Septiembre 07, 2004



Una lanza a favor del copero

Quiero desde estas humildes líneas, ensalzar a todos los alcohólicos ocasionales, que son objeto de continuas chanzas e injustos escarnios por parte de la humanidad, desconocedora de los apuros por los que pasan. Porque son ellos los que, cada fin de semana, nos hacen carcajearnos; porque, en cada farra, sus propios actos ensombrecen los defectos del resto; porque, en definitiva, hacen de los demás, mejores personas.

Desde muy antiguo se ha discutido sobre la formación del borrachote, si bien aun no se conoce el proceso de desarrollo: hay estudiosos que asegura que el bebedor se va haciendo con el paso del tiempo, a base de esfuerzos, dedicación y frecuentes visitas al ambulatorio; en el otro lado, circulan teorías que afirman que tan solo aquellos que durante su infancia cayeron en una marmita de Cacique con cola, pueden llegar a formar parte de tan selecto grupo.

Analizando globalmente el asunto, quizá se cierto que el alcohol pueda –indirectamente y de forma accidental- matar alguna que otra neuronilla, o conseguir que algún que otro impresentable se violente. Pero nuestras salidas nocturnas se verían seriamente afectadas si el achispado del grupo no sacrificara, por el bien de sus amigos, un ápice de su salud:

- Jamás podríamos verlo abrazado a un amigo, baboseándole la cara y diciéndole cuantísimo lo aprecia y lo bien que le cae, mientras, el secuestrado, que está viendo venir desde lejos una práctica sodomita, no sabe como escaparse.

- Justamente lo contrario: las situaciones de humor tenso, en las que nuestro héroe le dice a alguien lo mal que le cae, lo feo que es... se harían inviables.

- Los españoles que viviésemos fuera de Asturias o Pamplona no tendríamos excusa para cantar el “Asturias patria querida” o el “Uno de enero, dos de febrero...” sin venir a cuento.

- Nos perderíamos interesantísimos ensayos sobre las relaciones interpersonales. Nunca volveríamos a ver a nuestro amigo auto-presentándose a una chica que no ha visto en su vida con un inocente “Hola ¿podría zambullirme en tu canalillo?”. Y lo que es peor, no podríamos ser testigos del espectáculo que es ver como la misma chica, de 90 kilos, le arrea una torta olímpica a la “victima”, que pesa 70.

Esto es tan solo un pequeño resumen, puesto que el bebedor profesional es capaz de deshacerse de su honor de muchas maneras distintas, a cada cual más bizarra: sustituyendo a la gogo de una discoteca en la barra, salir a la calle disfrazado de Maria Jiménez... Recuerda, por el bien de todos: protege a tus amigos “bebedizos”.

Escrito en Septiembre 7, 2004 09:30 PM | TrackBack |estoyacabao

Comentarios

Yo estoy intentando federarme como borracho profesional... Es complicado pero estoy contando mis experiencias en mi blog. Pçasate a verlo y te descojonas de mis locuras.
Amigos beodos unios en un bar raro.

Escrito por julkito en: Octubre 28, 2004 10:32 AM

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