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Octubre 06, 2003

He ido a la farmacia a por vitamina C (Tercera Vocal me aconsejó que comprara, y yo siempre sigo los consejos de la gente que le quita las grapas a los folletos antes de echarlos a reciclar). La farmacéutica me ha sonreído. Luego comenzó a hablarme, que hay que ver, que la que está cayendo, que luego cuando tenga que tirar para su casa se va a poner perdida porque lleva zapatos de verano.
Me ha extrañado porque hasta ahora cada vez que yo pisaba su territorio esta tipeja levantaba la vista rápidamente, entornaba los ojos y se llevaba la mano al bolsillo de la bata crujiendo los dedos. Todos los de la farmacia dejaban de hablar y se quedaban muy quietos mirándonos, y la de la registradora dejaba de tocar, aunque se oía a alguien silbar, y creo que un banjo. Y hoy, fíjense. Ha estado muy atenta, me ha dado conversación, no ha puesto esos tropecientos celos con los que siempre precinta a prueba de bomba mis paquetillos de medicinas.
Todo ha sido por la lluvia. La gente se siente indefensa porque las cosas les calan más, y van de establecimiento en establecimiento buscando un poco de calor humano, a falta de toallas y radiadores públicos donde colgar los calcetines empapados. Hasta yo me he sentido ligeramente bien, y la verdad es que no me he paseado por ahí dando golpecitos en la espalda a las gentes porque iba cargada, como de costumbre. Además como sólo me quedaba una mano libre tenía que elegir entre cigarro y golpecito amistoso, y todo arrebato de amabilidad tiene un límite.
He participado en esas luchas de paraguas que se organizan en las aceras estrechas, y de paso he acumulado medio litro de agua en el bolso (que siempre llevo abierto, sólo para que alguien me intente robar la cartera y probar el cepo que compré en las rebajas de Productos agrónomos Pérez). He pasado por la puerta del videoclub donde esperan que devuelva una película desde antes del verano y se me ha olvidado el dato, y he saludado a mi videoclubero con la mano. Me he parado a tomar un café en un bar del barrio y he dibujado una especie de flores carnívoras con pelos en una esquinilla de la mesa.
Ahora me voy a tomar mi vitamina C y después encenderé la primera vela de este otoño-invierno, y cocinaré algo mientras oigo llover (quien dice “algo” dice una tortilla francesa, que es lo único para cuya elaboración no me falta ningún ingrediente).
Qué bien voy a dormir esta noche. Sin haberlo planeado, la lluvia me ha lavado la conciencia.


Octubre 6, 2003 07:38 PM