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Abril 14, 2004

Recambios.

El de los recambios es uno de esos temas fijos en la parte reservada a obsesiones de mi cerebro (porque sí, tengo cerebro, y amueblado, aunque mal). No me refiero a recambios también importantes como pueden ser los del papel higiénico. Me refiero a las personas, fundamentalmente.
Antes mis ideas al respecto eran conmovedoras, dignas de alguien de buena voluntad y corazón tierno. Por tanto chirriaban mucho, pues todos sabemos que no tengo buena voluntad (ni mala tampoco) y que pensar en el corazón me resulta desagradable, como pensar en cualquier cosa que sirva para algo o que exija un mantenimiento. A grandes rasgos mi opinión era que nadie es insustituible, y que cuando uno se va deja una silla vacía que ya no ocupa nadie más.
Bien, pues me desdigo; igual que con el tiempo se pierde pelo y elasticidad y se gana barriga y experiencia se pierden unas personas y se ganan otras, y la verdad es que pensar dónde irán a sentarse o si van a llenar el cuarto de sillas pudiendo ocupar todos esos asientos vacíos es secundario. Hay que dejar de ser tan exigentes. Tal vez se hayan ido del teatro los señorones, pero aún quedan el abuelo que ronca en la última fila y la limpiadora, que seguro que sabe sitios mucho más baratos donde cenar bien.

Mi recambio nuevo se llama Yeyé Brazos y es un desconocido que me deja mensajes en el contestador, contándome cosas o poniéndome alguna canción. Para mí está muy bien todo esto. De platonismo y precocinados se puede vivir perfectamente.
Y los que se fueron a Sevilla que la disfruten de pie.


Abril 14, 2004 07:25 PM