
- Me has encontrado entre cuatro millones de personas, yo seré ahora el que busque, y cuando te encuentre, ya nada del mundo podrá separarnos – Martín miró una última vez hacía la chica con la que había compartido mesa, sabía su nombre, la recordaba. La encontraría. Después salió hacía la calle, mezclándose con la ciudad.
Mientras ella tomaba café que mezclaba con azúcar y lágrimas. Esperando.

Escrito por Entrari a las 07:32 PM | Comentarios (2)