Por: Komondor
La ciudad es un escenario de confrontaciones, que como puesta en escena, siempre es sensible a ser modificada por los elementos activos que le dan su sentido. Entonces, ¿Por qué no se le reconoce como un producto resultante de pensamientos informados que moldean este contexto? Ver la ciudad a través de sus revueltas puede resultar sádicamente divertido, pero esa sensación se va perdiendo en el momento que transitamos por calles deterioradas bajo una guerra ideológica sin fin y sin objetivos. Ya el Estado no construye, ni repara, ni remodela, ni restaura. Entonces, imagínese una erosión constante por parte de los “aldeanos” incapaces de ser ciudadanos y además resentidos por la falta de políticas “radicales” para mejorar unos servicios, cada vez más escasos pero certificadamente “abundantes”.
El ramillete: no es posible el estado del transporte público e inaceptable el trato de los choferes; no es “humano” el trato de los empleados públicos y tampoco las condiciones en que trabajan; no se entiende una reconversión monetaria si todo escasea. Entre las casas botadas en la periferia y mal hechas, los terminales terrestres de una vergüenza arquitectónica insólita, los sindicatos gobernados por sicarios, un sistema judicial sobradamente complica del hampa y unos alcaldes en constante pugna político-territorial-feudal (entre “infinitas” cosas que no aguanta una cuartilla) no me extraña que las ciudades mas importantes del país estén ahogadas bajo una mar de basura, escombros, huecos, edificaciones nunca terminadas, proyectos-promesas, pañitos-corruptos, asesinatos impunes, robos, buhoneros, colas e infinitos adjetivos que se han convertido en chistes o halagos(¿?) de los cuales muchas veces asumimos como nuestra “verdadera, única e imprescindible” mal hablada identidad.
Esta realidad transcendida y configurada como fantástica (y sus consecuencias) se ha convertido en la bandera de una revolución que nada tiene que ver con el resto de lo que está sucediendo en el mundo. Embarcados en nuestra absurda idiosincrasia, nos hemos ido quedando miopes, si derecho a usar lentes y además sin tener como comprarlos, desconociendo si existen como implantes y sin saber si están en el mercado…
La ignorancia-indolencia es nuestra única cobija…
Por: Newton
No es de extrañar que ciertas películas no solo se refieran a las instituciones de manera frívola, agresiva o incluso ideológica para tratar de contrarrestar el fuerte influjo que ejercen tan “dignas” instituciones a favor de la humanidad en toda su más genérica y publicitaria extensión.
Es por ello que cuando estos ataques afectan (no al individuo como institución sino a “la institución”) se les tildan de productos híbridos, con “espantosos” elementos de acción y misterio, sumados a un formato “diabólico” tipo novela negra donde la investigación es ridiculizada y el manifiesto ideológico es más nocivo que el cigarrillo.
“La institución” la reclama a la imaginación de un autor el hecho de que no sea histórico (como si el pensamiento libre está obligado a tener fecha) porque no existen los documentos que comprueben que la mente puede inventarse situaciones, imaginar teorías y transfigurar datos con la función de estimular el pensamiento.
Sin embargo, “las instituciones serias” se apoyan (cuando les conviene) en esa masa de críticos (que trabajan para el mismo Show Bussines) sin importarle el criterio que esgriman, pues lo que le interesa a la institución es la demolición del producto desde sus mismas bases. ¿Por qué? Porque el papel de víctima se asume desde el cuestionamiento a la divinidad de la institución por parte de una persona y no por el “resto de la Humanidad”. Según “las instituciones”, estos irreverentes las criminalizan haciéndoles pensar a las “otras masas” que ellas (“las instituciones”) son un invento criminal que funciona solo para arrastrar a las “masas mas débiles” hacia un abismo inescrutable.
A todo esto, sucede que para “las instituciones” no puede (no es que no debe, ¡lo digo a favor de la falsa tolerancia que ellos promulgan!) existir el pensamiento New Age, ni los textos de la literatura fantástica, ni lo gnóstico porque nada de eso tiene basamento teórico (mas no se pide que sea rigurosamente científico) alegando que… “logra ¨enganchar¨ a un sector amplio de comensales porque refleja en sus actos el estado mental de duda, sospecha e ignorancia en el que muchos viven” (el subrayado es mío)
¿Es así como “las instituciones” se refieren a sus futuros accionistas?, ¿no estarán estas instituciones luchando por lo mismo que lucha el hombre como individuo? O… ¿será que el control sobre el individuo es un fin más en la búsqueda del individuo por sí mismo?
Por eso es que no voy a restaurantes, mucho menos a iglesias…