Junio 20, 2004

El corazón de la bestia

El viernes tuvimos la primera sesión de "formación" en mi nuevo cutre trabajo. Es todo una experiencia ver en marcha a una empresa de trabajo externalizado y precario. Pretenden que con dos días de cursillo nos comamos el mundo. La encargada de la "formación" parecía quere todo el rato dejarnos claro los límites de su función. Y de que no olvidáramos lo que ella nos había explicado. Al parecer en la empresa se encargan de hacer encuestas al personal, que suele reclamar más formación. Y ella, por así decirlo, quería dejarnos claro "yo he hecho mi parte, luego no os quejéis".

El ambiente entre los seleccionados para vender tarjetas de crédito era un tanto diferente. Abundaban los casi o recién licenciados universitarios, ya que van a se la imagen por teléfono de un banco. Pero aún así no dejábamos de ser carne de cañón empujada por excavadoras hacia las simas de las fosas comunes del mercado laboral. Allí eres un pieza prescindible de un gran engranaje para el que no tienes nombre ni alma. Un elemento fácilmente reemplazable. Como una de esas películas de guerra o policías, en la que los novatos sufren un trato rudo por parte de los veteranos, que no se encariñan con ningún recién llegado porque saben su escasa esperanza de vida.

Mi refugio mental es pensar que todo esto es provisional. Que a comienzos del próximo curso estaré atento a las oportunidades académicas ofrecidas por ciertos contactos. Que será mejor momento para buscar algo en una O.N.G., y que entonces me alejaré de todo este submundo de precariedad, descualificación y escasa remuneración. Pero no es fácil olvidar a las personas que conocí el martes, en aquella entrevista en grupo. Gente que creía estar quedando bien desgranando sus méritos pasados, pero que en implícitamente estaban contando una historia patética de fracaso y caída en espiral. Patética, no en un sentido repulsivo o peyorativo, sino trágico. Gente que hablaba de sus títulos universitarios, sus cursos y sus trabajos temporales, hasta que se agotó su suerte y empezaron a buscar algo con lo que subsistir. Supongo que todos se dijeron lo mismo que yo: "Esto es algo provisional". Ya no los dijo un profesor del máster. No hay frase más estremecedora que "estoy trabajando en esto hasta que me salgo algo de lo mío".

Escrito por Lobo a las Junio 20, 2004 11:52 PM