Mayo 26, 2004

Otra de realidad

Todos los miércoles me toca hacer en el curro una hoja parroquial, consiste en pasar un texto (un folio por las dos caras con las cosas que se le ocurren al cura) y maquetarlo. Normalmente no hago caso de las sandeces que dice, pero hay dias, como hoy, en los que incluye artículos interesantes, normalmente sacados de revistas religiosas, porque el cura sólo escribe el horario de las misas, el tema del evangelio y despotrica contra algo que esté socialmente de moda y a poder ser que sea malo malísimo.
No pretendo ir de solidaria salvadora del mundo, pero mientras lo pasaba al ordenador me llamó la atención y me quedé con mal cuerpo la verdad, había oído hablar de este tipo de cosas, pero nunca tan oncretamente como hoy.

El río, que dibuja la frontera entre Corea del Norte y China a través del remoto noreste de Asia, ofrece una oportunidad ahora que se acerca el invierno. Las bajas temperaturas han empezado a congelar sus aguas plateadas, los militares han bajado la guardia y miles de refugiados se agazapan durante la noche esperando la ocasión para cruzar caminando sobre el hielo hacia lo que creen será la libertad. Si los militares apostados en decenas de torres de control les descubren o el hielo se rompe bajo sus pies, el sueño habrá terminado antes de empezar. La mayoría son mujeres y, aunque no lo saben, a este lado les esperan con los brazos abiertos… los traficantes de esposas.
La Corea del Norte de King Jong II pasa hambre y en China faltan mujeres para millones de solteros: ambas necesidades se han unido en la frontera chino–coreana para crear un inmenso mercado de subasta y venta de mujeres.
La tradicional preferencia por el nacimiento de bebés varones, el infanticidio y aborto de las niñas han evitado el nacimiento de 40 millones de mujeres en China desde 1980, condenando a toda una generación de hombres a la soledad.
La solución a sus problemas llega estos días a través del río Tumen gracias a las miles de mujeres que huyen del último Estado estalinista del mundo en busca de comida y refugio. La mayoría encuentran un marido no deseado y una vida de esclavitud.
Los clientes de las subastas de mujeres son casi siempre los rezagados en la difícil carrera por encontrar esposa en China: hombres de más de 40 años, los que tienen alguna tara física o psíquica, quienes son rechazados por falta de medios económicos o campesinos sin educación. Los traficantes completan su oferta buscando en las estaciones de trenes y autobuses a las refugiadas que entraron en el país sin ser descubiertas y que tratan de abandonar la región con la esperanza de alcanzar Corea del Sur.
Las mujeres son catalogadas en ciudades como Yanji según su peso, edad, belleza y salud antes de ponerlas a un precio que va de los 300 euros de una joven en buen estado a los 100 de las que llegan con claros signos de hambruna o enfermedad. Las consideradas excepcionales, algo así como las purasangres –piel blanca, pómulos pronunciados, buen peso, pelo largo y cuidado– pueden alcanzar un precio de hasta 800 euros, si varios hombres pujan por ellas. Las que están demasiado débiles o arrastran enfermedades irreversibles tras su odisea son abandonadas en la frontera, donde los soldados norcoreanos las detienen y envían a campos de trabajos forzados. En el mercado de esposas del río Turmen no hay sitio para sentimentalismos.
Las jóvenes reciben tres comidas al día para mantener su peso, algo de ropa no excesivamente llamativa, del agrado de quien viene buscando una esposa, y maquillaje para arreglarse cuando vienen clientes. Todos estos cuidados no tienen otro objetivo que el que la mercancía presente un buen aspecto cuando lleguen los clientes. El posible comprador puede recorrer un pasillo y detenerse en cada compartimiento para seleccionar a la mujer que desee.
Cuando los traficantes logran reunir a varios clientes, se organiza una puja para tratar de sacar el mayor dinero posible por las más jóvenes, cuyas fotografías son mostradas previamente en pueblos y ciudades por correos de las mafias. El piso es desmantelado nada más terminar la operación, las mujeres se marchan con sus nuevos esposos y los traficantes vuelven a la frontera en busca de más novias. La demanda es tan grande como la oferta.
<>, asegura el jefe de la red mientras la mujeres bajan la cabeza o se dan la espalda.
Si la policía lleva a cabo redadas, y la organización de subastas se vuelve por un tiempo demasiado arriesgada, los traficantes llevan a las mujeres en furgonetas por los pueblos donde hay más solteros, ofreciéndolas como si fueran una mercancía más. La mayoría son jóvenes de menos de 25 años, pero también las hay de más de 40 años.
El sistema de subastas tiene sus propias reglas comerciales. El cliente siempre tiene derecho a devolver a la mujer elegida hasta varias semanas después de realizada la operación. Las organizaciones de disidentes coreanos que recorren el noroeste chino para tratar de ayudar a las víctimas aseguran haberse encontrado refugiadas que habían sido vendidas hasta en cinco ocasiones y otras que habían sido entregadas a hermanos que, escasos de dinero, habían decidido compartir la suya. <>, asegura un informe elaborado por la Sociedad Jungto, la organización coreana que más ayuda presta a los refugiados en la frontera.
Corea del Norte está dirigido por un régimen arruinado y paranoico que tras décadas de aislamiento parece haber perdido contacto con la realidad del mundo que le rodea. Al frente se encuentra Kim Jong II (el dictador más peligroso del mundo), que utiliza unas fuerzas armadas de 1,2 millones de soldados (el Ejército más represor)para mantener a su población en una inmensa cárcel de la que los ciudadanos tienen prohibido salir (el país más cerrado). Mientras la hambruna de los últimos años le costaba la vida de dos millones de sus compatriotas, el Querido Líder, como se hace llamar Kim Jong II entre sus súbditos, emplea los pocos recursos disponibles en desarrollar armas nucleares, mejorar sus misiles de largo alcance y mantener la vida de un monarca de la Europa del siglo XVII.
El régimen, que se encuentra técnicamente en guerra con Corea del Sur y enfrentado con Estados Unidos por su programa nuclear, está considerado por los gobiernos occidentales como <>.
¿Caer en manos de Kim Jong II o de los traficantes de esposas?
Escuchando los testimonios de las norcoreanas que han sido deportadas y han logrado escapar para contar su historia, nadie se sorprendería de que la mayoría opten por los traficantes. Kim Kyong–ok llegó al centro de Detención de Hamkyong, en Corea del Norte, después de haber sido enviada de regreso a su país por las autoridades chinas en 2000. La prisión estaba dedicada casi en exclusiva a mueres que habían sido detenidas en China y muchas de ellas estaban embarazadas. <>, recuerda Kim.
La persecución de las autoridades chinas ha empeorado, si cabe, la situación de las refugiadas. Los maridos, alarmados ante la posibilidad de perder su compra, prefieren encerrarlas día y noche. La mayoría reciben maltratos y los traficantes, preocupados por ser descubiertos, cada vez las venden en provincias más alejadas de la frontera, en el oeste y sur de China. A los niños nacidos de un matrimonio forzado les espera una vida sin nombre y sin derechos. Los hijos de padre chino y madre comprada son ilegales en su propio país de nacimiento, no pueden ser registrados, acudir al colegio o vacunarse. Para la ley, no existe ni existirán nunca.
<> es a veces posible para las esposas del río Tumen. Las más afortunadas encuentran un hombre que las trata bien, un pueblo que las acepta y las oculta a los ojos de la policía y una vida que les permite enviar algún dinero a la familia que dejaron atrás. Algunas ya tienen marido e hijos en Corea del Norte y se han vuelto a casar para lograr salvarlos de la hambruna. Ahora, con la vida dividida en dos por el río Tumen, viven aterrorizadas ante la posibilidad de que la policía china las encuentre y las devuelva al otro lado del río.
No es fácil escapar del más peligroso de los dictadores del mundo.
Dice la Declaración Universal de Derechos Humanos que ninguna mujer puede ser obligada a casarse contra su voluntad. Sin embargo, entre un 20% y un 30% de las mujeres en los países en desarrollo se ven obligadas a unirse a otra persona. La mayoría de ellas son adolescentes que no llegan a los 18 años. Un alto porcentaje son vendidas por sus propios familiares, mientras que otras son víctimas de redes mafiosas que raptan jóvenes y las ofrecen a hombres que buscan esposa.

Escrito por Tirolesa en tanga a las Mayo 26, 2004 07:25 PM
Comentarios

Allí no hay petróleo, allí no habrá invasión estadounidense, allí no habrá salvación. ¿Qué podríamos hacer nosotros para arreglar el mundo?

Escrito por Mostaza de Canela a las Mayo 26, 2004 09:42 PM

Los intereses filantropicos de muchos países acaban donde una valoración de beneficio a una acción determinada no es dada por buena o no supone recuperar con creces todo lo gastado. No nos engañemos, el mal llamado primer mundo se cruza de brazos y sólo hará algo en nombre de una "paz", cuyo nombre ha sido tan violado, en cuanto huela pasta por en medio o necesite desacerse de armamento viejo para justificar la compra y creación del nuevo.
El capitalismo se alimenta de las guerras.

Escrito por Entrari a las Mayo 26, 2004 11:49 PM

El artículo se comenta por sí mismo. Parece increíble que se pueda obligar a la gente a vivir de esa manera...

Escrito por Besx a las Mayo 27, 2004 02:28 PM

Si se pacificase Irak, entonces USA seguramente iría a por Corea, no porque crean que es un régimen nefasto (el artículo da miedo) sino porque ya tienen otro enemigo sobre el que emplear sus armas. Hasta entonces, a todos les importa una mierda que sea el país más oprimido del mundo.
Qué vergüenza.
Qué vergüenza.
Qué vergüenza.

Escrito por Nalgas de Azufre a las Junio 1, 2004 02:39 PM
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