Marzo 14, 2004

De la abyección

Ha sido imposible, y ya muchos lo temíamos, sustraernos al mercadeo miserable con la sangre de los muertos. Si ayer millones de manos blancas pedían paz y libertad, hoy son miles de manos ensangrentadas las que trafican vilmente con los heridos, con los muertos, para mayor gloria de lo que algunos denominan democracia.

Lo he dicho desde el principio, y no me escondo: es igual quien sea el autor de los crímenes, da lo mismo si las bombas fueron colocadas y activadas cobardemente por fanáticos del islam o la ikurriña. Da lo mismo, porque en esencia todos los terrorismos son iguales, y persiguen los mismos fines. El dolor, la rabia, la angustia, son exactamente iguales. La sangre derramada es igualmente roja, no importa si lo es en nombre del Corán o de un delirio étnico. Aunque les pueda parecer mentira, sobre todo después del intercambio de ideas de hoy, desde el principio sostuve, y no me quiero cargar de razón, que debatir sobre la autoría del crimen en aras de dios sabe qué legitimidad política, era un acto absolutamente despreciable.

No faltará quien me acuse de demagogia, ni de tibieza, en este foro, como no ha faltado quien me ha acusado de lo mismo cuando, en vivo y en directo, he sostenido la misma tesis. No faltará quien crea, y me reproche, mi falta de conciencia crítica, mi ausencia de compromiso político, mi ambigüedad e incluso, si eso fuera posible, mi indiferencia.

Hemos asistido en estos dos días de luto al más execrable espectáculo de la indignidad, al que muchos interlocutores han contribuido, sin duda con buena voluntad y con espíritu inquisitivo. No juzgo, cómo hacerlo, los motivos, ni pongo en duda la bonhomía de todos, sin excepción. Pero dicho esto, y queriendo dejarlo bien claro de antemano, no puedo menos que asombrarme de las cotas de mezquindad a las que, unos y otros, han llegado.

Cuando Jacques Rivette utilizó el título que yo, modestamente, he citado en mis dos mensajes, para definir la película de Pontecorvo "Kapo", se refería precisamente a esto. Decía Rivette "el hombre que en ese momento (el suicidio de la protagonista) decide hacer un travelling hacia delante para reencuadrar el cadáver en contrapicado [...] ese hombre merece el más profundo desprecio".

¿En qué se diferencia estetizar una muerte horrible, con dotarla de una significación atroz, partidaria, egoísta, ruin? ¿Respirarán más tranquilos si el lunes todo sale como desean? ¿Serán más felices? ¿Se habrá borrado la huella cruel del explosivo, si se demuestra que el gobierno ha mentido, que la oposición estaba equivocada, que fueron los vascos, que fueron los árabes? Si es cierto, que es posible lo sea, la manipulación y el uso canalla y repugnante de los cadáveres en manos de los políticos de este país, ¿en qué lugar quedan ustedes? ¿En qué lugar quedamos los que asistimos a esta vomitiva discusión? Pediría que alguien me explicara en qué momento hemos perdido la perspectiva, en qué minuto hemos dejado de pensar en las víctimas para dedicarse, dedicarnos (puesto que yo al leerlo soy también culpable), al ejercicio deleznable de la instrumentalización de los muertos. ¿Fue un cuarto de hora, una hora, doce horas, después de la explosión? ¿Fue mientras moría una niña de siete meses en el hospital, que algunos se dedicaban a arrojarse los cadáveres unos a otros, que algunos confesaban sentir alivio al ver sus tesis confirmadas, que algunos llamaban al diálogo, que algunos pedían penas de muerte, que algunos se acusaban de los crímenes a cambio de poder?

Ya lo dije, y lo vuelvo a decir. Llegarán los homenajes, y las canciones, y las efemérides. Llegarán los análisis, las consecuencias, los aniversarios. Y al final quedará, con el peso inmenso de la ignominia, el olvido. Y será entonces, y sólo entonces, cuando los terroristas sepan que han ganado.

No es fácil, y lo entiendo, sustraerse a la contienda política partidista, media mediante. No es nada fácil. Y sin embargo me asquea ver como nuestra sociedad olvida pronto, demasiado pronto la buena voluntad y las consignas de unidad, para chapalear en el ruedo político, inundado hasta los topes de sangre inocente, verdaderamente inocente, de las guerras, los nacionalismos, las manipulaciones y los rencores ya casi seculares.

No me refiero, aunque alguno esté sacando ya los puñales, particularmente a nadie. A lo largo de ayer y hoy se han sucedido patéticas actuaciones, de unos y de otros, con no menos patéticas declaraciones. ¿Son los mismos, eran los mismos, que ayer se manifestaban en todas las ciudades en contra del terrorismo y a favor de la paz, la unidad y la libertad? Seguramente sí, y es doblemente doloroso.

A pesar de todo, no tengo ningún consejo que darles, ninguna filípica que pudiera alumbrarnos sobre cómo deberíamos haber reaccionado. Me basta saber, estar convencido, de que la reacción que hemos tenido como sociedad me ha producido la mayor sensación de asco, lástima y desesperanza que he albergado en toda mi vida.

Con el espectáculo de hoy, señores, y lo digo con humildad pero con firmeza, he comprendido qué quería decir Machado con aquello de que "una de las dos Españas / ha de helarte el corazón". En mi caso, han sido las dos.

Un saludo a todos.

Escrito por Espectro a las Marzo 14, 2004 05:27 PM
Comentarios

There is no great genius without some touch of madness.

Escrito por penis enlargement a las Octubre 17, 2004 04:41 AM
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