Cada mañana al despertar me desperezo un poco y me siento en la cama, puedo ver el sol entrando por la venta y reflejarse en el restirador que hasta hace poco estaba guardado en el armario.
Al fin reuno un poco de valor (después de todo se necesita aunque sea un poco para encar al mundo) y me levanto de la cama y camino hasta la puerta del armario donde hay un espejo pegado.
Y entonces me miro en el y veo mi rostro, trato de encontrar en el algo que lo distinga del resto, tal vez podría ser esa cicatriz en la comisura izquierda producto de una quemadura por electricidad hace casi 21 años, no... en realidad no, muchas personas tienen que vivir con una marca en su cara (y sdi no preguntenle a ese tarado que atiende al nombre de harry Potter) así que creo que no cuenta.
Lo pienso un poco y pienso en las personas gracias a las cuales tengo este rostro, pienso en mi abuelo materno del que herede la altura y la corpulencia aunque no su piel clara y los ojos verdes (esos les tocaron a mis primos pero se jodieron a ser chaparros y flacos) o pienso en mi abuelo paterno de quien tengo el mismo tono de piel morena. De papá el cabello y los gestos, además del color de ojos, de mamá no sé... supongo que el mal caracter, aunque todos coinciden en que si no fuera porque ella me vió nacer no creerían que soy su hijo.
Dicen que en nuestros genes hay una roca mezcla de todas las razas puesto que todos provenimos de un grupo de apenas mil personas de las cuales surgierón los millones que hoy atestamos al planeta. Eso explicaría porque tengo los ojos rasgados cuando, hasta donde yo se, no hay ningún oriental en la familia.
Sonrío al pensar que seguramente en algún momento, y si es que algún día se me ocurre reproducirme, alguno de mis hijos se verá en un espejo y pensará en lo mismo que yo.
Escrito por Seifil a las Julio 1, 2004 05:45 PM