Junio 27, 2004



Ah, la familia...

Ayer fue un día muy especial. Me vi obligado a asistir a una de esas reuniones familiares en las que te das cuenta que tu bisabuelo era un semental y tubo más hijos que un macho cabrío en celo, y que pese a que no conocías ni a la mitad y que están todos a punto de cascarla, tu familia es un autentico clan con multitud de miembros.

Lo mejor de todo, y lo que realmente hizo entretenidas mis 8 horas de penitencia fue el darme cuenta que toda mi familia está compuesta por garrulos, y que únicamente las últimas generaciones han podido vivir en un entorno urbano medianamente desarrollado en el que no se sacrifican vírgenes a ningún Dios.


Cual fue mi sorpresa cuando vi a mi tío, del que yo solo tenia vagos recuerdos de la infancia. Ante mi tenia a una criatura de un metro setenta y cinco, con el pantalón sujeto con un cinturón de lo que a mi me parecía piel de chucho, colgando a lo largo de su entrepierna. Como las últimas tendencias de Cibeles conminan a llevar complementos, mi tío se presento con una boina de pequeños cuadrados blancos sobre fondo negro. Y para finalizar, calzaba unas "apargatas" se esparto, la ultima moda en el circo ruso. Ayer sentí como nunca la necesidad de introducir una cámara digital en mi vida.

A lo largo de tamaña reunión, se habló de multitud de temas, incluido el popular "todos los políticos son unos..." y todo ello acompañado con comida suficiente para alimentar a un pueblo de tamaño medio. No obstante, no todo fue conversación en balde, puesto que abrieron mis ojos con verdades absolutas, algunas de tan profundo calado como "si no se incuban los huevos, los pollos salen subnormales".

El climax del día, llego por la tarde, cuando un grupo de vacas y toros mansos se coló en el huerto de la casa. Repentinamente, me vi inmerso en una capea que nuca olvidare, y solo clasificable como surrealista. Creo que el único que faltaba por allí era Ramón García. El valiente Cristóbal (la relación familiar entre este señor y yo se pierde a lo largo de mi árbol genealógico), todo un mozalbete de 80 años que con su sonrisa nos mostraba su dentadura formada por un solo incisivo de dimensiones grotescas, ejercía de lidiador, empleando para tal menester la chaqueta de su mujer, y armado con una vara de madera, que llegado el caso, emplearía virilmente como estoque. Como todo torero, Cristóbal estaba apoyado de cerca por su cuadrilla, compuesta por Antonio, que rejoneaba subido a su moto de campo, y el banderillero (lo siento, pero de este no se ni el nombre). Al final, la señora presidenta del poblado/aldea (cargo que ostentaba la tía de mi madre, allí presente también), tras la petición del personal, se vio obligada a pedir el indulto de las reses, que fueron expulsadas de la finca seguidas muy de cerca por el rejoneador.

Un día para el recuerdo, desde luego.

Escrito en Junio 27, 2004 08:51 PM |estoyacabao

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