Julio 25, 2003

Flores para El hombrecillo verde

Sesenta centímetros de diámetro y un centro de lirios blancos. No había que preguntar mucho más: ocho meses. Llega en cualquier momento, ¿verdad? Hoy un médico ha debido llorar tanto o más que los padres. Durante toda la existencia ha estado entre nosotros y aún no hemos debido acostumbrarnos. Religiones, mitos y ritos han servido de poco, quizá, eso sí, gracias a ellos y muy de refilón hay quienes hemos llegado a tomárnoslo con una filosofía muy particular, pero a fuerza de costumbre, más que nada.

Tengo casi 20 años y la gran mayoría de ellos he andado pululando por la floristería de mi madre. He terminado por acostumbrarme a las coronas, las he hecho, las he transportado, me he acostumbrado... Muchas veces habré reflexionado sobre la verdadera utilidad de lo que hacíamos, porque, al fin y al cabo, no se trata de nada indispensable. Las flores. Con los años me he dado cuenta de que, en cierto modo, la semiótica nos da la razón. En una clase nos explicaron que la publicidad, la literatura, casi todo, apelaba a los dos sentimientos más arraigados en el hombre respecto a la vida: su inicio y su fin. Yo recordaba la floristería. Con flores se agasaja, se conquista, se suplica y se formalizan las relaciones. A los niños recién nacidos (o sus madres) se les llevan flores. Pero también al salir de una enfermedad o de una operación hay quien se regala flores.

Y luego está, por supuesto, quien no sobrevive. A ellos también. Ramos, pétalos, coronas... Flores para el alma, supongo. Sigo sin encontrarle una razón, desde el pragmatísmo. Ni siquiera es un sacramento religioso, más bien un establecimiento cultural muy arraigado. Entre nosotros, puta ironía: coronas. Mueren los plebeyos y son coronados. Si son Guardias Civiles, con laureles. Y si son bebés, con flores blancas. Los reyes del cielo se pudren todos juntos entre cipreses, y las flores se secan. Y las que no se secan hay quien las coge de lápidas ajenas para adornar las de los difuntos propios, que también pasa.

Pensándolo seriamente, no se me ocurre un arte más cercano a la muerte que el floral, quizá por lo efímero. Si el recuerdo de un desaparecido se volcara en los tallos de las rosas que adornen su nicho, sería un aplazamiento bien corto para que se instale el olvido, porque en poco tiempo estos también marchitan. Y ni siquiera los lirios tienen alma.

De verdad, no entiendo cómo no hay más floristas ateos...

Posted by germanmj at Julio 25, 2003 09:03 PM
Comments


Supongo que pasa en casi cualquier oficio... al menos en los de celebraciones y cara al público.

En los últimos días han tenido a bien recordarme que llevo desde el 97 en la papelería de forma regular.

Seis años (que se dice pronto) atendiendo al público, cuidando de los libros y viendo también pasar el tiempo en los demás.

Una de las funciones de un establecimiento como el nuestro es el de las tarjetas, algo que no creo que llegue a entender jamás pero que realizo como cualquier otra función.

Saco los álbumes para que elijan los "recordatorios" en las bodas, los bautizos, las comuniones, las bodas (de nuevo) y los funerales. [Y mi madre, ada vez que hay que coger uno de estos últimos toca un palito de madera]

Enseño el muestrario de invitaciones de cumple y vendo en invierno Christmas y Cartas (para los reyes o para Papa Noel).

Y me paso los veranos cagándome en los árboles de las respectivas familias en las monjas profesoras mientras busco sus cuadernos de vacaciones y reuno sus libros de texto.

También les veo comprar tarjetas de felicitación, cupleaños, estudios, bodas, bebés. Tarjetas para decir "Te quiero" y para decir "Te quise, pero quiero volver a quererte". Demasiadas tarjetas.

Y los sobres para sus cartas, y los paquetes para los envíos...

Es curioso como ves avanzar a los niños, como te enteras de como les va (y lo amenudo que padres y progenie pasan por aquí, más de lo que yo pensaba) y qué están haciendo, fotocopias la partida de nacimiento, el libro de familia, el material para las manualidades, para esos regalos de arcilla, celofan y témpera para los padres, las madres, los familiares; ese certificado de estudios, su primer DNI, la petición para la universidad, los currículums, papeles oficiales que piden para cualquier tontería, acuerdos de alquiler o compra de pisos, libros de familia (una vez más), herencias...

Yo ya he notado que el tiempo va pasando en los demás (incluso sospecho que en mí también, cada día me cuesta más recoger las hojas cuando caen al suelo o estirarme a colo car los libros en las baldas superiores) y veo como la gente que pasa desde que la librería es de mi tío (ocho años ya) va evolucionando en su vida. También veo como las cosas cambian en la tienda (sin ir mas lejos, he pasado del Solitario de Windows 95 hasta el Spider del XP) y me encuentro con deja vu que creía superados (¿cuántas veces toca explicar como se cambian los cartuchos de tinta, cómo poner en marcha un fax, cómo usar correctamente el papel fotográfico, el papel para camisetas o cualquiera de los extraños papeles especiales...?) tanto como me encuentro con gente que se educó al lado, en un colegio que hoy es una residencia de ancianos (probablemente el sitio más duro que conozco, odio cada minuto que tengo que estar ahí) o que vivían antes en el barrio... gente que conocío al anterior dueño y se sorprende de no verle, se sorprende pese a ser padres de familia cuarentones que vienen a recordar su niñez y a comprar algo (clips, bolis, quizá uno de mis libros) a los que hay que contar que hace ocho años el señor decidió jubilarse, quería vivir una jubilación larga disfrutar de su casa en el pueblo, pasar temporadas con su hija, el marido de esta y su nieto de cuatro años. Contarles luego que hubo un accidente de tráfico en las vacaciones de hace seis años, que la famila murió (sí, también el niño de seis años que ese mismo septiembre iba a comenzar su primer año de colegio) y desde entonces, desde ese último dá vestido de negro y con los ojos rotos tras las gafas, el antiguo dueño no ha vuelto por el barrio.

Pero, dice mi tío, lo jodido es que la vida sigue, seguimos con nuestro ciclo de segundo plano, haciendo tarjetas para los que quieren un rectangulito profesional, sellos de caucho para las empresas que se van formando y fotocopias al final.

Y, sí, también de vez en cuando, más de lo que nos gustaría, sacamos el álbum de "recordatorio" de defunción y tomamos el pedido mientras mi madre toca madera.

J.
Okupando un Blog ajeno

Posted by: Jónatan on Julio 26, 2003 11:51 AM

Yo todavía no he perdido a nadie "de verdad".

Pero dudo que lo haga saber cuando eso ocurra.

Posted by: Adrián on Julio 26, 2003 06:52 PM

...sólo tienes 19 años...uff
nunca pensamos (hasta que pasa, supongo) que podamos ser una década mayores que alguien que casi siempre te parece más sabio. Y bueno me da igual como suene porque no pretendo elogiarte especialmente, creo que podría pasarme con demasiada gente.
ahora me siento triste y no por lo de las flores, sino porque creo que no he sabido crecer en algún sentido. Y además, yo todavía no quiero contar de 10 en 10 para rememorar mi vida...uff...

Posted by: Haditjé on Julio 27, 2003 01:47 AM

Que desbordamiento de emociones en un post y en sus comentarios, Genial!

Y yo aquí por un lado por elogiar las palabras y los pensamientos leídos, y por otro para proponer una pequeña contradicción.

Una vez tuve un sueño, fue corto pero intenso (y es totalmente cierto) soñé que en esta vida donde es a veces tan complejo ser feliz a medida que pasa el tiempo, yo encontraba una ocupación que me permitía sentirme bien.

Soñé que trabajaba en una floristería, y repartía ramos de flores con tarjetas escritas.

La satisfacción de repartir flores y mensajes, en un mundo hecho de plástico, cemento y león. La sonrisa de la persona a quien llevabas el presente, era el mejor precio que la vida puede pagar.

Si, luego me desperté, pero fue bonito soñarlo.

Quizás la clave esté en buscar siempre el lado más positivo de las cosas que hacemos, y de las que vivimos.

La relación de las flores y las tarjetas con la muerte es solo igual de importante a como lo es con la vida, somos nosotros quien lo decidimos y nosotros quienes lo relacionamos.

Si no gusta el color negro, brocha, pintura y una capa de azul.

Posted by: Johny on Julio 28, 2003 04:02 AM

Como sigas en esta linea voy a tener que dejar de leerte. Au, pupa, y no me conviene.

Posted by: fatalidad on Julio 28, 2003 12:41 PM

La alegría de la huerta.....

Posted by: Sr. X. on Julio 28, 2003 06:28 PM

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