Marzo 08, 2004

"Aquellas temibles Amazonas"

Eva creció arrastrando un inquietante temor. Le hacía soñar por las noches y le aterraba en los días solitarios. Conforme se iba haciendo manifiesto su incipiente desarrollo, más le oprimía la angustia. Temía que cuando por fin fuese una mujer, las Amazonas aparecerían y la arrastrarían con ellas a dónde quiera que fuese donde vivían las Amazonas.

A su manera, ese temor estaba plenamente justificado. Leyó una vez sobre las Amazonas que era su tradición amputarse un pecho. Aunque las admiraba, como una niña que era, le parecía demasiado doloroso tener que mutilarse sólo para significarse con ellas. Y sospechaba que cosas peores debían hacer. Nunca se atrevió a preguntarle a su madre, que había sido una de ellas.

Su madre y su abuela, en algún momento pasado de sus vidas que a sus ojos de niña eran casi eternas, habían sido raptadas por las Amazonas y habían sido unas más con ellas. Su madre no tenía el pecho derecho, en su lugar había una curiosa cicatriz. A la madre de su madre, descubrió horrorizada poco después, le sucedía lo mismo. Algún día, creyó desde ese día, le tocaría a ella.

Ni su madre ni su abuela ignorantes las dos de los temores que oprimían a Eva, según ella, supieron alejar a los fantasmas. Toda la familia obviaba el asunto. Se dio cuenta de que sus preguntas más inocentes al respecto eran incómodamente desviadas a otros asuntos. También se dio cuenta de que los ojos de sus interlocutores sí que le decían la verdad: el caso debía ser algo muy triste.

Eva no quería que llegaran las Amazonas. Eva no quería que le llegara la tristeza. Y, poco a poco, se iba acercando el que ella preveía terrible día en que las Amazonas vinieran a por ella.

No vinieron las Amazonas.

Una mañana sus padres la subieron en el coche y en lugar de llevarla al colegio, la llevaron al Hospital. Compungidos, le fueron explicando por el camino que el médico les había advertido que sería conveniente, dada la alta predisposición genética que parecía haber en la familia, realizarle una serie de pruebas.

Hoy Eva cuando cuenta la anécdota, afirma que aquellas temibles Amazonas le salvaron la vida.

Posted by germanmj at Marzo 8, 2004 10:00 AM
Comments

Me ha encantado.

Posted by: carmen on Marzo 8, 2004 09:23 AM

Se agradece mucho poder leer cosas así. Un relato muy bien llevado para un final que es como ver el Báltico helado.

Posted by: Mostaza de Canela on Marzo 8, 2004 10:58 PM

que bonito, en serio, ya lo pensé ayer y no te lo dije, pero hoy al releerlo todavía me ha gustado más. Y elegiste muy bien el día.

Posted by: haditjé on Marzo 9, 2004 08:39 PM

Muchas gracias...

(Y conste que lo del día fue absolutamente azaroso)

Posted by: Germán on Marzo 10, 2004 12:18 AM

Muy buen relato, algo triste quizá, lo que tengo que remarcar es que la "radio blog" esta muy pero muy buena, como yo de esas cosas no sé, voy a prescindirte de que me expliques como se hace, lo importante es que tu blog está muy muy bueno.

Posted by: Pablo on Marzo 10, 2004 12:45 AM
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