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Abril 14, 2004

Mis sorprendentes cartas íntimas.

De Caína a Caína y tiro del bote de las pastillas.

Estimada compañera de cuerpo y calcetines:
Considero que las cinco de la mañana es una hora muy apropiada para escribirte esta misiva, que espero no tomes por lo trágico como es tu costumbre.
Piensa que todo lo que aquí voy a soltarte es por el bien de ambas, y consiguientemente del prójimo, aunque esto no sea asunto suyo.

De un tiempo a esta parte, tú bien lo sabes, nuestra convivencia se ha resentido. Prefieres la compañía de segundas personas a mi silenciosa presencia llena de asco y confianza. El porqué ya te lo he preguntado en ocasiones repetidas que nadie quiere cambiarme por otras que no tenga; la respuesta ha sido siempre la más perfecta indiferencia, lavarte mis manos con guantes o negarme como un San Pedro que sobreactúa. Has dejado de lado tus obligaciones domésticas sólo para fastidiarme y te partirás el cuello alguna noche mientras intentas no rozarme porque, desgraciadamente, no hay más remedio que dormir juntas.
Sé lo que me dirás. Que es una fase, que lea panfletos de psicología y que procure comprender. Pero ya me he cansado. Esto es más de lo que podemos soportar las dos. En tu cobardía de lobezna criada entre ovejos me has negado las fauces y has dejado que me esquilen ignorando ciertas necesidades básicas de ésta que suscribe. Pero que yo sea tu perfil malo no te da derecho a endosarme la careta, porque yo soy la proveedora de tus rencores y la zurdera con que escribes o abres la puerta o te despeinas.

Resumiendo: quiero el divorcio. Deseo que esta civilizada distancia que mantenemos desde hace años sea convenientemente legalizada. No creo que tengamos problemas para compartir nuestras pertenencias, y aún menos los sentimientos. Espero que cumplas con el régimen impuesto.
Te estaré vigilando personalmente. Ya sabes, desde la sombra, donde no puedas verme la cara. Ni las intenciones.

To the one true God above:
here is my prayer -
not the first you've heard, but the first I wrote.
(not the first, but the others were a long time ago).
There are two people here, and I want you to kill them.
Her - she can go quietly, by disease or a blow
to the base of her neck,
where her necklaces close,
where her garments come together,
where I used to lay my face...
That's where you oughta kill her,
in that particular place.

Shellac - Prayer to God


Abril 14, 2004 04:54 AM