¿Hasta donde vamos a llegar?

Viene una señora a tomar café.
El otro día se llevó el periódico, a caso hecho.
Luego la gente que llegó no pudo leerlo porque la señora se lo había llevado.
A la señora, por lo que se ve, le hace feliz robar el periódico: querida señora, si tan feliz le hace a usted llevarse el periódico dígale a su marido encorbatado que le regale un kiosko de prensa, pues seguro, que con eso usted será la mujer más feliz de este mundo.

Hoy a venido la señora. Desde que ha entrado la señora por la puerta y ha cogido el periódico no le he quitado ojo.
Ella pensaría que la miraba porque es guapa, porque lleva extensiones y la piel tersa y operada. Pues no señora, yo la miraba porque quería pillarla con las manos en la masa (llevándose el periódico).
Ella es funcionaria. Y me alegro por ella. No tengo nada en contra de los funcionarios. De echo, alguna vez lo he comentado, me gustaría ser uno de ellos, por todos los deberes y derechos que tienen.
Pero, no. Ella es la típica funcionaria que se piensa y cree Dios, detrás de la barra, y detrás de su mostrador seguro que también.
Cuando entra por la puerta del Bar mira para ver si todos la miran y piensan: aquí está, ya llegó la estrella, lo más grande.
Se sienta en el taburete y pide su café y parece que esté pidiendo un préstamo hipotecario en un Gran Banco.

Por favor te lo pido, si alguna vez te conviertes en funcionario no seas como ella.
No vayas robando los periódicos en los Bares.
Si acaso, ve a la calle, y en cualquier esquina, verás que la muchacha o el muchacho tan amable te entregan el 20 minutos en mano, y puedo asegurar que el 20 minutos es más interesante que ese periódico que usted cada mañana intenta robar...