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Junio 21, 2003

Mucho calor.

Perdonen los que sean la tardanza de una servidora de sí misma en volver a estos terrenos cenagosos del blogear. La causa de esta demora es que he pasado una semana y pico reorganizando y levantando una nueva estructura hogareña con la finalidad única y exclusiva de trasladar el ordenador a la parte de abajo de mi congelador, donde paso ahora mis días y mis noches, redactando bellos poemas sugeridos por las musicales palabras de que constan los ingredientes de los palitos de merluza.
Gracias a las temperaturas he descubierto que, al igual que en toda guerra, crisis o conflicto internacional, la gente está más sensible y dispuesta a dar y recibir cariño; eso pueden atestiguar los tres fornidos mozos de carga con los que compartí ascensor la otra tarde. Ah, cómo expresarlo, mis queridos lectores...Esos goterones de sudor resbalando desde el mentón sin afeitar de los donceles, describiendo interminables surcos que continúan por debajo de sus prietos petos y camisetas mojadas de Marlboro...Nuestros cuatro pares de pulmones compitiendo en encarnizada lucha por acumular el máximo oxígeno posible...Las sensuales palabras que de sus labios carnosos de hijos de Adán surgían ("Es...No sé...Otro café"). También compartí uno de estos momentos de recalentamiento ascensorial con la abuela del once, y voto a tal, cierto es eso de que la edad está en el interior, si la belleza y los tumores le dejan espacio. La anciana debía tener unos dieciséis años internos: lista pues para ser pervertida por una moza cutre y con una camiseta de Minicaca de quien no daré más datos.
Y no, no confundan mi relato con un evidente contenedor de suciedades calenturientas producto de una mente enferma y dada a las fantasías sobre bollycaos y donuts; acháquenlo únicamente al calor y a las fechas, pues según mi reloj biológico entramos en la etapa de furor sensual caínico. La hembra cainal se prepara para la época refocilística asumiendo de una vez por todas que éste será otro maldito verano más de hincar mucho el diente, y a cosas únicamente comestibles (no me presten atención los posibles antropófagos que estén leyendo esto). Otro verano más de mirar carnes irisadas, ires y venires, dimes y diretes de muchachotes playeros sin camiseta y aceitados [...]
Ni caso de los anteriores desvaríos. Es que es...No sé...Otro verano. Demonios.


Junio 21, 2003 06:33 PM