Junio 10, 2004

En las botas de un Nazi


La Segunda Guerra Mundial es uno de los capítulos de la historia del siglo veinte que mas me atraen. Me parece que es una de las pocas guerras, al menos reciente, que lleva consigo una carga moral tan relevante y en donde el horror ante la muerte tuvo que ceder espacio al bastión de la libertad.

Quizás tenga algo que ver con la presencia de ese monstruoso enemigo común, capaz de exterminar a miles de seres humanos por su raza, origen o religión; quizás sea la idea de una verdadera alianza entre tantos hombres diferentes para luchar por un fin común, la libertad; o simplemente la entrega de millones de soldados, espías, informantes y hasta amas de casa que dieron sus vidas con la plena conciencia de que el sacrificio máximo contribuiría a liberar al mundo de una de sus peores pesadillas.

Pero siempre se me hizo difícil imaginar que había del otro lado; ¿Que pensaba un agente de la GESTAPO cuando apretaba el gatillo frente a un prisionero vendado y amarrado?, ¿Que sentía el soldado que guiaba a los judíos a las cámaras de gas y después disfrutaba el olor del humo blanco que salía de ellas?.

Es por esto, que en un extenuante ejercicio de empatia, logre colocarme las botas y la esvástica, y escribir un cuentico… Si tienen tiempo...

En 1944 no existía mayor orgullo para un germano que ser el producto de la juventud nazi, uno de los proyectos más ambiciosos y, sobre todo, mas apreciados por el mismísimo fuhrer. Este era el caso de Hans Meiller quien con tan solo 17 años llevaba tras de si la carga área, una genética perfecta que era su mejor carta de presentación. El, junto a catorce mil enlistados engrosaban las filas de la generación de relevo, una tan superior que no necesitaba pelear por el poder, solo heredarlo y mejorarlo.
Esos eran los planes del alto mando en las SS, preparar jóvenes guerreros con un liderazgo tal que hiciera enfurecer al mismísimo Reich Guillermo. No serian criados para las trincheras, sus lugares tenían rangos premeditados desde el mismo momento de su concepción. Pero el destino tenía otros planes y la inteligencia nazi termino por comprenderlo así en mayo de ese mismo año, cuando las fuerzas aliadas desbordaban los frentes occidentales del poderío germano.
Los reportes del frente no traían noticias alentadoras, por vez primera la SS conoció el miedo en los rostros de generales en los que solo se habían dibujado seguridad y liderazgo. El vuelo de los lufthwagen que se aventuraban a mar abierto divisaban destructores aliados en un numero que solo podía significar una cosa, desesperación; un enemigo desesperado y, sobre todo, peligroso.
En el edificio de lodgheim, sede principal de la juventud nazi, no se escucho un solo grito, nadie caminaba fuera de la marcha marcial clásica, pero todos y cada uno de los presentes podía respirar lo que pasaba, para eso estaban entrenados. El primer anuncio se hizo luego del almuerzo, Hans y su tropa escuchaban con atención la pausada voz que salía de los parlantes y les ordenaba recoger equipos en suministros y presentarse en la división de transporte. Habían pasado tanto tiempo confinados, preparándose para ese momento que no tenían la menor idea de donde quedaba la división de transporte. Una vez en suministros recibieron todo lo que necesitaban desde uniformes hasta cigarrillos, pero lo que mas sorprendió a Hans, era que lo único que esperaba con ansias era su cuchillo de plata marcado con la esvástica nazi, su única prueba de que era superior, necesitaba saber que no era otro muchacho mas en una guerra que no entendía.
Hans fue el primero en la división de transporte, la miraba embelesado, como si supiera de antemano que jamás volvería a verla. Su única duda mientras abordaba el convoy era como era posible que no se hubieran enterado de nada de esto, como llegaron esos convoys sin que ellos los notaran, que diablos tenía que ver este ejercicio con las clases de mayéutica y liderazgo urbano; Hans nunca respondió esa pregunta.
Después de pasar más de 14 horas en ese convoy, lo despertó el calor húmedo que se colaba por las rendijas. Aquí se bajaban, solo Hans y cuatro compañeros que nunca había visto en lodgheim y de los cuales dudo por los siguientes 30 minutos. Tan pronto como se acostumbro a la oscuridad Hans diviso por lo menos 10 grupos parecidos al suyo, pero de una manera tan desperdigada y desordenada que no solo le sorprendió, sino que le irrito. No tuvo tiempo de seguir pensando mejores maneras para realizar este ejercicio ya que una voz metálica y casi sobre humana les vociferaba algo que relamente no entendía por el ruido del mar. Ese fue la llegada de lo más selecto de la juventud Nazi a la bahía de normandia, tan solo 12 horas antes del comienzo del día D.

Luego de entonar en un alemán perfecto sus derechos como raza superior a una explicación y un alojamiento mas adecuado a su estatus, Hans se dio cuenta que solo lo escuchaban imbécilmente los mismos partidarios de su queja y que el catre que tenia tras de si era su morada hasta nuevo aviso. El pánico comenzó a correr por el cuerpo de Hans, era esto una prueba del general Heims?, y si era así, como comportarse?, debía acaso rebelarse y mostrar liderazgo o simplemente acatar y mostrar sumisión al mando. Hans tampoco tenía esta respuesta, sus superiores les habían proporcionado todo, pero fueron lo suficientemente astutos para no darles lo que más necesitaba, iniciativa.
A las 500 horas lo despertó la luftwagen en un vuelo razante en formación de ataque que persiguió fuera de la tienda, y que por un momento le hizo olvidar donde estaba. Luego de un pobre desayuno que la mayoría de la juventud nazi rechazo, pues claramente no estaba a su altura, fueron llamados a servicio en la sala de mapas. En un orden matemático, casi egipcio se formaron en cuatro columnas perfectas, como venían haciéndolo desde hace mucho, pero que parecía ridículo en un ambiente de guerra como ese. Luego de un informe que carecía de sentido, le entregaron a cada uno un arma reglamentaria y una carga o ¨filete¨ como se le llamaba cariñosamente. Este era otro misterio del ejercicio para Hans, entendía el arma pero por que el ¨filete¨. Parece mentira que no solo a Hans, sino que ha ninguno de sus 49 compañeros en los cuales se había invertido el mejor dinero del poderío nazi, se les hubiera podido ocurrir que esto no era un simple ejercicio.
Todo comenzó a develarse para Hans con las luces del alba, la manera en que estas daban en las torres de la playa, y como dibujaban perfectamente a esos destructores aliados en el horizonte, destructores que Hans conocía a la perfección, pues era el primero en reconocerlos perfectamente en las clases de inteligencia fluvial. Fue allí, en la torre junto a la calibre 50, que Hans comprendió que hacia en esa playa esa mañana de mayo, y en ese momento se aferro fuerte a su cuchillo como para convencerse que esto no le estaba pasando, a el no.
Luego de refrescarle la memoria sobre el manejo de la M50 un soldado le recordó a Hans que su trabajo era correr de la torre a la tienda a buscar municiones. Cuando cargo la primera pensó que quizás rechazar el desayuno no fue lo mas inteligente. Comenzó a escuchar las primeras detonaciones y corrió a la torre donde solo escucho risas, que no entendió, hasta que vio los primeros anfibios a orillas de la playa llenos de aliados; abalanzados unos sobre otros, más que muertos parecían haberse quedado dormidos al ritmo de las M50. Entonces Hans sonrió y suspiro, estaban a salvo. Casi se sentía culpable por haber dudado de sus superiores; solo querían que viviera la experiencia, que aprendiera, prometió no cuestionarlos jamás, una promesa que se consumiría en poco tiempo.
Ya habían barrido nueve anfibios, los muertos eran incontables, un anfibio fue para Hans, su inexperiencia les permitió a dos soldados aliados llegar a la orilla, error que fue enmendado por la torre contigua a la de Hans. ¿Pero por que seguían llegando?, ¿Que no veían que era inútil?, ¿Quien podía ser tan imbecil? Cuatro horas mas tarde Hans se encontró dando carreras frenéticas a la tienda de municiones pero cuando volvía a la torre ya no lo esperaban las risas. En un descanso que el mismo determino necesario, contrario a los gritos de los soldados, vio sorprendido como llegaban oleadas de soldados dispuestos a construir un camino de cadáveres a través de la orilla, un camino que poco a poco se acercaba a las torres, y ni las M50, ni las descargas de los cazas alemanes parecían evitarlo.


Mientras Hans hacia uno más de sus viajes interminables vio sorprendido como un soldado alemán disparaba a un grupo de 3 soldados aliados que se habían colado a menos de 5 metros de la torre de Hans. Y esto fue la gota que derramo el vaso Hans soltó las cargas en el suelo y corrió a la tienda del general al mando para exigir su traspaso a un puesto de mando que le permitiera remendar los errores de su estrategia. Estos eran sus planes, hasta que lo interrumpió el estruendo de una detonación seguida de un calor abrazante que atravesaba su brazo izquierdo; reconoció el olor a carne humana quemándose que tantas veces había olido en los campos de concentración de judíos. En cierto modo sintió alivio, fue como un receso para la mente de Hans que venia andando a su capacidad máxima, ahora era tiempo para el dolor.
Cuando trato de incorporarse lo primero que vio fue una veintena de aliados con lanzallamas en la puerta de su torre, dando los últimos toques a la M50 y sus dos operadores.
Los aliados habían tomado la playa!

Autor
Dr. Pedroso

Escrito por drpedroso en Junio 10, 2004 11:59 PM | TrackBack
Comentarios

Que mas te puedo decir, Proud of you boy!!!
Asi como en persona eres un cuentacuentos de primera, por escrito logras el mismo efecto.

Escrito por infelix a las Junio 11, 2004 12:28 AM

que buen cuento chamo!!! me gustó mucho, mas bien, esta !!!BRUTAL!!!

Escrito por lybero a las Junio 11, 2004 03:26 AM

Heavy :).

Igualmente me llama la atención lo referido a la Segunda Guerra Mundial; me gustó mucho tu relato, es interesante ver las cosas desde la perspectiva de un soldado alemán porque muchas veces se muestra el pensamiento de los judíos, el de los aliados o el de los alemanes en el poder, pero no el del alemán en plena batalla intentando descifrar si vale la pena estar allí.

Escrito por Pat a las Junio 11, 2004 09:24 AM

Personalmente, creo que las gestapo era uno de los cuerpos, "demoniacamente" mejor preparados, que ha existido, para pertenecer a la SS a los reclutas, practicamente se les lavaba el cerebro con ideologia nazzi, dejando de ser humanos, y comenzaban a ser maquinas al servicio del "FUHRER". Y cuando digo máquinas, me refiero al sentido explicito de la palabra, a ellos no se les permitía pensar, era menester seguir una orden sin titubear, para eso fueron creados, esa era su razón de ser. De ahi que no creo que estas personas fueran capaces de sentir lástima, piedad, o sentimiento alguno...

Escrito por lybero a las Junio 11, 2004 02:59 PM

Muy bueno tu relato, me gusto bastante

Escrito por Joseito a las Junio 11, 2004 03:11 PM

Bueno lybero, los militares en general son entrenados para no tomar decisiones propias y anular su propio criterio en pro de la cadena de mando. Esa es la base de un ejercito efectivo... Claro, el veneno que tenian estos tipos era infernal en cuanto a ideologia, claro esta.

Escrito por infelix a las Junio 11, 2004 04:11 PM

¡Que bueno que encontraste un escape para tu creatividad¡. Eres un excelente narrador. Sigue escribiendo y hacièndole la competencia a tu hermano.

Escrito por Tai a las Junio 11, 2004 06:52 PM
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