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26 de Agosto de 2004

Las diez palabras más hermosas

Parece que el verano es propicio para las clasificaciones, para hacer capítulo, recopilación, examen de conciencia, propósito de enmienda, y perdóneme padre porque he pecado. Encuentro en uno de los libros que estoy leyendo un fascinante ejercicio: se trata de proponer (y justificar, si es posible) las diez palabras más bellas que uno haya encontrado en su lento camino de alegría, llanto y búsqueda de la mort.

Papel autografiado

Ya he hecho en otras ocasiones pública confesión de admiración por Andrés Trapiello, que es quien hace este juego en Mar sin orilla, una recopilación de textos cortos publicados en prensa, concretamente en la pieza titulada Diez palabras. Es un breve pero intenso escrito lleno de matices poéticos, con memoria y ritmo de diario íntimo, transcribo buena parte del artículo. "He aquí las diez que yo elegí, pudiendo ser mañana otras distintas", dice Trapiello:

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"1. . La palabra más bella.
2. Ultramarinos. Mi abuelo abrió después de la guerra un comercio de coloniales y ultramarinos en León, que pasó a mi padre, a imitación del abarrote que un pariente emigrado había abierto en México, durante la dictadura de Porfirio Díaz. De niño no alcancé nunca a saber qué significaba exactamente, pero me gustaba por lo que prometía de exótico y lejano. Para mí siempre orá unida a un chocolate de la marca El Indio, cuyas tabletas tenían un envoltorio de papel basto en el que aparecía estampada la cara de un indio motilón, naturalmente de color chocolate, empenachado de plumas sobre un fondo amarillo lleno de modernistas letras rojas. Si pienso en un azul ultramar imagino un azul, otra palabra mágica, más lejano que ninguno, un azul dios, un azul indiano, un azul niño, perdido, muerto muy lejos de su casa.
3. Rosa. Siempre distinta, eterna, 'pura contradicción, voluptuosidad de no ser el sueño de nadie bajo tantos párpados'.
4. Tranvía. Necesitamos de un tiempo pasado, no demasiado remoto, para que el nuestro se haga más soportable, ciudades cosmopolitas todavía sombrías y provincianas, en las que sólo se oigan los cascos de los caballos sobre los adoquines y los chasquidos eléctricos del trole en la red de los cables.
5. Arrayanes. El Sur, un surtidor, la huida.
6. Misericordia. Habla de lo mejor del hombre, pero en silencio.
7. Mar. Nace tan cerca del verbo amar, que casi son la misma palabra.
8. Mastina. Hace unos meses, durante una nevada, vimos a nuestra mastina echada en el olivar sobre la nieve. No se movía, mantenía erguida la cabeza con majestad, como una esfinge. Caían los copos sobre ella, se posaban en sus pestañas, pero ni siquiera parpadeaba. El corazón humano merecería haber sido creado con la misma materia.
9. Manantial. Nos hace pensar en algo profundo, limpio y fundamental.
10. Rocín. Es una palabra vieja y ya sin uso. En el Quijote aparece desde la tercera línea del primer capítulo hasta el final innúmeras veces, y sólo por eso sigue viva, al igual que otras que ya en tiempos de Cervantes resultaban demasiado arcaicas. Todas las palabras tienen un alma, incluso las muertas. Sólo hay que saber encontrársela o, en su defecto, dársela de nuevo".

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Yo propongo también las diez palabras más hermosas, que para mí en este momento son las que siguen:


  • A. La letra A es no sólo la primera sino la mejor. La letra del Amor y la Acracia, la letra de la Libertad, de la Sorpresa y del Dolor.
  • No. No es la más fuerte, pero tampoco la más débil, y es además muy útil y socorrida, sobre todo cuando la conversación deriva hacia términos raciales, patrióticos, militares, médicos y escatológicos, como por cojones y por huevos.
  • Parsimonia. Lentitud, divino tesoro, como el ejemplo de los caracoles y las tortugas, sabios animales que no apreciamos porque siempre los vemos desde arriba. Si te agachas y te pones a su nivel (y velocidad), las cosas se ven mejor.
  • Austrohúngaro. Desde que me enteré de que esta palabra esdrújula sale en todas las películas de Berlanga, la amo, igual que a todas sus hermanas de tres sílabas o más. Incluso más que al Berlanga mismo.
  • Xilófono. Una cosa que tiene el valor de empezar con una letra tan exótica y tan sensual como la X merece todo mi apoyo, y más si encima suena dulcecito, como los pajaritos.
  • Risa. Y la mejor de todas, la sonrisa de la Mona Lisa. Palabra asociada al humor, a la inteligencia, antónimo de nazi, y por ello, imprescindible en estados históricos carenciales.
  • Marchita. Referente principal en el lenguaje y el léxico de lo inexplicable, irremediable y todas esas cosas horrendas que terminan en -able. Requiere más esfuerzo, y por ello me gusta. Nos recuerda que somos mortales, y que mientras llega la hora, los mejores.
  • Lluvia. No puedo explicar lo que siento cuando llueve, es algo que tiene que ver con otras palabras con ele, llanto, lloro, libertad y lágrima. Además es la representante de la estirpe metereológica, la sombra, el viento, la luz, el sol y todas esas cosas tan bonitas de las que hablan los poetas en los manuales de parvulitos.
  • Silencio. (...)
  • Árbol. Es bueno siempre terminar con algo vivo, que tiene principio y fin, que nace, se reproduce, nos aguanta las putadas que le hacemos y muere, y además con un acento.

Y ahora que cada cual explique las suyas.

[ Actualización Julio 2005: Una página se dedica exclusivamente a recopilar las Diez Palabras más hermosas de las personas que quieran participar ]

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