Junio 21, 2004

Perdiendo a posta

El martes después del pequeño refrigerio con el que se puso fin al curso terminamos de bares en La Latina. Sé que bebí demasiado aquella noche (apenas había comido nada en toda la tarde y para variar las cañas eran bastantes generosas en el bar en el que estuvimos). Lo curioso es que no pagué nada. Fui invitado por las chicas todas las veces. Supongo que estaban llevadas por el espíritu de la despedida. Hasta el director del máster, me cuentan, dijo palabras bastantes emotivas. Y eso que estaba enfadado con nosotros por nuestra impuntualidad y desgana.

Alguien con quien hablé aquella tarde, y luego por la noche, fue V., aquella chica con la que había hecho un trabajo y con la que luego rompí toda relación. La misma con la que hace poco había coincidido un día en el metro y yo había notado su intento de ser amable conmigo. Haciendo memoria no recuerdo el momento en que nos volvimos a dirigir la palabra. Ella fue una de las primeras personas a las que llamé cuando supe de la muerte de C. Luego se fueron sucediendo algunas palabras aquí y allá. Un día, bebía agua en uno de los bebederos de la facultad cuando ella pasó a mi lado y puso su mano en mi hombro. Un contacto fugaz, que aún recuerdo por lo inusual. Y por lo extraño que me resulta en mi soledad en Madrid. Hasta ahí he llegado. En convertir en un acontecimiento el que una chica me toque.

El miércoles por la mañana busqué su teléfono y lo añadí a la agenda del móvil. Le mandé un SMS para confirmar que seguía siendo su número, y para contarle que tal como le había prometido le había mandado un e-mail con direcciones de dónde buscar trabajo en Internet. En su respuesta, me proponía vernos este fin de semana.

Le conté todo esto a una compañera de clase. Escogiendo las palabras para darle a entender justo lo que no era. Perverso que soy. Sé cuánto les gusta a las chicas como ella esa clase de historias. Cuando al final le conté que por mi parte no había ninguna intención hacia V. y que todo había sido un retorcer el lenguaje a la hora de contar el "reencuentro" se mostró contrariada: "Me había emocionado y todo".

Anoche empecé a darle vueltas si yo estaría siendo más ingenuo de lo normal, y metiéndome en la boca del lobo. ¿Y si ella quiere algo? Pensé en las excusas que le diría, explicándole mis circunstancias actuales. Al final salí con ella esta tarde. Apareció una tercera persona. Otra compañera de clase y compañera de piso de ella. No diría de V. que se trata de una persona con quien pudiera surgir una buena amistad. Pero me he acordado de Cavafis. Tanto preparándome para enfrentarme a los bárbaros, y los bárbaros no se han presentado. Ahora se abre paso la duda. A lo mejor los bárbaros eran la solución a todo.

...

Vaya soliloquio más críptico. Si alguien ha entendido algo de lo que quería decir, es para darle un premio.

Escrito por Lobo a las Junio 21, 2004 02:56 AM
Comentarios

Pues efectivamente no me he enterado de casi nada, salvo que me temo que V. que quería ligar contigo, se va a llevar o se ha llevado una gran decepción.
Saludos

Escrito por odyseo a las Junio 21, 2004 10:49 AM

Umhs... totalmente perdido.

Pero me gusta la historia de Cavafis... realmente sería más facil saber contra lo que nos toca enfrentarnos. La vida perdería emoción, pero quien quiero emoción que haga puenting sin cuerda.

Escrito por Träne a las Junio 21, 2004 04:37 PM

pero... ¿quien es Cavafis?

Escrito por mii a las Junio 23, 2004 06:01 PM

un poeta griego del siglo pasado

Escrito por Mostrenco a las Septiembre 5, 2004 10:07 PM