Inicio | Crónica de un nefasto día anunciado »

Lo siento. Te he fallado. Miestras escribo esto estarás llegando al banquete, en donde, entre tan pocos invitados, se notarás más mi ausencia. También te fallé en el bautizo de tu hijo, primero negándome a ser la madrina y luego no yendo a la comida; al menos esta vez, accedí a ser testigo, aunque llegase tarde al juzgado y tuviérais que esperarme.

Perdóname. Nunca he sabido ser hermana. Cuando tenías 15 años y yo 10, por poner algún ejemplo, ya decías que era un coñazo. Hace unos meses, de camino a tu casa, me decías que de pequeña era insoportable, pero que ya había cambiado. Hoy te he vuelto a demostar que no: sigo siendo igual de impresentable que siempre, esa hermana (la única) daría vergüenza a cualquiera.

Lo lamento tanto. Volvimos a casa a por los recordatorios, que se quedaron en el coche de papá, y a por la merienda del niño, por si se hacía la hora de dársela. Subí a casa a cambiarme, porque, entiéndeme, ya en la puerta del juzgado veo a todas tus cuñadas (novias de los hermanos de tu ya marido) tan arregladas, tan guapas, y a todas tus amigas igual, y yo me miraba, embutida en un pantalón blanco dos tallas más pequeño, con un top que cuando me lo bajaba en un intento de taparme la barriga enseñaba el sujetador, ¡tan horrible que iba! Decidí cambiarme.

Subí a casa a por la merienda de tu hijo y me cambié de pantalón, pero no me entraba ninguno. Llamé a mamá llorando primero por la ventana y después por el portero, y subió mientras tus suegros esperaban abajo. Mamá sacó todo el armario pero nada me entraba, y no pude. Algo se rompió en mí y lloré y lloré y aún lloro como hace tiempo que no hago.

Perdóname. Pensaba que esta vez iba a ser diferente, que podría estar allí, incluso pensaba pasarme después por tu casa cuando fueran tus amigos, pero no he podido, como tampoco pude ir al hospital cuando a mamá la operaron, ni cuando nació tu hijo, ni cuando papá estuvo enfermo, por citar algunas veces.

Tengo ganas de llorar hasta secarme y gritar hasta quedarme ronca. Soy un fracaso, un error, un absurdo de persona. Mi vida es un borrón, una mala pesadilla, algo que no debió ser.

Lo siento tanto... Mientras, el teléfono no para de sonar, no me atrevo a cogerlo, por miedo a que seas tú. Mamá ya me ha visto cómo estoy, no quiero que tú me oigas así. Prefiero que pienses que es un berrinche de tía echa y derecha con complejo de niñata caprichosa y malcriada a que veas cómo estoy ahora: rota y desecha, me siento podrida por dentro, emborronando una hoja con lo que debería decirte a la cara y jamás podré; hoja que hará compañía a las que no rompí después de escribir que me odiaba, entre otras.

Siento que tu hermana pequeña, tú única hermana te halla fallado siempre durante sus casi 23 años.

Lo único que tengo para regalarte es el deseo que os vaya muy feliz en vuestra vida aún a pesar de la familia, en particular la que suscribe, y que ojalá hubieses sido hija única.

Escrito por lorayk el 18 de Junio a las 04:26 PM