Febrero 25, 2004

La Ventana

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Dibujo y Texto por : Rafael Mattey

Siempre he querido saber que se siente ser absorbido por él vacío, me refiero a lanzarse a una altura imprudentemente peligrosa y sin protección alguna.
Vivo en un piso 11 y a veces cuando me asomo desde la ventana de mi cuarto pienso en que sentirá dejarse llevar por esa increíble fuerza gravitatoria, que ha muchos ha ayudado a suicidarse.
Recuerdo de cómo hace 4 años se suicidaron dos vecinos del piso 4, su cama se encontraba pegada a la ventana y ellos discutían no sé que, pero en medio del forcejeo perdieron el equilibrio y cayeron al vació, padre he hija fueron arrastrados por esa increíble fuerza. Murieron de forma instantáneamente o por lo menos fue lo que dijo el forense a la prensa; todavía colecciono el anuncio del periódico donde cuentan la historia fabulosa de porque discutían y la narración dramática de los vecinos de cómo cayeron, pareciese que disfrutaron su descenso. Nadie puede escapar de la morbosa enfermedad de la lengua llamada chisme y muchos vecinos aquí parecen estar en estado terminal.
El titular del periódico decía: "padre e hija accidentalmente cayeron al vacío", para mi no fue un accidente ya que el hecho de estar peleando tan cerca de la ventana era un acto de suicidio colectivo y me atrevería a decir que el viejo fue el que perdió el control y se llevo a su hija a un viaje directo del piso 4 al cementerio, pero entonces la historia fuera suicidio y homicidio. En lo único que estoy de acuerdo con el anuncio del periódico es que si hubiese un culpable ese sería la gravedad.
No sé si me obsesioné con la idea, pero cuando me asomo desde una altura imprudente pienso en ello y creo que mi obsesión por dejarse llevar por la gravedad se incrementa más. Antes solo se me ocurría cuando me asomaba desde la ventana de mi dormitorio, ahora donde me asomo y existe altura pienso de forma inmediata, lo digo porque me ocurre en centros comerciales, puentes, edificios y cualquier cantidad de lugares "altos". Mis favoritos son los centros comerciales y me imagino yo y la satisfacción de saber que ensucie con sangre el piso y arruine el paseo de muchas familias que frecuentan estos lugares.
Con el tiempo se fueron abriendo nuevas obsesiones en mi cerebro, es como si poseyera la gran llave que abre todas las puertas de la obsesión.
Una de ellas es la extraña impresión de tener detrás de mi una ventana, que pareciera absorberme y llevarme a un gran vació que desconozco, y precisamente soy una de esas personas que no pueden dar la espalda, en otras palabras si detrás de mi hubiese un candelero infernal con el monstruo mas aterrador de este planeta de seguro yo voltearía a ver y si fuese un personaje de la Biblia preferiría convertirme en sal antes que dar la espalda.
A veces tengo que dormir boca arriba y no queda otra opción, mi única alternativa será la de no dar la espalda.
Mi vida fue pasando poco a poco con el amargo sabor del camino confuso y siempre la ventana representaba una opción, no precisamente la del suicidio sino una opción llena de misterios que ignoro; hasta que ocurrió lo que tenía que pasar, ¿por cosas del destino?, no sé, pero nunca he creído en esa palabrita tan irresponsable como el tiempo.
Un día de esos nubosos uno de los extremos que aguantan al tendedero se aflojó y mi única opción en ese momento para salvar mi tendedero fue la de encaramarme y con un acto de equilibrio atornillar rápidamente a la pared el extremo del tendedero que se aflojó.
La vecina del piso de arriba me gritó: Señor cuidado se va a caer- respondí: Cállese vieja de mierda es que acaso no tiene que alimentar a su maldito loro. Nunca fui un buen vecino y al loro de la señora le deseaba la muerte por ser tan chismoso como ella, siempre espiando, escuchando el mas mínimo detalle para luego repetirlo con su tono desagradable y no se si es otra obsesión, pero yo desconfío de la gente que tiene uno de esos animalitos destinados a repetir lo que no saben y entienden.
De repente no todo salió como esperaba, me resbale y comenzó mi largo descenso, poco a poco todo comenzó a oscurecerse, lo único que deje de ver y oír fue a la maldita vieja gritando: ¡se lo dije!, ¡se lo dije!.
En mi caída pude sentir el frío aterrador de extrañas criaturas perturbando y asechando mi descenso, que luego me llevarían a otros lares muy distintos al que hoy me encuentro.
Una mujer montada en un pedestal me esperaba y observaba con mirada inquietante.
Su cuerpo salía de un huevo de donde brotaban gusanos y restos de anatomía humana. Los brazos unidos formaban una "v" y de su vientre salían dos esferas envueltas en un líquido gelatinoso y viscoso. Su rostro era lo más hermoso que habría presenciado en mi vida y su mirada inspiraba tristeza y profunda confianza, parece mentira, pero lo que a muchos resultaría un monstruo o un mal experimento genético, para mí representaba la mayor de las perfecciones genéticas y estéticas.
Con el tiempo me enseño a esconderme de los Kefrak, extrañas criaturas encargadas de cuidar al gran castillo negro del donde ahora era residente. Ella pertenecía a una antigua raza llamada Jadevoc y era una de las prisioneras más valiosas del castillo que pertenecía a un monarca de la ciénaga de Dobegofk.
Mi vida transcurrió entre escombros y laberintos subterráneos muy angostos para mi anatomía humana, pronto logre adaptarme al lugar y descubrir a donde llevaba cada pasadizo secreto, aunque nunca pude dar con la habitación del dueño de ese castillo negro de olor putrefacto y de donde habitaban extrañas formas de vida.
Entre tantas aventuras por ese laberinto subterráneo logre dar con un pasadizo que daba al mundo exterior, por fin pude presenciar el exterior donde me hallaba. Un inmenso pantano acompañado de un cielo insultantemente rojo y carente de sol aparente.
Recuerdo que pase días, creo que la denominación es correcta ya que amanecía y oscurecía pero el sol siempre ausente.
Me alimentaba de crustáceos y de criaturas que representaran para mi presa y no una amenaza.
Mi percepción del tiempo me dijo que era hora de volver al castillo. Cuando regrese lo que encontré fue una extraña sustancia negra burbujeante, esparcida por todo el castillo, pareciese que todos se habían evaporado y me sentí estúpido porque por primera ves di la espalda con mi afán de conocer y experimentar.
La tristeza me invadió, porque también con ellos se evaporaron miles de preguntas como ¿Porqué estaba preso? ¿Porqué huía de los Kefrak? ¿Porqué? ?, Y es que quizás nunca comprendí el sentido de su existencia y libertad.
Desperté en el suelo y bañado en sangre, todos los vecinos me rodeaban junto a los paramédicos y demás curiosos, la vieja con su loro aún repetían: ¡se lo dije!, ¡se lo dije!.
Toda la gente del edificio recuerda ese día como el día del milagro donde un sujeto del piso 11 callo y gracias a los tendederos logro salvarse. Yo lo recuerdo como un día muy oscuro y triste quizás nunca podré explicarlo por lo menos no ahora y se muy bien que cuando caí se murió la única parte humana que existía dentro de mí y que quizás reapareció en otro lugar muy distinto al de donde ahora me encuentro y siento una gran duda, ya que cuando se esta preso se sabe cuando uno fue realmente libre, pero yo no se diferenciar, porque si ahora me pidieran pintar la libertad lo haría detrás de las rejas y de seguro pintaría a un ser atrapado, atado, vestido en escombros y de apariencia horrenda. Muchos confunden libertad con movilidad, alas para volar y espacios hermosos y abiertos, para mí la libertad es un estado de conciencia y no una condición y si hay algo al cual no podemos encarcelar precisamente sería a la mente y a los sueños de todos.
Todavía estoy en este mundo de tendederos, gente con loros, ambiciones, aspiraciones, necesidades, materialismo absurdo, edificios, puentes y centros comerciales y todavía me acompaña mi ventana, que ahora tiene voz y me que me dice en alaridos filtrados por el tiempo: ¡si tan solo pudieras!.



Escrito por Parafrenia a las Febrero 25, 2004 09:19 PM
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