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Julio 13, 2003

Poppie Pepón.

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Es él: el popero de hez contra el cual llevamos Vozenoff et moi luchando desde que Cristo se afeitó por primera vez, y todo por una razón única: ambas partes nos proponíamos llegar a ser tótems de un mismo lugar, conquistar el mismo territorio, el Village Green o bar asquerosamente chupi frecuentado a menudo por ésta que relata.
Todo empezó hace mucho tiempo. Primero, sólo miradas extrañas de reojo y como casuales. Luego el antagonismo existente entre nosotros se volvió más profundo y personal, y si en el Village Green dejaran comer frutos secos Poppie Pepón se hubiera trasmutado en Poppie Pipón después de nuestros ataques escupecáscaras. Pero la situación se hizo ya crítica cuando Vozenoff y yo observamos cómo el tipejo empezaba a pavonearse de su poder en el antro de nuestro deseo (metiéndose en la barra cuando le daba la gana, haciendo de grouppie del ponecoplas y finalmente adueñándose de la misma cabina, ayer).
Ante la extrema situación, nos decidimos a actuar. Saqué papel y boli y redacté una larga, diplomática y correcta declaración de guerra en un folio arrugado de los que llevo siempre en el bolso. La firmamos Vozenoff, Rosa, Alfred y yo, y acto seguido la entregamos, junto con un bolígrafo, al camarero, a quien juzgábamos erróneamente parte neutral en el enfrentamiento(ahora tenemos nuestras dudas). Al final del documento habíamos establecido dos recuadretes donde más o menos ponía:
"Sí, acepto participar en esta guerra comprometiéndome a poner todo mi empeño en responder de forma adecuada al odio que Uds. me profesan.
No, no acepto porque soy un popero urbano que dice No a la guerra y he apadrinado a dos familias de Mozambique y a una de Kentucky".

No sabemos si la declaración llegó a sus manos. Vozenoff cree que sí, pero yo pienso que la declaración fue interceptada por el grupo de poperos de la cabina porque no pararon de mirarnos con descaro y ritmo yeyé en toda la noche. Se ve que, como buen Rey Buenrollero Pop, el tipo tiene su guardia personal que analiza cuidadosamente toda la correspondencia a él dirigida, que no aceptará misiva alguna que no sea de muchos colorines gays.Posiblemente también catan sus copas antes de que éstas lleguen a sus labios enrojecidos y resecos de tanto cantar shoop shoop.
Hubo diversas confusiones extrañas y muchos diálogos a gritos con uno de los camareros. Al final conseguí entrar en comunicación con él, y su contestación de mensajero traidor a las cuestiones por mí planteadas fue incomprensible. Vozenoff se entregó al más desolador pesimismo por no poder darse a la bebida ("que es que luego tengo que conducir"). Rosa se escarbó su muela enferma. Yo me dediqué a pensar en cómo podría llegar a ser la antitótem, ya que está claro que el popero ha triunfado y tiene a toda esa panda de despreciables villagegreeneros a su favor. Alfred, bajo los efectos de los licores espirituosos, me dio ideas que deseché por pereza y porque siempre que le escucho me pasa algo malo; no obstante una cosa ha quedado clara, y es que no soy una persona tan patética como creía. Los poperos me rechazan, y eso implica que no todo está perdido, que todavía puedo resultar deprimente y aguafiestas de los sesenta.
Que se preparen porque la lucha acaba de empezar. Póppie Pepón, dentro de poco la diferencia entre Ud. y el fiambre será que los productos Campofrío no se preocupan por entender los estribillos de Los Planetas.


Julio 13, 2003 03:59 AM