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Febrero 22, 2003

El tótem heavy.

(Hoy en Radio Montemar: Miguel ha de lidiar con un invitado exigente. Audearlo.)

Anoche tuve una experiencia visual que nadie que no estuviese conmigo podría llegar a comprender en toda su magnitud. Por un momento (unos tres cuartos de hora) me rendí ciegamente a la imagen de un ser casi mitológico, un hombre irreal, una estampa ochentera que ha dejado huella en mí y en mis acompañantes nocturnos. Me parecía que si me acercase y extendiese la mano se desvanecería. Era la cosita peluda y grande más encantadora y mística que he visto desde la actuación de King África en una gala de antena 3 hace dos veranos.

La situación se dio como sigue. Mis acompañantes y yo caminábamos en dirección al bar antro-yeyé del que me enamoré el fin de semana pasado (Green Village para más señas). Zigzagueábamos por las malacitanas calles cuando, bajando una cuesta, descubrimos a nuestra izquierda un bar de aspecto curioso en el que nunca habíamos reparado. Se llamaba algo así com hell no sé qué-en realidad no lo sé porque las letras góticas de encima de la puerta eran casi ilegibles, pero me apostaría la parte occidental del bazo a que decía algo parecido. Debajo de las enrevesadas letras aparecía una gran calavera de gesto furibundo, y creo que con un casco vikingo. Retrospectivamente me doy perfecta cuenta de que ya en ese momento la dulce criatura ascética nos llamaba, de alguna manera que escapa a la razón y al entendimiento humano, porque casi sin pensarlo dos veces dirigimos nuestro paso caballil y cascabelero hacia el sitio en cuestión. Al principio imaginamos que en cuanto entrásemos una banda de sectarios ocultistas se nos echarían encima con intenciones no demasiado amables (que te arranquen los ojos y luego beban tu sangre a la salud de Azrael no me parece un recibimiento adecuado, diría incluso que es una señal evidente de mala educación), pero cuando la puerta se cerró tras nuestros lomos nos sorprendimos. Únicamente nos miraron raro. En definitiva, era un sitio como otro cualquiera, sólo que la cantidad de champú necesaria para la higiene general sobrepasaría, doblando o triplicando, la que haría falta para la limpieza capilar total de los parroquianos de cualquier otro bar. Resumiendo: muchas camisetas de Slayer.
Vozenoff tuvo la suerte de visitar los baños, donde, según sus propias declaraciones "hay un charco raro en el suelo y el lavabo es decorativo porque los grifos no funcionan, pero se usa para dejar los restos de tabaco y demás en las manipulaciones porreriles". Lo mejor fue la inscripción que vio escrita allí: "Necesito tu alma". Nos pasamos varios minutos formulando hipótesis al respecto. Las conclusiones a las que llegamos fueron, más o menos:
1. Lo había escrito un iluminado (en este caso, un oscurecido) que se creía una especie de vampiro tras pasar años de su vida metido en su cuarto leyendo novelas góticas y revistas heavys alternadamente, y escuchando hasta aprenderse de memoria todos los discos que salían en la parte de metal de nuestro muy llorado audiogalaxy.
2. Lo había escrito un tipo normal momentáneamente oscurecido por los efectos de ciertas sustancias y la influencia de la música ambiental del bar.
3. Lo había escrito un tipo que pisaba el bar por primera vez, a quien ni siquiera le gustaba la música en cuestión, por hacer algo.
Pero todo esto es superfluo. Porque nada más entrar le vimos, a Él. Para que el lector se haga una idea me permito adjuntar un retrato robot del individuo. Más o menos era así:maestro.jpg
No se diferenciaba mucho exteriormente del resto del rebaño. Pero había algo en él que invitaba a la reflexión metafísica. Quizás era su total inmovilidad. En el rato que estuvimos allí se movió cuatro veces, una para dar un trago a su cerveza Águila, otra para liarse un cigarro, otra para mirar brevemente la tele y otra para rascarse la barriga. Era como un tótem , un símbolo de la eternidad frente a lo provisional y caduco. Se sabía con sólo mirarle que llevaba allí muchas horas, y que probablemente pasaría muchas más, se presentía que el sitio donde se sentaba era Su Taburete, que era una especie de divinidad o mascota en aquellos parajes. Nos preguntábamos si estaría pensando en cómo conseguir dinero para comprarse una moto, en el fuego eterno o en Xena, la princesa guerrera. Fuera lo que fuese debía ser algo muy profundo. Incluso más tarde le salió un discípulo, un tipo solitario que al principio estaba acodado en una esquina de la barra y que progresivamente se fue desplazando hasta sentarse junto a nuestra criatura , sediento sin duda de aprendizaje. Nos sorprendió ver que intercambiaban breves frases. El dios parecía mostrarse poco comunicativo a pesar de todo y supusimos que respondía a las preguntas del discípulo con toda suerte de acertijos y extrañas parábolas de difícil comprensión, con las que probablemente pretendía medir el poder del aprendiz. Me pareció leer en sus labios la siguiente conversación:
_Maestro...qué he de hacer para llegar a ser un verdadero heavy impasible.
_Déjate crecer el pelo; cuando la espada de Camael* apunte a la luna nueva y las tinieblas dejen entrever el fuego de la roca, pide otra Águila.
(* Esa parte no la entendí bien, al no estar familiarizada con el tema. Puede que fuera otro nombre).
Nos quedamos tan sobrecogidos por la personalidad del tótem que cuando nos marchábamos hicimos un amago de hablarle. Le toqué (sí , a él) en el hombro, y cuando volvió su sonrosado cutis mofletudo hacia mí casi me quedé sin habla. En ese momento alegamos no ser de Málaga, preguntando a continuación si sabía algún sitio cercano abierto donde se pudiesen consumir alimentos sólidos. A esto, y después de un breve instante durante el que sus ojos recorrieron pausadamente la pata de venado que asomaba por mi bolso, respondió:
_Ai don andestán. Sorry.
Sin duda su inteligencia venció. Algo me dijo que no nos consideraba dignos de establecer comunicación verbal con él, que aún nos hallábamos lejos de su capacidad de abstracción. En realidad estoy convencida de que la críptica respuesta no fue más que una sabia y metafórica manera de expresar nuestra falta de preparación espiritual para empezar a dialogar con él sobre el devenir de la existencia y el fin de los tiempos y el séptimo cuerno del séptimo sicario de Belcebú, o sobre quién tiene más encantos, Samantha Fox o Sabrina.
Nos marchamos derrotados finalmente, bajando hacia el Green Village con el gesto entristecido y la mirada perdida, pero con la firme propuesta ya hecha: volveremos a visitar el sitio. Volveremos a intentar ser aleccionados. Haremos méritos.
Serán informados. Nuevos héroes para Caína.


Febrero 22, 2003 05:32 PM