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Junio 23, 2003

Autolesiones.

Ah, finalmente ha sucedido. He levantado la mano contra mí misma, y mi otra mano se puso en medio. Yahvé, en las alturas, se lleva las manos a la cabeza y por una vez se alegra de que uno de sus descendientes se autoinflija dolorcete, pues al menos es divertido verme subir corriendo a casa de la vecina prometiendo rezar todas las noches el jesusito de mi vida y haciendo serios juramentos de no volver a pensar en el suicidio nunca más (y empezar a cortar sandía en sentido contrario a mi vientre).
He podido disfrutar de momentos inolvidables, rozando lo glorioso, al salir a por azúcar y permitir al mundo (representado por dos dependientes de gasolinera y un grupo de domingueros con gorras y bañador) asistir a mi renacer. Por unos minutos estuve a punto de coger el ascensor a los avernos; no obstante mi entereza y fuerza de ánimo me ayudaron a superar el peligro, no alcanzando los horribles rigores de la muerte a mi dulce rostro de pan cateto. Cuando Alfonso extendió el betadine sobre mi herida sangrante un coro de angelotes enormes se descolgaron del techo con carteles y racimos de uvas y gorros de leñador, y me anunciaron entre cánticos divinos,y patrocinados por Leroy Merlín,que era perdonada y una nueva vida apenas sin estrenar, con pocos kilómetros y en muy buen estado me era regalada. Aunque no domino el italiano sé que fue eso lo que venían a decirme en melodioso alborotar, porque leí los subtítulos. Tras el intermedio sinfónico mi herida fue sellada con un trozo de venda y un esparadrapo que no me quitaré jamás, para tener un recuerdo del primer instante de mi nueva vida.
Hosanna, hosanna en las alturas, y paz en la tierra a los hombres que aman a su vecina del séptimo y la socorren cuando ésta descubre que lo que su madre llama "botiquín" es un tupperware de plástico con dos tiritas y un bote de mercromina pasada de fecha.


Junio 23, 2003 08:10 PM