Enero 27, 2004

El hombrecillo verde entrevista a ...

Como ya he hecho en otras ocasiones, esta no iba a ser menos, os cuelgo aquí mis deberes de clase, porque para que se los lea el profesor solo, que lo disfruten (es un decir) el resto de los mortales.

Hala, leérosla que está interesante:


[Además, Irenita y sus dotes como entrevistadora: aquí]

Entrevista a Manuel Martín Cuenca, director de cine.


“De auxiliar se vivía cojonudamente”.

Manuel Martín Cuenca tiene 39 años. Acaba de dirigir su primer largometraje de ficción, “La flaqueza del bolchevique”, que optará a dos premios Goya en la próxima edición. Manuel, por su trabajo, vive en Madrid, pero mantiene un vínculo importante con la pequeña ciudad donde creció: El Ejido. Es un confeso escritor frustrado que ha acabado “escribiendo” sus historias a través de la cámara.


Tú empezaste estudiando para otra cosa…

Filología Hispánica. Porque a mí lo que me gustaba en realidad era contar historias, la literatura. Soñaba con escribir, había escrito cosas. Empecé a estudiar Filología en Granada.

Y de pronto te diste cuenta de que te gustaba más el cine

Sí, me di cuenta… Siempre me había gustado el cine, como adolescente y tal, pero nunca había pensado dedicarme a ello... Siempre me había ido el cine, el teatro, la literatura.

¿Cómo te decidiste?

Estaba en primero de carrera de Filología y me iba muy bien. Y me lo estaba pasando muy bien. Y es una vocación frustrada la literatura para mí. Pero me apunté por casualidad a un curso de cine que había en la universidad. En un colegio mayor, como tres o cuatro meses. Allí veíamos películas, vino algún director a dar charlas… Y de pronto me di cuenta de que era posible hacer cine. Que los que hacen cine no son los tipos que viven en Hollywood solo. Que vivían en Madrid. Que era posible hacer cine. Hacer películas, trabajar en ellas, ser cineasta. No sé si lo pensaba con esa palabra, pero sí.

¿En el fondo fue otra forma de enfocar esa vocación narrativa que tenías?

Pues probablemente, y a lo mejor yo pensaba que era una vocación que me iba a resultar más cercana o más fácil, ingenuo de mí, por las imágenes y todo eso. De fue como coger y decir: “Puedes cabalgar con la imaginación”. Pero en el fondo parte de la misma vocación. La vocación de contar historias, con las imágenes, pero la vocación de contar.

De todas formas, tú ya tenías una novela escrita, “El ángel de la prisa”, ¿no?

No. Eso fue después. Yo escribí la novela cuando ya trabajaba en el cine, cuando ya llevaba bastantes años trabajando como auxiliar y como ayudante de dirección. Yo escribí la novela en el año 94. Y creo que se publicó uno o dos años después.

¿Y te has planteado volver a escribir alguna vez?

Sí, volví a empezar a escribir una novela, que se llamaba Poniente, como la película que luego se hizo. Tendré escritas como unas 150 páginas. Porque dejé de escribir esa novela por trabajar en la película y perdí el hilo y nunca más he vuelto a verla. Pero me he planteado volver a escribir alguna vez más, aunque no lo he vuelto a hacer. O sea, novela, literatura. Guiones y demás cosas sí.

Si se llamaba Poniente… ¿Iba sobre El Ejido y aquella zona?

Iba sobre dos amigos cuyo origen, o cuyo encuentro era el Poniente, era El Ejido. Y lo que les pasaba. Dos vidas muy diferentes. Uno acababa saliendo fuera y otro acababa quedándose.

¿Te parece que todas las historias que se pueden contar no tienen porque ser en Madrid o Barcelona?

Claro. Al menos a mí me pasa, las historias que se cuentan son las que te tocan de alguna manera. No es que sean autobiográficas, pero sí de alguna manera tocan cosas que te interesan, que te conmueven, que de alguna manera son biográficas, tú eres biógrafo cuando escribes o cuando haces una película en parte de los personajes, en cosas… y yo creo que en ese sentido, claro, las historias están donde uno siente esas cosas. Lo que pasa es que la literatura es más libre que el cine. En el cine se hacen más historias en Madrid porque es más barato. Porque estamos en Madrid, estamos concentrados. Porque imaginar una historia que sea específicamente en El Ejido, que no la puedas rodar más que allí, por ejemplo, Poniente, pues vamos y la rodamos allí. Pero una historia sobre dos chavales comunes en una pequeña ciudad, la ruedas en Carabanchel. ¿Por qué? Porque las productoras están aquí y no tienes que pagar dietas, es tan fácil como eso. Es decir, el cine es mucho menos libre en muchas cosas materiales, la literatura pues tú puedes colocarte y escribir una novela sobre algo que te interesa que en el fondo es la historia de un amigo tuyo, o algo que te ha pasado… situada en Nigeria, pero eso en la literatura. Por eso digo que la literatura es más libre que el cine.

¿Tienes pensado hacer alguna historia tuya? Porque tu primera película de ficción ha sido una adaptación…

Hombre, yo creo que para hacer historias tuyas no hace falta hacer guiones originales. Yo he escrito guiones originales y tengo pensado, si puedo, hacer una película con un guión que estoy escribiendo. Pero no necesariamente. Yo me enamoro un poco de las historias estén en un libro, se me hayan ocurrido a mí o se le hayan ocurrido a otro. Y creo que por eso no deja de ser personal, porque al final la haces personal. Entonces lo que no he vuelto es a escribir literatura, lo que si he escrito es para hacer cine. Y alguna vez, ojalá, si no me dejan hacer cine pues a lo mejor me tiro a la literatura.

Vamos a volver un poco a los lugares en que has vivido. Has vivido en El Ejido, en Granada y en Madrid. En otros casos, preguntarle a alguien sobre el lugar donde creció puede ser un poco más inocente, pero si te pregunto a ti qué opinas sobre El Ejido y su historia reciente como ciudad…

Cuando yo vivía en El Ejido, lo que yo recuerdo, pues era una ciudad más desordenada. Recuerdo que mi padre decía que aquello no era un pueblo, que aquello era un embrión de ciudad, desde siempre lo fue. Nunca tuvo encanto como pueblo. Yo recuerdo que cuando venía alguien allí, pues era un sitio que como pueblo no le gustaba a nadie. Era un pueblo que no tenía encanto de pueblo. Encanto lo tenía Dalías, lo tenía Berja, lo tenía Adra. Pero El Ejido no. Era otra cosa, era un embrión de ciudad. Es una exageración pero sí es verdad que era un lugar de colonos, de emprendedores, de gente que empezaba, estoy hablando de los años setenta, cuando empezó a construirse Almerimar [la primera urbanización enfocada al turismo], de cuando El Ejido tendría seis mil o siete mil habitantes, que yo recuerde. A finales de los sesenta y principios de los setenta. el barrio en que yo vivía, Santo Domingo, era un lugar muy deslavazado, con casas aquí y allí. Un lugar con mucho viento, muy seco, muy especial. Valoración sobre eso, pues no sé, no tengo ninguna. Es lo que yo viví y hay partes que me gustaban y otras que no. Pero hay algunas cosas de las que yo tengo muy buenos recuerdos de allí.
Lo que ha pasado con el pueblo después, yo creo que es una especie de metáfora de lo que ha pasado con España: ha habido un desarrollo tremendo, un crecimiento tremendo, la gente ha trabajado mucho, en determinado momento el desarrollo ha sido tan grande que se han demandado los inmigrantes y la mano de obra. No es verdad que los inmigrantes construyeran los invernaderos ni fueran la base de nada, porque no es verdad. Pero sí es verdad que han contribuido a que a partir de los años noventa el desarrollo sea muy grande. Yo tengo la sensación de que he vivido en un mundo que ha pasado de que cuando yo iba a Granada se tardaban cinco horas, que Almería estaba a una hora y cuarto… un mundo que era bastante pobre… A mí me recuerda bastante la Almería que yo conocí al Marruecos que hay ahora: las carreteras, las casas, la gente, la cultura. Tenemos la diferencia de la lengua y de la religión, pero tenemos muchas cosas de la cultura mediterránea. En muchas cosas, yo veo el norte de Marruecos y me recuerda a Almería cuando yo era joven. Que tampoco hace tanto, hace treinta años.

Y ha sufrido un desarrollo, un poco de nuevos ricos. Con sus cosas negativas y sus cosas positivas. Positivas porque ha permitido que mucha gente trabaje, que mucha gente pueda estudiar; negativas: yo ahora mismo veo algo tremendo, que es la prepotencia. Creo que nuestro pueblo se ha convertido en un pueblo donde hay muchísima prepotencia. Donde se ha olvidado la historia reciente de hace treinta años y donde somos muy críticos. Donde hay un nacionalismo bastante catetil en ciertos sectores mandantes. Donde realmente olvidamos el pasado y empezamos a juzgar a los inmigrantes, nuestra historia reciente, sin tener ni un ápice de autocrítica y echándole la culpa siempre a los demás. Y en ese sentido me parece lamentable lo que ocurrió en febrero del 2000. Y me parece aún más lamentable lo que ha ocurrido después, que es echarle la culpa a los periódicos y a los medios de comunicación. De que lo que pasó no pasó. De que nosotros no tuvimos culpa de nada. De que nosotros no hicimos un pogromo generalizado contra los inmigrantes y perdimos el control. De que nosotros somos las víctimas y no los verdugos… y eso me parece terrible. Por ejemplo, tú ves las cifras del Ayuntamiento, y de setenta mil habitantes empadronados en El Ejido, entre los que estoy yo, hay diez mil u once mil inmigrantes. Y parece que vivimos como si no existiera esa realidad. Es una situación un poco absurda, me parece, propiciada por muchas cabezas bienpensantes del pueblo.

Lo que has dicho sobre echarle la culpa a los medios, ¿no deviene de la prepotencia esa que decías?

Claro, es que en el pueblo se pecaba de ingenuidad. Nos creemos los telediarios, es un problema que viene todo de la educación, nos creemos todo lo que sale en los periódicos. Los telediarios machacan a Lady Di o machacan a Murcia, y nos hace mucha gracia. Claro, los medios de comunicación exageran las cosas porque van a por la noticia. Surge cualquier cosa y te trasladas al ojo del huracán. Y estás en todos los medios y en todos los sitios. Y sientes que injustamente. Claro, nadie se quejaba cuando salían las noticias esas sobre Murcia o sobre Lady Di, entonces, cuando nosotros estábamos en el ojo del huracán, porque estábamos haciendo méritos para estar en el ojo del huracán, pues todo el mundo se quejaba: “Joder, es que no paran de hablar más que de racismo en El Ejido”, y yo digo “Es que nos lo hemos ganado”. Puede ser que sean injustos y que no seamos tan racistas como se supone que somos según lo que dicen los medios, pero evidentemente nos estamos ganando que vengan las televisiones a decirnos que seamos racistas. Estamos poniendo las cosas fáciles a Juan Goytisolo cuando le declaramos persona non grata, a decirnos que somos unos racistas. Estamos poniendo las cosas fáciles cuando nos enfrentamos con Pimentel. Es que hay que hacer un poco de autocrítica. Los medios son los medios, los medios exageran las cosas y lo convierten todo en noticia, pero no quiere decir que lo que ocurrió dejara de ocurrir. Lo que ocurrió, ocurrió, y eso es un poco lo que el pueblo, en general, supongo que habrá de todo tipo de gente, pues quiere hacer como que no ocurrió. Le quitan hierro, no pasó nada… parece como si los coches quemados los hubieran puesto los de Telecinco. Vale, los de Telecinco llegaron y pusieron el ángulo para que fuera más impactante y sacaron el coche quemado. Pero el coche estaba quemado. Y la carnicería del inmigrante legal, que no tenía nada que ver con el loco que mató a la señora, también la rompieron y la quemaron y la saquearon. Eso ocurrió.

Por ejemplo, recuerdo que hace un año o dos años, un libro de Historia para los institutos de la Junta de Andalucía sacaba un ejemplo de racismo y ponía varios titulares sobre el tema de El Ejido, como un ejemplo de brote racista documentado por los periódicos. El alcalde pide que se retiren los libros. Oiga, es que eso ocurrió y está en las hemerotecas, que los periódicos no son la verdad objetiva, pero las cosas ocurrieron. Y todo esto lo digo con todo el amor que le tengo al pueblo.

¿Tú todo esto lo viste desde fuera?

Yo estaba trabajando en Madrid. Escribí una carta al Ideal sobre el tema, yo recuerdo que lo vi, y hablaba todos los días con mi familia dos o tres veces. Mi familia me contaba lo que estaba ocurriendo, y que era terrible. Como no dejar entrar a niños en la guardería porque eran marroquíes, el miedo de las madres. Cosas directas que sé que ocurrieron porque vieron mis amigos o mi familia. Fui después, pero aquellos días no los viví allí .

Vamos a hablar un poco de tu vida aquí. Aparte del trabajo ¿Qué te ata a Madrid?

Al final te va atando la gente, los amigos que tienes, te haces una especie de familia. Las novias que te echas, el amor. Es decir, me ata el trabajo también, ciertas cosas a las que me he acostumbrado y me gustan: los cines que tengo, lugares… pero sobre todo te atan los amigos, la costumbre de vivir en una ciudad.

La ciudad en sí también parece gustarte mucho porque, por ejemplo, en “La flaqueza del bolchevique” se ven muchas imágenes de Madrid y es como si la cámara estuviese enamorada de la ciudad. ¿Ese eres tú o era un simple elemento narrativo?

Para mí la ciudad tiene las dos partes. He odiado mucho esta ciudad. Yo llegué a Madrid y para mí fue muy duro, yo vivía en Granada, una ciudad bastante cálida y agradable para vivir, y más cuando tenías 18, 19 o 20 años. Tenía 20 años cuando me fui de Granada. Yo llegué a Madrid y era una ciudad más áspera, mucho más agresiva. La gente era mucho menos cálida. Y yo muchos años pensé que no podría vivir en esta ciudad y odié esta ciudad. Pero luego, cuando vas descubriendo gente, o vas descubriendo lugares, encuentro ese lado bueno que yo creo que tiene la ciudad. Lo que pasa es que está en un sitio donde no hay ríos, no hay montaña, no hay un sitio maravilloso; pero tiene unos parques, tiene unas calles y, yo creo, que tiene esas dos caras. En la película intenté reflejar las dos cosas: la parte que no me gusta de Madrid, la parte agresiva, la M-30, lo que no me gusta de Madrid es lo que hace el protagonista, la vida que lleva. Y lo que me gusta es, de pronto, en medio de eso, poder irte una mañana y decir: “Está el Cine Renoir, está el Parque del Oeste…”, lo que a mí me gusta de Madrid. Y la película la rodamos en los lugares que a mí me gustan de Madrid, eso lo reconozco. Por ejemplo, el Parque del Oeste, cuando iba a la Universidad, cuando estudiaba Imagen y Sonido, me escapaba muchas veces al Parque del Oeste. La novela estaba situada en el Parque del Retiro pero yo quise situarlo en el del Oeste, porque para mí tenía un significado muy especial. Yo me iba a ese parque a pasear cuando estudiaba. Cuando me agobiaba y me decía “¿Pero qué cojones hago yo aquí, en esta carrera, si es una tontería?”, pues me iba al Parque del Oeste. Y eso es lo que está en la película.

Entonces, ¿no estás satisfecho de lo que estudiaste en la carrera?

Yo aprendí en Filología bastante, a mí me ayudó mucho. En Imagen y sonido yo aprendí de dos o tres profesores. Con nombres y apellidos, que es de donde saqué muchas cosas. Del resto no aprendí nada, sinceramente. Y durante todos esos años lo que hacía era leer mucho, ver muchísimo cine, ir a muchos conciertos, salir mucho y empezar a hacer cosas. He aprendido de ver cine, de leer y luego de trabajar en ello. En cortos o cuando ya empecé a trabajar de director de montaje, o de lo que fuera, he hecho un poco de todo. Yo soy un aprendiz del oficio. No soy de una escuela. Por ejemplo, en los currículos nunca pongo que soy Licenciado en Imagen y sonido, porque no me ha aportado nada especialmente.

Ya que hablamos de trabajo, ¿de qué iban esos primeros cortos?

Pues en los ochenta hacía videos como de videoarte, muy poéticos, historias muy personales, sin diálogos. En video, en Super 8, en U-Matic. Hice varios videos en esa época, y luego hice algunos en Super 8 con unos compañeros de la facultad, cosas que yo ni siquiera tengo. Hacíamos nosotros de actores, o grabábamos medio documentales en Super 8. Por experimentar, por rodar, porque yo creo que hay que rodar cosas en video, sin diálogos, más por experimentar. Eso fue antes de empezar a trabajar como técnico de cine…

Como técnico has trabajado en muchas películas: “Hola, ¿estás sola?”, “Flores de otro mundo”, “Plenilunio”. ¿Cuáles fueron más importantes para ti?

Emocionalmente, la más importante para mí, que yo había hecho de ayudante de dirección ya en algún corto de 35 mm, con algún amigo de la facultad que empezaba a rodar, luego fue El mejor de los tiempos, la primera película en que trabajé en El Ejido. Al director, Felipe Vega, que iba a rodar una película en El Ejido en el año 88, le hizo mucha gracia que hubiera en Madrid un tipo que quería hacer cine y que fuera de El Ejido. Y cuando volvió a Madrid me llamó y me llamó el ayudante de dirección y empecé a trabajar de auxiliar. Trabajé de auxiliar y de meritorio de montaje, estuve siete meses en esa película y fue para mí como una escuela. Y luego, cosas importantes, pues trabajar con Mariano Barroso, con Cuerda, con Icíar Bollaín, en esas películas que tú has dicho. Con Uribe, con Borau. Estuve como del 88 al 98 trabajando desde auxiliar de dirección y meritorio de montaje hasta director de casting o primer ayudante de dirección.

¿El ser el absoluto responsable en algún largo fue por primera vez con “El juego de Cuba”?

Mira, para mí son como pasos: siempre que pasabas, por ejemplo, de segundo ayudante a auxiliar, asumías una responsabilidad. Llegar a primer ayudante fue un paso importante, y una responsabilidad. Ya llegar a director, director de casting…

La verdad es que ha sido todo como un proceso. Ya cuando estaba yo trabajando como director de casting, acabando mi primera película como primer ayudante, empecé a dirigir. Dirigía cosas industriales, dirigía making offs, entonces fue un proceso que yo no lo he vivido como una carga de responsabilidad mayor una que la otra, sino como una escalera donde iba subiendo peldaños. Yo he tenido la suerte de no haberme encontrado un rodaje de pronto donde no supiera nada. Yo estaba en ese rodaje porque en el anterior había estado en el escalón de abajo. Yo hice El juego de Cuba, pero antes había hecho un corto, había dirigido industriales, había hecho dos documentales que no pongo nunca en los currículos, más pequeños, había trabajado con López Linares... Había hecho muchas cosas, y de pronto, el primer trabajo de mucha entidad o importancia en el que yo cogía los mandos pues fue El juego de Cuba. Pero no fui muy consciente del cambio. Te das cuenta cuando ya estás en todo el mogollón y dices “Ya estoy aquí”, porque te está lloviendo por todos lados. Cuanto más subes los peldaños, más responsabilidad tienes, más presión tienes y más te llegan los problemas. De auxiliar se vivía cojonudamente. Mucho más tranquilo.

En “El juego de Cuba” haces una mirada crítica a Cuba a través de un hilo conductor que es el béisbol, ¿a ti te gusta especialmente el béisbol?

Yo no sabía nada de béisbol cuando empecé ese documental.

Entonces, ¿la idea?

La idea fue por una casualidad. A mí me gusta ser curioso, conocer las cosas. Fui a un partido de béisbol allí en Cuba para ver cómo eran. Y también fui al campo, a Sierra Maestra, a hacer unos ejercicios con los alumnos a los que daba clase en la escuela de cine, y allí fui a ver un partido también de pelota de Manigua, que es el juego de pelota que juegan los campesinos. Y en ese campo de pronto me contaron una historia, y a mí esa historia me pareció que era una manera de entrar a entender Cuba. Uno no llega y dice “Yo quiero hacer un documental sobre Cuba”. Yo quería hacer algo sobre Cuba. Pero de pronto vi que el béisbol era una especie metáfora de la Revolución cubana, de lo que había pasado en el país. Escogí el béisbol porque creo que las historias se cuentan mejor desde los detalles, era como entrar a Cuba por la puerta de atrás. Empecé un trabajo de investigación, vi que nadie había hecho ese enfoque y que nadie había contado la historia de Cuba a través del béisbol. Ahí empecé esa historia.

¿Y eres especialmente crítico con Cuba?

Yo creo que el documental no es especialmente crítico con Cuba. Creo que el documental es muy cariñoso con la Revolución. Yo me quedo con lo que un espectador dijo una vez: “Yo creo que el documental es pro revolucionario y anticastrista”. Me quedo también con una frase, de una señora cubana que no está en el documental, la conocí después: “Yo sigo siendo revolucionaria, una cubana de verdad. El que ha dejado de serlo es él”. Me quedo con eso.

¿Qué piensas de Castro?

Yo creo que Fidel ha hecho muchas cosas buenas por el país, que la Revolución ha dado muchas cosas buenas al país, pero que en cuarenta y cuatro años con el mismo gobierno, el poder acaba corrompiéndose. Que es algo que decían los anarquistas.

Después de “El juego de Cuba” trabajaste en “Cuatro puntos Cardinales”, ¿De qué trataba?

Esta era casi una obra de encargo. Yo estaba acabando “El juego de Cuba” y me llamaron para trabajar en un documental que era “Cuatro puntos cardinales”, con cuatro directores y cuatro enfoques sobre la inmigración. Cada uno tenía que hablar de un tema durante media hora para luego juntarlos, y cada uno tenía que coger un momento de la inmigración. Tenía un tema, pero a partir de ahí tú podías inventar lo que quisieras. Mi tema era, el primero, sobre inmigrantes africanos, porque cada uno teníamos uno de los puntos cardinales, Norte, Sur… Yo como era del Sur pues hice África. Me tocó el viaje, porque cada una de las historias contaba un momento de la inmigración. El mío era la llegada a la tierra prometida, otro contaba la lucha por establecerse, otro contaba la integración y otro contaba el desarraigo veinticinco años después. Yo empecé a pensar una historia, me di cuenta de que lo que me interesaba no era solo el viaje de ida, sino también la deportación. En Europa hay muchísimas deportaciones al cabo del año. Hay un montón de gente que como no tienen papeles, los cogen, los retienen durante treinta o cuarenta días y los deportan a sus países o, muchas veces, a países que no son los suyos. Los devuelven, los rechazan. Y hay compañías aéreas en Europa que se dedican solamente a deportar gente. Yo quería investigar sobre eso, porque me interesaba una historia del doble viaje: de unos que han venido, han llegado, pero les han hecho volver. Los deseos y las ilusiones, lo que ellos pensaban que era Europa, y no han llegado ni a ver, porque les han devuelto a sus países. El deseo y la frustración. El documental pensé hacerlo sobre unos marroquíes, estaba investigando y de pronto me encontré una historia sobre unos nigerianos a los que conocí y luego los deportaron. Cuando ya iban a ser deportados se rebelaron en los autobuses, y se habían grabado imágenes. Luego fui a Nigeria, y les entrevisté, para reconstruir la parte del viaje anterior. Ese es mi capítulo en “Cuatro puntos cardinales”, se llama “En el camino”. Es una obra muy personal, aunque fuese por encargo, cuando yo llegué allí ya había dinero, y me dejaron hacer lo que quise. Luego, además, quedaron muy contentos. De hecho lo próximo que voy a hacer es alargarlo. Porque en “Cuatro puntos cardinales” cada uno rodaba treinta minutos. Pero yo grabé mucho más tiempo, de hecho luego la historia continuaba. La historia la cortamos y solo contábamos una parte. Ahora Francia ha comprado mi capítulo del documental y vamos a hacer una versión para TF2 de sesenta minutos con la historia de “En el camino”. Vamos a montarlo y a rodar alguna cosa más. Ese va a ser mi trabajo más inmediato.

Después de esto, ¿tu siguiente trabajo ha sido ya “La flaqueza del bolchevique”?

Si, yo antes había hecho algunos cortos: “Hombres y mujeres”, “Nadie”, porque yo siempre he ido como haciendo varias cosas a la vez o, conforme acababa una, empezaba otra. Y “La flaqueza del bolchevique” es lo que hice justo después.

¿Ya tenías ganas de hacer ficción?

Yo siempre había querido hacer ficción, pero como me gustaba mucho el documental y quería aprender del documental también, pues empecé por el documental. Pero claro, mi objetivo era hacer ficción.

¿Te sientes más a gusto con la ficción o con el documental?

Me siento a gusto con ambas cosas. Es mucho más difícil hacer documental, porque es duro encontrar dinero para hacer un documental. Hubo una época en que se puso de moda y las televisiones compraban, pero ahora está complicado. A mí me gustaría seguir trabajando en documentales y también seguir haciendo ficción, trabajar en las dos cosas. Pero documental, no reportajes, que es diferente.

¿Hasta qué punto te sientes satisfecho de lo que has conseguido con “La flaqueza del bolchevique”?

Cuando haces una película, lo que aprendes es que, por necesidad, tú haces lo que puedes. Hay mucha presión, un montón de problemas materiales. Una cosa es la película que uno tiene en la cabeza y otra la película que uno puede hacer o es capaz de hacer. Está lo que vas rodando y, claro, lo que dejas, porque tienes miles de problemas, materiales y de producción. Si he de tener en cuenta los problemas que tuve para compensar luego el resultado, pues estoy muy satisfecho. En general, mirándolo objetivamente, como una película de la que a nadie le importa lo que tú hayas sufrido haciéndola, también estoy bastante satisfecho. No creo que sea mi mejor trabajo, creo que es mejor “El juego de Cuba”, pero estoy muy contento con “La flaqueza…”.

¿Qué diferencias notas entre la repercusión que ha podido tener tu trabajo en documentales y la que has tenido con “La flaqueza del bolchevique”?

“La flaqueza del bolchevique”, como es ficción, o es cine comercial, de sala, la importancia es muchísimo más grande. “El juego de Cuba” tuvo mucha circulación en festivales y cosas así, pero en todos los sentidos: para los medios, para la gente, la repercusión es treinta o cuarenta veces mayor.

La película es una adaptación de una novela de Lorenzo Silva, que ha escrito contigo el guión. ¿Cuánto hay suyo en la película y cuánto tuyo?

De suyo hay la novela: la historia la inventa él. Luego en el guión hay tanto de uno como del otro. Su colaboración ha sido la de cualquier co-guionista.

Decías antes que habías cambiado algunas localizaciones porque para ti eran más emotivas.

Yo creo que una película es un trabajo de autor de mucha gente. El director es el que más tiempo está, el que más cercano está a todos los procesos, el que está viendo el montaje, el que lleva un poco la batuta y, al final, aunque no quieras hacerlo, haces la película muy tuya. Yo la película la considero totalmente mía. Partiendo de la historia, que es de Lorenzo, y sabiendo que Lorenzo ha dado otras muchas cosas a la película. Pero las mismas que ha dado el montador, o el músico. Lorenzo ha participado como un autor más del equipo de la película.

¿Y era su primera experiencia con el cine?

Era su primera experiencia escribiendo. Había escrito una novela antes que había sido adaptada, pero él no tuvo nada que ver en la adaptación. Él ha aportado cosas como guionista.

¿Y como actor qué tal es? [Lorenzo Silva aparece en la película, leyendo una revista en la Fnac]

Como actor es muy malo [risas]. Es una especie de guiño.

¿Por qué elegiste esta historia?

A mí la novela me gustó y me gustó la historia. Sobre todo reconozco que leí la novela como una especie de “chupador” cinematográfico. Lo que me gustó es la película que yo vi en esa novela. Que dentro de lo que cabe es bastante parecida a lo que luego hicimos. Yo creo que es 90% de la película que yo quería hacer. Yo no intenté respetar la novela. Yo no leí la novela treinta veces, yo la leí dos veces y luego, conscientemente, la aparté. Le dije a Lorenzo: “Yo no pienso volver a leer la novela para seguir haciendo la película. Tenemos la historia en la cabeza y lo que hay que hacer es tener una primera versión del guión y a partir de ahí trabajar sobre este guión, no sobre la novela”. Yo creo que es bastante fiel al espíritu de la novela, pero no al detalle.

En el detalle se echa de menos un poco de profundización en el personaje del protagonista, que en la película se llama Pablo. En la novela, al ser narrada en primera persona está presente continuamente su psicología. ¿No te parece que en la película eso se pierde un poco?

Es cierto. De la novela a la película cambia un poco el personaje. En la novela es un personaje más cínico y en la película es un personaje más cohibido, más humano.

En la película, en la relación entre los protagonistas, sí que te quedas con la visión de la novela: es fundamentalmente psicológico. No llegas a enseñar carnaza que hubiera sido muy tentador.

En la novela sí había capítulos que tiraban por el lado perverso, sexual. Pero todo en la imaginación. Recuerdo que había un capítulo de un sueño [en el que sí se produce un encuentro sexual entre los protagonistas], que nosotros lo descartamos desde el principio. Yo me quedé con la parte de la historia de amor. Con lo que él trata de recuperar a través de esa historia de amor que jamás se va a culminar. Tiramos por ese lado en la película.

¿La historia la hace imposible él mismo con sus planteamientos de conciencia?

Lo que yo planteaba en la historia es que él sabe desde el principio que es imposible. Pero la va buscando a ella porque ella le da respuestas. Le ayuda a encontrar cosas que había perdido. Él nunca tiene la intención, como personaje, de acostarse con ella. Pero en la película, para crear tensión, jugamos un poco al misterio, contando con lo que llamo “la perversión del espectador”. Es un personaje que podría haber sido totalmente antipático, sin embargo yo con Luis [Tósar, el actor protagonista] nunca trabajé el lado perverso. Siempre en su trabajo interior [del actor] eran pensamientos limpios, pero la propia situación de un señor de 35 años, calvo, siguiendo una chica de 16, ya le da un poco de perturbación a quien la mira desde fuera. Pero en realidad, él se enamora de lo que ella significa, de las puertas que ella parece que le abre.

En la película, siendo objetivo, ¿qué es lo que más te ha gustado?

A mí lo que más me gusta de la película es la química entre los dos actores; el tempo que tiene la película, los momentos, los silencios; la atmósfera. El trabajo de ellos dos me gusta. Y me gustan determinadas escenas con las que me siento feliz: cuando la chica lo sigue y va a buscarlo al trabajo porque él ha roto el teléfono y no le ha llamado, una escena que, por cierto, no está en el libro. Toda esa parte de la película del nudo final, cuando salen de la piscina y ella le sigue hasta el trabajo, y luego cuando se reencuentran. Esa es la parte más conseguida de la película. Cuando ella responde.

¿Y lo que menos te ha gustado?

Lo que menos me ha gustado es quizá el total de la película, que no acabé de encajar bien todas las subtramas de todos los personajes. Fui demasiado ambicioso en determinado momento y por eso me equivoqué. Luego tuve que arreglar el montaje. El adorno de la historia probablemente lo hubiera rodado de otra manera. Existen otras cosas que podía haber hecho de otra manera, o haber tocado. Pero eso es algo que he visto después.

Otra subtrama que metiste en la película y que en la novela no estaba es aquella por la que los tres delincuentes que desencadenan el final trágico de la película fuesen enviados por el amigo de la hermana de la niña. ¿Por qué ese cambio?

Es un cambio fundamental respecto a la novela porque en ella, la pija que del principio [la hermana], aparece y desaparece pronto, sin más. Y los actos de los tres macarras vienen dados por el azar. Y yo no creo tanto en el azar como en la responsabilidad. De alguna manera quise darle estructura de tragedia griega. Lo que le pasa al personaje principal al final, que es lo peor que le puede pasar. Que no es que muera él, sino que muera la persona amada, es una consecuencia de los mecanismos que ha puesto en marcha él mismo con su propia mezquindad: las llamadas de teléfono y demás. De alguna manera él se vacía, como responsable. Y ese sí que fue un cambio que yo consideraba totalmente necesario hacer para la película.

Al parecer para la academia del cine lo mejor de la película es la actuación de María Valverde y la adaptación al guión que hicisteis, pues ambas han sido nominadas a los Goya. ¿Tú vas a votar por alguna en las quinielas?

Yo no apuesto por ninguna. Yo estoy encantado con las dos nominaciones, pero esto es muy relativo. Te den el premio o no te den el premio, no significa que lo mejor de la película sea el guión ni que sea María. Yo creo que es más como una lotería, que te toca unas veces y otras no te toca. Yo lo que pienso es que el guión no nos lo van a dar. Quizá María tenga más posibilidades, porque es, aparentemente, lo más brillante de la película. Yo siempre digo que el trabajo que tiene Luis a mí me parece tan bueno como el de María. Él ha hecho otra película en la que hace un trabajo cojonudo. Como reconocimiento es maravilloso. Estar nominado en las dos cosas es estupendo, pero es a lo que podíamos aspirar, no podíamos aspirar a otra cosa realmente. En ese sentido está muy bien.

Hablando de la gala de los Goya, ¿tú crees que este año sucederá algo parecido a lo del año pasado?

Imagino que no. Lo que sucedió el año pasado a mí me pareció maravilloso. Yo me sentí superorgulloso de ser cineasta español durante el mes de febrero y el mes de marzo. Luego ya las cosas se disparan. A mí me pareció bien y no hubiera pasado absolutamente nada si la reacción de algunas personas, como la ministra, el lunes, no hubiese sido tan absurda. Porque lo que pasó fue que la gente dijo lo que pensaba y ya está. Todo el mundo se olvidó el domingo y nadie lo comentaba, pero luego el lunes sale la ministra diciendo las burradas que dijo y, claro, la gente le responde.

¿Tú estás más de acuerdo con una gala, si la ocasión lo merece, más reivindicativa que con la asepsia que, por ejemplo, se intentó buscar en los Oscar?

Yo estoy de acuerdo con las galas donde a ti te dan un premio y, como somos gente que hacemos cosas, hacemos cine, unas veces más comprometido y otras menos, y opinamos. También se hizo una gala hace siete años donde el presidente de la academia salía con las manos blancas y se metía con el periodismo, y nadie dijo nada. Eso también es Política. Lo que pasa es que al poder le interesa que se hable contra el terrorismo, pero no le interesa que se hable contra la guerra de Iraq. Nosotros hablamos contra lo que nosotros queramos. Es una gala del cine, de la gente del cine y donde la gente dice lo que quiere decir. La gente tiene derecho a decir lo que quiera, como también tiene derecho a no decir nada.

Decías antes que al principio sí te sentías cómodo con la postura que habíais tomado la gente del cine pero luego, poco a poco, la cosa se había ido perdiendo. ¿Qué pasó?

Si es cierto que contribuyó muy bien, y hubo una reacción. Y el día en que un grupo de actores se reunió y unos entraron al Congreso y otros nos quedamos en la puerta, para reivindicar libertad de expresión. Porque no se entendía por qué se habían puesto a criticar una serie de cosas. Por ejemplo, lo de Julio Medem. A mí no me gusta especialmente la película de Julio Medem, como película ni me gusta ni me interesa. Pero me parece alucinante que alguien diga que esa película se tiene que retirar del Festival de San Sebastián o de la cartelera porque no da la opinión que ellos tienen. La reacción que eso produce es cabreo generalizado. Pero luego llega a haber un momento en que estás hasta en la sopa, y parece que los actores y directores no tengan otra cosa que hacer. Hay un momento en el que te tienes que retirar. Luego, sobre todo, hubo una utilización política por parte del PSOE de la imagen de los actores y los directores, que además no le sirvió para nada.

Para terminar me gustaría preguntarte qué es en lo que estás trabajando ahora, aparte del documental que comentabas sobre los nigerianos.

Tengo muchos líos ahora. Estoy preparando una película. Ahora estamos con el casting y querría poder rodar para finales de año. Estoy dando clase en la Universidad Carlos III y, también, escribiendo un guión. Lo de los nigerianos es lo primero que se va a hacer ya. La otra película, que empezaremos este año si podemos, es un guión original. No es mío, es del guionista con el que ya trabajé en “El juego de Cuba”, pero he estado presente durante todo el proceso y también la siento como mía.

Posted by germanmj at Enero 27, 2004 10:10 PM
Comments

Oh my god¡¡ La entrevista perfecta,Cahiers du cinèma almeriense,pero la mención de la Carlos III (reducto en España de la peste bubónica-intelectualoide)!!!

Posted by: Dave on Enero 27, 2004 11:30 PM

Que digo yo, German, que te has vendido un poquillo al no preguntarle lo del plano ejidense, pero bueno.

Pero vaya, que a mi me gusta la entrevista. No habla mucho de cine pero si que habla bastante y bien del Martin Cuenca. Y en lo que poco que dice sobre la peli, viene a confirmar lo que pense al verla. Como por ejemplo eso de que filmo los trozos que le gustan de Madrid en contraposicion a la zona salvaje, y que toda la zona agradable y "especial" empieza a aparecer junto con la relacion con la chica, un poco en plan metaforico.

Posted by: Piripiflautico on Enero 28, 2004 01:12 AM

¡¡¡AAAAAAH!!!
¡¡¡MI HOMBRECILLO VERDE ME DA MIEDOOOOOOO!!!
(y no por la entrevista, ojo. Por la cabeceraaaaa)

Posted by: Rear Window on Enero 29, 2004 02:51 AM
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