Junio 01, 2004

Cae el telón

Cuando volví del viaje tuvimos algo así como un mes de tregua.

Primero supe de lo que había pasado con A. en mi ausencia. Entre los dos había empezado a haber una cierta hostilidad. Ella notaba que él ahora le había dado por los desplantes y la indiferencia. Parecía que él poco a poco recobraba la cordura, y en el proceso lógico de superar su cuelgue por ella mantuviera la distancias. Pero precisamente mientras yo estuve fuera ambos coincidieron en las fiestas de una ciudad cercana al lugar donde vive Bz. Él había sido invitado por alguien del círculo de amigos de ella. En un momento dado, ella desapareció en busca de un baño pero no volvió con el resto del grupo. Se quedó hablando con D. (hay que ver que reparto más escaso tiene esta obra) y pudo ver después de un rato a A. dando vueltas por allí con la actitud de buscar a alguien.

Tiempo después empezó a llover, y D. y Bz. se fueron a resguardar bajo el toldo de una caseta donde vendían bebidas. Al rato cayó en la cuenta que al otro lado de la calle bajo la lluvia estaba A. parado mirándola. Ella hizo como que no lo vio y siguió en su conversación con D. Pasado un tiempo un camarero le dijo "Oye, que eso chico ahí al otro lado de la barra, quiere hablar contigo". Qué se dijeron lo sé por la versión de ella. No sé hasta que punto difiere de la realidad. Pero según me contó hubo un momento en que enfurecida le dijo: "¿Por qué no me dices ya de un puñetera vez lo que sientes por mí? ¿Es que no tienes huevos?". Por lo visto fue una conversación de silencios. Y al final él, casi con lágrimas en los ojos, le preguntó "¿pero queda alguna posibilidad para lo nuestro?". Lo de ellos. Después de tres años de carrera parece que se atrevió a llamar a las cosas por su nombre. Jamás me nombró este incidente. Jamás dijo de ella otra cosa que esperara amistad. Un día me contó que le fastidiaba que los dos se hubieran distanciado, después de "lo mucho que él había invertido en aquella relación". Serían términos inadecuados, pero me parecía que él tenía una idea muy equivocada sobre las relaciones.

La noche que ella me lo contó, hablamo sobre él. Y hablamos sobre el pasado. Sobre nuestra relación. Y qué había pintado él en todo aquello.
-"¿Es que nunca te diste cuenta lo que él pretendía?"-Le dije. Ella creía que él jugaba limpio y que podían inventar nuevas reglas para la amistad. Algo que yo había intentado con 23 años y aprendí que no funciona. Él había intentado llenar de rasgos propias de una relación de pareja a una amistad. Se había engañado a sí mismo sobre qué le unía a ella. Y había terminado creyéndose sus propias mentiras. Aquello se lo expliqué a los amigos con la teoría del "sandwich americano": Puedes ir a un bar y pedir "un sandwich mixto con huevo frito". Pero por mucho que te empeñes en llamarlo así, en realidad estás pidiendo un sandwich americano. ¡Y no hay más historia!.

Creo que fue aquella noche cuando hablamos del día en la playa. "Pero tú, ¿en qué coño pensabas aquel día? le dije casi con rabia. Y ella contó que miraba atrás y se avergonzaba. Él pensaba que cuanto más le daba a ella, más tenía derecho a recibir a cambio. Sabía que aquello Bz. y A. tarde o temprano iba a estallar. J. me había dicho un día que solo tenía que esperar a que reventara y echarme unas risas. Pero en el momento en que habíamos hablado de ello no me apetecía tener nada que ver con los dos.

Tiempo más tarde, ella me llamó un día para contarme que D. le había montado una escena en público. Y que esta vez había queddo claro que él necesitaba ayuda. Que ella pensaba ayudarle en cuanto pudiera, pero que hasta allí habían llegado. Ella no se sentía por más tiempo responsable de él.

Pero poco a poco fui viendo que todo volvía a ser igual que siempre. Como si yo estuviera en la cola de su lista de prioridades. Varias veces pensé que aquel podría ser un buen momento para cortar y quedar como amigos. Como quien va disminuyendo la intensidad de una llama hasta que se apaga.

D. y A. volvieron a pulular por su vida. Como si no hubiera aprendido nada.

Una noche fuimos ella y yo a ver a A. actuar en una obra de teatro. Ella se encargó de masacrar el guión y la puesta en escena cuando salimos. Íbamos a cenar un amigo de A. y compañero además en el grupo de teatro con su novia, A., Bz. y yo. Primero dimos una vuelta por bares. En uno con música en vivo ella y yo nos adentramos un poco, y nos quedamos escuchando la música rodeándola yo con mis brazos por detrás, con mi pecho pegado a su espalda. A la salida esperando por no me acuerdo qué o quién ella se agarró a mi cintura apoyando su cabeza en mi pecho. A. empezó a tocar a Bz., acariciándole el brazo. Self-service, oiga.

Aquella vez sí que se disparó algo dentro de mí, mientras me encerraba en uno de mis silencios con mirada retorcida. Camino del restaurante donde cenamos ella empezó a preguntarme qué me pasaba. "Esto me gusta tampoco como a ti", dijo. Y entonces me relajé. Parecía que había aprendido a marcarle los límites. De camino al restaurante donde cenamos M., el amigo de A., iba con su novia unos cuantos metros por delante. Retrasados, Bz. y yo. Y en medio, A. con mohín de cachorrillo abandonado.

Yo por aquel entonces estaba trabajando en un proyecto de investigación en la universidad. Ganando el dinero con el que he vivido aquí en Madrid. Llevaba una vida desquiciada, compaginando estudio y trabajos. Bz. era mi asidero en aquello locura. Y sabiendo que lo nuestro, una relación sin nombre ni etiquetas, no iba a ninguna parte seguí adelante.

Era la noche que Rosa cantaba en el festival de Eurovisión, en Tallin. En una plaza lejos del centro hablamos para liquidar nuestra relación.
-"La primera vez me diste calabazas. Las segunda me dejaste tú. La tercera hemos estado de acuerdo en dejarlo. ¡A la cuarta nos tiene que ir de puta madre!".-Le dije. No entendió que tuviera ánimos para bromear. Ella sacó su actitud orgullosa y autosuficiente. Esa que sacaba siempre, justo cuando yo sólo esperaba de ella que fuera un poco humilde y conciliadora para hacer la scosas más fáciles.
-"Si tienes algo que reprocharme, este es el momento.- Me dijo-Porque luego no te permitiré que vengas a decirme nada.- Todo en un tono de voz sentencioso.

Yo no tenía nada que decir en aquel momento. Había dejado pasar la oportunidad cuando me dejó de reprocharle lo que había hecho. Y en aquel momento no le veía el propósito de restregarle sus faltas. Supongo que esperaba que nos tiráramos los trazos a la cabeza para hacer un corte limpio conmigo. Pero no le di el gusto. Y eso pareció afectarle. Sólo le dije una cosa. No recuerdo el contexto. Sé que le molestó bastante.
-Tú, nunca me has querido.-

Volví a casa solo, en autobús.
-¿Y Rosa?-Le pregunté a mi madre al llegar.
-.

Tanto ruido para nada.

Escrito por Lobo a las Junio 1, 2004 05:01 AM