Mayo 28, 2004

Nada de nada

Hoy se supone que debía ser un día especial. Un día donde las miradas se centran en ti. Un día… No. Tu día. Cada uno tenemos el nuestro. Pero el mío no era este. Y no lo era porque no he sentido que lo fuese. Tengo muchos días especiales, inolvidables, pero nunca coincide con mi cumpleaños. Nunca.

Empiezo a despreocuparme por las tradiciones, que como todo lo que parece habarme sido impuesto no termina de convencerme. Me gusta este país porque he nacido en él, aunque siempre pienso que mi sitio está en otra parte. Me he enamorado de esta ciudad, aunque tengo fantasías con otras capitales y otras islas y burbujas del mundo. Quiero a mi familia, pero a mis amigos les he elegido yo… Me gusta elegir la música y las lecturas de las que me alimento, aunque el arte de aquí me hace sentir algo que los otros no pueden.

Quizá eso sean los cumpleaños. Días que te gustan por cariño, porque sí. Pero no los he elegido, ni siquiera me pidieron permiso las estrellas para hacerme con este carácter. Nadie me dio a elegir nada de lo que no puedo cambiar, y a veces sueño que es diferente sin ser más que un deseo infantil imposible de realizar.
Pienso por las noches frías, y reflexiono en los días de lluvia, grises y teñidos de soledad e individualismo, donde no hay paraguas para dos ni para tres, sólo vas sequito de uno en uno.
Me gusta lo que el resto descarta y descarto lo que al resto le apasiona. ¿Por qué soy diferente? ¿Lo he elegido yo? En tal caso no recuerdo el momento en el que lo decidí, pero a veces cuestiono si realmente lo soy porque quiero, o es una más de esas cosas con las que vivo, pero que no elijo.
Puedo pensar que existo, porque opto, pero puedo imaginar que me leen por lo que no adopto.
Puedo imaginar que me ven o me oyen, pero no puedo saber que me sienten y me escuchan.

Qué fácil parece todo cuando no lo conoces, y que poco lo conoces cuando crees conocerlo. Y qué desengaño cuando lo conoces de verdad, y ya nunca más vuelves a reconocerlo. Ni a reconciliar el sueño. Ni a soñar de nuevo, ni el tiempo ni el viento.
Qué sensación la de crecer con el tiempo, y qué sensación la de correr contra el viento, contra corriente. Fuera de serie, de lo normal, de lo esperado, de lo latente.
Las sonrisas se transforman de un día para otro, y lo que antes tocabas, ahora apenas logras verlo. Y olerlo.
Porque apenas logras tenerlo sin que se lo lleve el tiempo y el viento. De nuevo el tiempo de la mano del viento.
Parece que esperas siempre el fin de semana, pero el fin de semana se acaba, y empieza la nueva espera idealizada. Y Godot nunca pasa. Y se retrasa.
Y las líneas abarcan, pero la transición no acaba, y todo lleva a la nada, y oyes de nadas sin haber dicho gracias. Y sufres desgracias sin haber hecho nada. De nada.

Parece que todo termina cuando empieza y cuando de verdad estás a gusto todo termina de repente, sin preguntarte, sin terminar de convencerte de que lo que te pasa es lo que debería pasarte, o lo que al menos desearías que te ocurriese. Y que todo esto cese, sin más espera que la que hicimos ayer porque el hoy llegara sin nada, y más horas de espera para mañana, y con más nadas que den razones a los mañanas, con sus noches y madrugadas, que preceden a otros mañanas. Y así de nada se hizo todo, y todo se quedó en nada.
Y el ayer en mañana, y lo haré por la mañana, cuando sabes que por la tarde dirás algo semejante a lo que pensarás en la alborada. Y nada de nada. Nada de nada. Y nada en la nada. Nada… Nada… Nada… de nada.

Escrito por taciturno a las 03:08 AM | Comentarios (0)

Mayo 14, 2004

Viento

Una vez me di cuenta de que mientras dormía, o mientras intentaba dormir, en el espacio que dejaba libre en mi cama, fuese cual fuese mi postura, se dibujaba tu silueta, cual sombra chinesca, entre mis sábanas.

Hoy ya no estás en ellas. Y no porque cuando te dije aquello fuese mentira. Sino porque hoy duermo de otra manera muy distinta. Hoy sigo durmiendo solo, pero ya no te dibujas. La luna todo lo inunda, y no permite sombras para tu refugio.

El pasado era más bonito, era más romántico, era más poético. El presente es más realista y doloroso, pero lo prefiero así. Lo prefiero ante todo.

Lo prefiero por ser yo, y por saber de mí. Me he echado de menos, y no me pienso volver a perderme.

Aunque el hecho de preferir lo uno o lo otro, no es ya ni cuestionable, porque no son opciones. Sólo es pasado y futuro.

Tú eres pasado ocurrido, que siempre debió ocurrir. Yo soy presente indeciso, con un futuro por venir.

El futuro a convenir, el pasado novelesco. El presente yo, sin más, pero con tanto como antes.

En mi cama no queda nada, mi luna todo lo oculta, el resto lo pongo en las hojas.

Le doy las gracias, y se sonroja.

Sin embargo te recuerdo, no sé si porque quiero. A fin de cuentas de qué serviría olvidarlo, sólo podría tropezar de nuevo. Aunque lo nuestro no fue un tropiezo, fue amor, confianza y tiempo. Como estas tres cosas se acaban… pues se terminó lo nuestro.

Pero ahora tengo tiempo nuevo. Tiempo que veo y que leo. Tiempo que escucho y observo. Tiempo en el que no te vivo ni te siento, pero te recuerdo.

Tengo otro tipo de tiempo, otro tipo de confianza, otro amor distinto. Los mismos recuerdos eternos, que ya no volverán, porque nunca se fueron.

He perdido muchas cosas, entre ellas tus caricias, tus sonrisas y tus sentimientos. Pero las llevo dentro, con el tiempo, con las fotos, con los dibujos y con los paseos. En mis adentros. En mis recuerdos te recuerdo, y de ti me acuerdo. No mucho, de acuerdo, pero lo que necesito al menos.

Esto sólo es un momento, de los muchos en los que pienso, y como en tus ojos me reflejo, quise reflejar todo esto. Para que tus ojos lo lean. Se lo envuelvan para regalo, o se lo lleven puesto. Es lo mismo. Distinto dibujo artístico, el mismo frío cuando me acuesto. Distinta manta que me arropa, distinta herida que me asesto. La misma mirada al cielo, y los mismos pies en el suelo. Pero diferentes recuerdos, para un mismo anhelo. Un último beso, con el que recuerde el resto, que el tiempo me roba por momentos, y que por tantos desacuerdos, ya ni el estar cuerdo me conforma entero, y la forma poética, me reprime de hacerlo. De decirte y pensarte, mientras ni te tengo ni te veo.

Un beso por el cielo, que nadando llegue, mientras camino y lo veo, y lo persigo como un sueño, que jamás se cumple, pero que deseo, como un anhelo muerto.

Él pasea y observa a la gente que se cruza, mientras se imagina sus vidas, y se las escribe en un cuaderno. Para explicarle a alguien un día, que cada vida del universo, fue un beso que nunca se dio, y que ahora vaga por los adentros de otro espíritu solitario, perdido en este desierto.

Por eso hoy ha nacido un alma, en algún rincón del lienzo, que irá detrás de nuestro beso. Beso que nunca nos daremos, como sentido de su vida, mientras viva sin saberlo.

Hasta el día que nos lo demos, y en el que morirá por dentro, y fuera todos le amarán, por lo que hayamos descubierto.

El sentido de la vida, un beso eterno, perdido, entre los vientos del cielo.

Taciturno piensa demasiado

Escrito por taciturno a las 01:19 AM | Comentarios (0)