Enero 22, 2005

Caracas. El valle del silicone. Cap. #5

La confrontación arcoiris

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Novela escrita por: Newton

No me cabía la menor duda; la organización tenía una indudable conexión con el brutal asesinato de Petare. Ahora solo me quedaba averiguar que había motivado tan infame homicidio y los oscuros detalles que gravitaban sobre tan desagradable situación. Estaba seguro que si indagaba un poco más, le daría solución al teorema de Fermat.
No había salido de mi trance hipnótico, viendo la fotografía de la desdichada a aspirante a miss, cuando Santiago Luciferal casi me vomito con una pregunta como el Rayo del Catatumbo* :

- ¿Qué está buscando aquí, mamarracho? – lo dijo con voz de vieja menopáusica que no se ha tomado sus pastillas de hormonas.

- ¡Ah!, ¿Qué dijiste? – respondí distraídamente.

En ese instante sus ojos se convirtieron en una marea roja ante mi confianzuda manera de responderle:

- Le pregunte: ¿Qué carajos está buscando usted aquí?

- Solo quería saber si ustedes conocían a Maribarbola Lugo. – lo dije con un tono exageradamente corporativo.

- ¿Para qué quiere saberlo?

- Es solo una cuestión profesional. Soy de la revista Cosmopolita y queremos hacerle una entrevista a Maribarbola para saber su punto de vista acerca de los condones femeninos.

La mentira fue tan convincente que logre momentáneamente calmar la situación que ya empezaba a ponerse muy tensa:

- ¡Ah!, ¿usted es de Cosmopolita? – pregunto entornando los ojos hacia el techo en una actitud pensativa. Pero rápidamente reacciono como un orangután en celo y empezó a pegar gritos histéricos llamando a sus gorilas:

- ¡Teleférico!, ¡Paledonio!

Las mujeres, los fotógrafos, los asistentes amanerados y hasta los doctores, al escuchar la voz de su maestro y mentor, voltearon todos hacia donde estábamos, produciéndose un silencio aterrador los primeros 5 segundos.
La vaina se puso peluda cuando repentinamente una de las chicas (rubia platinada llena de pecas) emitió un grito desgarrador señalando que había un infiltrado en el recinto de la belleza Venezolana. Un escalofrió me recorrió desde el neocortex hasta el músculo pubococigeo, al ver como se acercaban con una mirada de odio indescriptible en sus rostros.
En ese instante los 2 supuestos “guardias” aparecieron por un flanco en una actitud claramente hostil. Por un segundo sus rostros con las cejas depiladas y con brillo de durazno en los labios me parecieron conocidos, pero antes de que pudiera adoptar mi clásica posición de jiujitsu, las dos mariquitas me agarraron por la pechera y me dieron un soberano cachetón combinado con una patada en el pecho que me lanzo contra un estante lleno de productos cosméticos.
Cuando logre incorporarme lleno de talco y escarcha, un grupo de chicas “sintéticas” me rodearon sujetándome con sus grandes pechos, los cuales habían salido a relucir en top-less ante el alboroto de agarrones y arañazos que en la situación cabía esperarse. Mis fuerzas empezaron a mermar ante tan fetichista forcejeo, cuando en fracciones de segundo, 4 musculocas salieron intempestivamente de otra habitación.
Allí me di cuenta que no tenía otra opción: invoque el Espíritu del Indio Montaña Manitú y pegue un brinco sobrenatural que me coloco en la puerta de la entrada. Tropecé con varias chicas que estaban llenando la planilla de preselección y corrí como un carterista en plena Av. Baralt, hacia las escaleras de emergencia. Una vez abajo, con un sostén en la cabeza y múltiples pestañas postizas clavadas en el cuello, fue cuando verdaderamente me sentí seguro.

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El comisario Rausseo me estaba esperando en el restaurante que quedaba diagonal a la entrada de la universidad. Al entrar, sentí un fuerte olor a marihuana que logro calmar temporalmente el estado de clímax adrenalitico en el cual me encontraba. Al fondo, divise unos PM que jibareaban cocaína con unos malandros y en la mesa de al lado (por supuesto haciéndose el loco) logre ubicar a mi jefe. Al ver el estado de mi ropa hecha jirones, se levanto sobresaltado de la mesa:

- ¡Coño de la madre!, ¿Qué te paso?

- Casi me matan las “locas” jefe. Siéntese y pídame un tercio

Le hice un breve resumen de lo ocurrido y de las sospechas que tenia sobre el caso:

- Ayer en la noche me di cuenta que esa mujer no se suicido, simplemente fue asesinada. Las evidencias que recolecte hablan por si solas.

- No es posible. – me interrumpió

- Estoy completamente seguro. – lo dije con vehemencia

- Bueno, ahora sí que estamos fregados. – lo dijo con cara de desesperación.

- ¿Y qué sucede ahora?

- Fíjate que en el laboratorio descubrieron que Maribarbola había muerto una semana antes

- ¡No puede ser! – abriendo mi implante ocular desmesuradamente.

- Y eso no es lo grave. – inquirió el viejo policía.

- ¡Que!, ¿hay más?

- Lo peor era que la jeva no tenía sus implantes mamarios de silicone y además, según el médico forense, este el decimotercer caso que les llega en este mes.

Era evidente que no estaba ante un caso de simple homicidio sino algo mucho más truculento. Me quede pensativo viendo a través del muro de enredaderas que adornaba el local cuando aviste a Santiago Luciferal y las 2 musculocas saliendo de la ciudad universitaria.

- ¡Allá va jefe! – le grite al viejo detective.- ¡Es el presidente de la S.S.S. y sus esbirros!

- ¡Entonces vamos a seguirlos! – gruño el cansado sabueso

Apuramos los tercios y disimuladamente nos fuimos del local sin pagar, detrás de los enigmáticos personajes. Desafortunadamente, paso algo de lo que no nos percatamos: detrás de la barra, el barman nos observaba con unos mini-binoculares, los puso al lado de la Gaceta Hípica y rápidamente marco un numero en su teléfono celular.

En el próximo capítulo: Una compañía impredecible (Cap. #6)

Escrito por Parafrenia a las Enero 22, 2005 07:58 PM
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